Crítica: Solaris (1972)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorURSS, 1972: Donatis Banionis (Kris Kelvin), Natalya Bondarchuk (Hari), Yuri Jarvet (Snouth), Anatoli Solinstin (Sartorius), Sos Sarkissian (Gibarian), Vadislav Dvorzhetski (Burton)

Director: Andrei Tarkovsky, Guión: Andrei Tarkovsky & Friedrick Gorenstein, basados en la novela homónima de Stanislaw Lem

Trama: El comandante Burton se encuentra con el sicólogo Kris Kelvin, y le muestra un documental sobre sus experiencias en la estación espacial que orbita el planeta Solaris – un mundo oceánico compuesto por plasma pensante -. En su momento el testimonio de Burton – quien intentó rescatar a dos científicos extraviados en Solaris – fue defenestrado, aduciendo que el plasma del planeta le produjo alucinaciones. Ahora Burton intenta convencer a Kelvin de que vaya a la estación y examine de cerca los fenómenos de Solaris. Pero al llegar a la misma, descubre que su viejo amigo Gibarian se ha suicidado, los otros dos tripulantes se encuentran al borde de la locura y, para colmo, existen apariciones espectrales a lo largo de todas las instalaciones. Y el mismo Kelvin termina desconfiando de su equilibrio emocional, al toparse con una copia viviente de su fallecida esposa.

Crítica: Solaris (1972)

La versión original de Solaris es considerada como el equivalente soviético de 2001, Odisea del Espacio. Ambos filmes tratan sobre viajes hacia los confines de la galaxia, topándose con los límites de la realidad y con la existencia de una inteligencia superior extraterrestre. Mientras que en 2001 era un viaje exterior hacia los bordes de lo metafísico – toparse con el ente al cual identificamos como Dios -, Solaris es un viaje introspectivo y emocional. Es el ser humano perseguido por los fantasmas de su pasado que se han materializado por la influencia del planeta.

Y es aquí cuando surge mi voz de discrepancia contra todos aquellos que han denostado la versión 2002 de Steven Soderbergh. Es una muestra más de la idiotez reverencial que padecen la enorme masa corporativa de críticos, que han apedreado a la remake americana por falta de originalidad y problemas de comprensión … cuando el original de Andrei Tarkovsky es mucho más críptico, menos empático emocionalmente y el final definitivamente es un galimatías. Este sería otro caso típico de lo que denomino “mojones históricos”, clásicos en su tiempo pero a los cuales una visión actual les encuentra un montón de problemas. Uno puede argumentar a favor de la versión de 1972 diversos hechos, que van desde que se trata de la primera visión de la historia hasta las declaraciones del propio Tarkovsky, quien decía que solía filmar una primera hora extremadamente plomiza con tal de desbordar a los censores soviéticos para que se fueran de la sala y poder entonces empezar a plasmar las verdaderas intenciones de su obra. Y lo cierto es que esos primeros 60 minutos son eternos, en especial la larguísima secuencia de las autopistas.

El comienzo del filme es bastante diferente al de la remake 2002. Para comenzar, hay una lentísima intro con la explicación acerca de la misión de Burton a Solaris, en donde ya nos enteramos de que el planeta es un ser pensante que provoca alucinaciones. Revelado el secreto de entrada, uno se pregunta qué expectativas quedan del resto de la historia. Cada escena dura cinco minutos o más, lo cual en lenguaje cinematográfico equivale a la eternidad. Y como visión del futuro es muy adusta – con la excepción del videofono, el resto es tal como era la URSS en los años 70 -. Después viene la mencionada escena de las autopistas – que podría interpretarse como una imagen metafórica acerca del funcionamiento de la mente humana, con las vías como canales del cerebro y los autos como neuronas (en especial cuando cae la noche) -. Y después de incontables minutos, por fin llegamos a la estación orbital.

Aquí el relato cobra un ritmo mucho más digerible. Las visiones del planeta, la alienación de los ocupantes de la estación, las teorías sobre lo que sucede, la aparición de la esposa fallecida de Kelvin. Estos clones son imperfectos – sus vestidos no poseen cierres, no saben cómo funciona el mundo (la secuencia de la puerta, donde Hari no sabe cómo abrirla y termina destrozándola, es excelente), y se van humanizando a medida que mantienen su contacto con las personas -, pero son sensibles y emocionalmente inestables. Aún así, esta secuencia está mejor desarrollada en la remake de Soderbergh, que potenciaba las causas de la relación entre Kelvin y Hari (o Rheya) y los hacía más empáticos con la audiencia. Lo que incluye Tarkovsky es mala ciencia y devaneos intelectualoides; desde sanata científica (¿proyectar el encefalograma de Kelvin hacia el planeta con rayos X para reprogramarlo?) hasta citas a Tolstoi y Dostoievski, por no mencionar el amor a la patria. La explicación de que los clones están formados por neutrinos (no por átomos, como cualquier cosa que existe en la Tierra) generados por Solaris, provoca un abucheo generalizado de la platea.

En su época Solaris 1972 pudo haber causado sensación; a los ojos de hoy es una versión tibia de la novela de Lem. Al propio Lem no le gustó ni ésta (“mi obra no trata sobre gente que resuelve sus problemas sexuales en el espacio”) ni la versión de Soderbergh (“es ridículo pensar en Solaris como una novela romántica”). Curiosamente la versión de Tarkovsky funciona en gran parte como un filme romántico; pero tampoco el director la consideró una de sus mejores obras. O sea que lo que tenemos es a una multitud de críticos enfervorizada por inflar a la categoría de obra maestra a un muy buen filme que tiene fallas evidentes. Hay problemas narrativos, tiempos excesivos, tibia conexión emocional con el drama de sus personajes y ni siquiera una exploración profunda del fenómeno. A mi juicio, prefiero la versión de Soderbergh, si bien es cierto que ha llegado treinta años después, en una época en que la ciencia ficción pensante está pasada de moda. (alerta spoilers) Incluso su final es superior: aquí Kelvin termina en Solaris, en la reproducción inexacta de la casa de su padre en medio del océano de plasma y sin demasiadas explicaciones de por qué ocurre ello; al menos Soderbergh le daba un cierre romántico elegante con Kelvin y Hari / Rheya reencontrándose para toda la eternidad (fin spoilers)

CINE FANTASTICO SOVIETICO (incluyendo países satélite de la cortina de hierro) (1917 – 1991)

Viaje Cosmico: Una Novela Fantástica (1936) – First Spaceship to Venus (1959) – El Llamado de los Cielos (1959) – El Planeta de las Tormentas (1962) – Ikarie XB 1, Viaje al Fin del Universo (1963) – La Nebulosa de Andromeda (1967) – Solaris (1972) – Eolomea (1972) – En el Polvo de las Estrellas (1976) – El Bucle de Orion (1980) – Hacia las Estrellas, de la Manera Mas Dificil (1981)

SOLARIS

Las versiones filmadas de la novela de Stanislaw Lem son: Solyaris (1972) dirigida por Andrei Tarkovsky; y Solaris (2002), dirigida por Steven Soderbergh