Crítica: Solaris (2002)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2002: George Clooney (Dr Chris Kelvin), Natascha McElhone (Rheya Kelvin), Jeremy Davies (Snow), Viola Davis (Dra. Gordon), Ulrich Tukur (Dr Gibarian), Shane Skelton (Michael Gibarian)

Director: Steven Soderbergh, Guión: Steven Soderbergh, basado en la novela Solaris de Stanislaw Lew, Musica – Cliff Martinez

Trama: El doctor Chris Kelvin es enviado a investigar lo sucedido en una estación espacial que orbita el recientemente descubierto planeta Solaris – de la cual no hay noticias y que tripulaba su amigo el Dr. Gibarian -. Al llegar encuentra a la mayoría de su tripulación desaparecida o muerta (y la mayoría por suicidio). Sólo hay dos supervivientes: el sicótico Snow, que le da enigmáticos detalles sobre lo ocurrido en la nave, y la Dra Gordon que permanece constantemente recluída en su camarote. Pero pronto comienzan a quedar claro los hechos desde el momento en que la esposa muerta de Kelvin aparece en la nave. Solaris resulta ser un planeta viviente que materializa deseos y recuerdos inconscientes de los tripulantes de la base, y pronto Kelvin deberá verse en el dilema de abandonar la órbita del planeta o reconstruir las deudas pendientes de su traumático pasado con la entidad que dice ser su esposa.

Solaris (2002) La novela de Stanislaw Lew Solaris tuvo una adaptación en 1972 por parte del director ruso Andrei Tartovsky, en la que muchos consideran la 2001 de la cortina de hierro. Hay muchos elementos en común – el contacto con una entidad extraterrestre, el relato de una historia de ciencia ficción en términos trascendentales, el aislamiento de la tripulación en el espacio – que hacen que la comparación no resulte disparatada.

En el 2002 llega esta remake dirigida por Steven Soderbergh y producida por James Cameron. Considerando la idiotez generalizada de la platea norteamericana era lógico de que el film se convirtiera en un rotundo fracaso, y casi inmediatamente pasara a video. La crítica también fue bastante dura con la película, subrayando algunos conceptos como inentendible. Esto es una prueba más de lo pedante que es la prensa especializada yanqui, que insiste en llenarse la boca alabando a 2001, Odisea del Espacio pero desestimando a este filme. Es como un coro de autistas que repite algo por rutina pero es incapaz de discernir frente obras nuevas si las mismas realmente valen la pena y, especialmente, cuando los contenidos poseen una profundidad intelectual que en estos tiempos parece en extinción.

Es innegable que el propósito de Steven Soderbergh es (como el de muchos directores de cine) hacer un nuevo 2001. Danny Boyle también tuvo su intento en Sunshine (2007), pero terminó por decantar la historia en otra trama rutinaria de asesinos seriales y deformes persiguiendo tripulantes por los corredores de naves espaciales (o el fallido disparo de Darren Aronofsky con The Fountain). La intención de Steven Soderbergh aquí es mucho más honesta y exitosa.

Se nota que Soderbergh ha estudiado a Kubrick. La llegada del módulo a la base orbital es una versión aggiornada del ballet espacial de 2001 – inclusive el atracamiento de cola es idéntico -, y muchos de los climas del film parecen extractados del clásico de Kubrick – largas tomas en silencio, con excepción del ruido de fondo de las máquinas que operan la nave -. La versión de Soderbergh sólo dura 99 minutos – una hora menos que la larguísima versión de Tarkovski -, pero por momentos parece eterna. Al copiar los estilos que Kubrick usó en 2001, padece de los mismos problemas de tempo cinematográfico: los protagonistas tienen diálogos muy escuetos y son muy reflexivos por largos intervalos de tiempo. Sin duda ello contribuye a generar el clima necesario que precisa el relato, pero son tiempos muertos bastante incómodos para el espectador standard.

Pero la versión de Soderbergh es superior a 2001: aquí daría punto al debate sobre si una obra nueva que mama de una anterior (a mi juicio, imperfecta o excesivamente pedante) puede salir de la sombra de su antecesor con suficiente personalidad. En estos casos el tiempo es el mejor juez, pero a mi juicio Solaris 2002 es una película altamente satisfactoria más allá de su lentitud narrativa. Comenzando por el protagonismo de George Clooney en lo que debe ser la mejor performance de su carrera (hasta Syriana) que tiene espaldas de sobra para acarrear el relato, y tiene el perfecto grado de expresividad que la historia precisa: terror, desconcierto, angustia, felicidad. La atmósfera está muy concebida, y como producción es impecable: los FX, los decorados, la tecnología mostrada es fascinante.

Pero Solaris es, como 2001, un viaje trascendental, y no un simple muestrario de tecnología. Mientras que 2001, Odisea del Espacio era un viaje exterior a otras dimensiones, Solaris es un viaje interno al subconsciente. Es una exploración de la mente. Durante el transcurso de la historia no resulta claro cuál es la verdadera naturaleza del planeta – pero éste es un debate mucho más saludable que el altivo final de Kubrick con el bebe flotando en el espacio -. Uno podría asumir que Solaris es un planeta viviente – lo que efectivamente es -, pero resulta difícil descifrar su propósito. Si las entidades que aparecen son aliens que intentan comunicarse con los humanos mediante una apariencia conocida – hermanos, esposas, parientes muertos -, o si el planeta les da el poder a los humanos para materializar a sus seres queridos de manera inconsciente. Otra explicación posible es que Solaris sea una suerte de concentrador de almas – la luz blanca que los moribundos ven, y donde encuentran a sus seres queridos -. Esta última posibilidad me resulta fascinante y significaría que la expedición se ha encontrado con el límