Crítica: Men: Terror en las Sombras (2022)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

2 atómicos: regularGB, 2022: Jessie Buckley (Harper Marlowe), Rory Kinnear (Geoffrey / Hombre Verde / oficial de policía / bombero / barman / adolescente / vicario), Paapa Essiedu (James Marlowe), Gayle Rankin (Riley), Sarah Twomey (Police Officer Frieda)

Director: Alex Garland – Guión: Alex Garland

Trama: Harper Marlowe viene de vivir una situación traumática. Su esposo James se ha suicidado. Las circunstancias de su muerte son aberrantes – James era un abusador y chantajista emocional, y amenazó con matarse si ella se separaba de él -. Ahora Harper ha alquilado una finca en el pueblo de Cotson en la campiña inglesa. Una casona enorme, vieja y alejada de la civilización y perfecta para que Harper haga las paces con la muerte de su marido. Pero un día descubre que hay un individuo desnudo mirándola desde el jardín. Harper llama a la policía y el acosador es apresado, pero no pasa mucho tiempo antes de que sea liberado. Y es en ese entonces cuando descubre que todos los hombres del pueblo – desde el policía hasta el dueño de la finca que alquila, desde el vicario hasta el dueño del bar – tienen una actitud hostil hacia ella, y actúan al unísono de manera extraña, como si supieran los secretos más íntimos de la mujer y del suicidio del marido. Pero las cosas se pondrán aún más bizarras cuando el acosador regrese a la finca y comience a mostrar que es capaz de mutar… transformándose en cada uno de los hombres del pueblo.

Crítica: Men: Terror en las Sombras (2022)

Deidades paganas cachondas acosan a Jessie Buckley en la campiña inglesa. Ese podría ser un buen resumen de Men (Hombres), penúltima película del prestigioso Alex Garland (Ex Machina, Annihilation y autor de los scripts de Dredd y media filmografía de Danny Boyle). El drama con Men: Terror en las Sombras es que viene recargada de simbolismo que no siempre se entiende, amén de que el final es una sucesión de momentos WTF que dejan en tarlipes al espectador. Tal como el Hombre Verde que persigue a Buckley, el público queda desnudo y a los gritos.

Acá el tema central es el drama de una mujer que está lidiando con el suicidio / muerte accidental de su marido. No es que el esposo fuera una pobre víctima, sino que representa el summum de masculinidad tóxica: excesivamente controlador, chantajista emocional, al borde de la violencia si no obtiene las respuestas correctas. Acá la Buckley tomó la decisión de divorciarse y el marido (Paapa Essiedu) se niega a aceptarlo, al punto de amenazarla con suicidarse si no cambia de opinión. Discusión, pelea, el tipo es echado del departamento y a los dos minutos pasa por la ventana volando en picada, directo a estrellarse contra el suelo. Es un breve instante en que la Buckley intercambia miradas con el hombre y percibe su desesperación.

Acto seguido, la mujer va a hacer un retiro espiritual como para sanar sus heridas emocionales. Si algún día quiero viajar a algún lado como para deprimirme, sin duda alquilaré una casona en la campiña inglesa. Una casa de 500 años apestada de humedad, con un foliaje asfixiante que te impide ver el cielo; barro, charcos por todos lados, túneles ferroviarios abandonados… el lugar más tétrico del mundo desde que la Hammer dejó de filmar películas de Drácula. Aparte que la casona alquilada es gigante, el peor sitio para que una mujer sola pase unos días de algo parecido a unas vacaciones sin sentirse aterrorizada por el silencio y la inmensidad del campo.

Ni bien la Buckley llega a la casona, comienzan las cosas bizarras. A Rory Kinnear lo tengo de la etapa Daniel Craig de 007 (era Jeff Tanner, el secretario de M), un capítulo de Black Mirror (la del Primer Ministro y el chancho, ¿remember?), y Penny Dreadful. Pero aún con ese pedigree no lo tengo catalogado como el actor más expresivo y carismático de las tablas británicas, y acá queda en evidencia. Cuando aparece como el dueño de la casona alquilada – con peluquín, lentes de contacto y dientes falsos -, parece escapado de un episodio del Show de Benny Hill. Obvio que al maquillador hay que despedirlo, o hubieran ensayado con otro combo de postizos. Luego la Buckley ve a un acosador desnudo (Kinnear), llama a la policía (también Kinnear), va a la iglesia y charla con el vicario (Kinnear!), hay un pibe zarpado jugando por la zona (Kinnear!!), y luego va al pub del pueblo a tomarse unas birras negras donde todos los clientes y el barman son Kinnears clonados por docena. No es que la Buckley reconozca que todos son el mismo tipo – obvio que es un mensaje para la audiencia… pero ¿cual? -, y trata con ellos como si nada, aunque tienen la tendencia a decir cosas zarpadas sobre la vida privada de ella, aún sin conocerla en profundidad.

Men: Terror en las Sombras construye un clima asfixiante y hay momentos logrados, pero es un filme imposible de descifrar si alguien no te tira una soga… y aún así, difícil encontrarle un significado claro. Honestamente creo que es un caso de pedantería intelectual cuando metes a 500 personas en un cine y no le explicas de qué trata la obra, y la gente tiene que salir corriendo a consultar la Wikipedia para intentar entender de qué trataba todo esto. Según Garland, él vive obsesionado con figuras del folklore pagano británico, léase el Hombre Verde (que representa la naturaleza y la masculinidad) y Shela Na-Gig, que representa la fertilidad y la femineidad. Las figuras están presentes en la fuente de piedra que la Buckley se topa en la iglesia pero, para entender qué diantres significa, uno debe acudir a la trivia de la IMDB.

Aún entendiendo que una entidad sobrenatural acosa a la Buckley – adoptando múltiples representaciones humanas -, el sentido final de toda la historia es difícil de entender. Los clones de Kinnear son extremadamente literatos y hablan poéticamente de lujuria y fertilidad – como si desearan a la Buckley para concretar algo -, pero hasta ahí llegan las insinuaciones. Las performances múltiples de Kinnear bordean la caricatura y distraen. Pero donde el filme se sale de control es en el WTF acto final (alerta spoilers) donde el Hombre Verde / Kinnear se reproduce una y otra vez a sí mismo hasta terminar de parir al esposo muerto. El tipo, desnudo y ensangrentado, se sienta en el sofá del caserón y se pone a hablar con la Buckley como si nada, diciéndole que precisa su amor.

(siguen los spoilers) Es difícil descifrar si todo esto es una rebuscada manera metafórica de que la Buckley haga las paces con su esposo muerto. ¿Si está reencarnado, vivito y coleando?. Difícil saberlo, aunque la llegada de la amiga – viendo charcos de sangre por todos lados – sirve para demostrar de que todo lo que pasó no fue imaginación de la Buckley. Por el otro lado, pareciera que la protagonista es incapaz de escapar un círculo de masculinidad tóxica dada por todos los Kinnears del pueblo. O quizás todos los Kinnears no son mas que el esposo en otra piel, generando múltiples alternativas para acceder a su esposa. De todos modos todas las encarnaciones de Kinnear son detestables – hablan desde un promontorio de misoginia pura, como si las mujeres no tuvieran derecho a decidir lo que es mejor para sus vidas, despreciándolas o tratándolas como objetos -, así que definitivamente no es un final feliz. Si el marido fue reconstruido por una deidad pagana, no fue por su bondad sino porque es un machista de pura cepa y el Hombre Verde representa la masculinidad en su estado puro. O sea que la Buckley está condenada de por vida a estar con su marido porque hizo un juramento sagrado cuando se casaron (ello vincularía el por qué va a la iglesia y el vicario le recrimina el no haberle dado una segunda oportunidad). Aún con todas las lecturas posibles (la amiga que llega al rescate y está embarazada!; ¿qué significa eso?), es un problema del director el no poder traducir el significado de su texto al gran público. Muchas veces los finales enigmáticos (“interpretálo como quieras!”) en realidad muestra un estado de impotencia intelectual para darle un cierre lógico a las cosas. Mientras que los finales abiertos muchas veces son memorables (digamos, El Origen), en otros casos es simplemente un atajo para crear un enigma en donde no debería, en especial en un relato tan complejo como éste que el público pide algún tipo de respuesta. Odio cuando los autores creen que los filmes pueden funcionar como pinturas abstractas y cada cual puede sacar su propia interpretación. Si vos creaste toda la ensalada previa, debés saber hacia donde estabas apuntando; si cuando llegaste ahí, no sabés como cerrar, entonces es tu problema, no el de la audiencia (fin spoilers).

Men: Terror en las Sombras es frustrante. Jessie Buckley es una gran actriz y sostiene de maravilla el relato, pero Rory Kinnear se queda corto en el tema de credibilidad. El clímax está plagado de momentos shockeantes, y al final no se explica nada. Es una película como para completistas de la obra de Garland – que es un gran escritor y un gran director, hace cine pensante en estos tiempos de cine pochoclero, reciclado y pasatista -, sólo que acá parece pasado de rosca y sin tener maduras las ideas de lo que quiere hacer con semejante alegoría sobre la masculinidad tóxica.

ALEX GARLAND

Su trabajo como director: Ex Machina (2015) – Aniquilación (2018) – Men, Terror en las Sombras (2022) – Civil War (Guerra Civil) (2024). Además Garland ha escrito los libretos de Exterminio / 28 Días Después (2002), Sunshine, Alerta Solar (2007), Dredd (2012) entre otros filmes y series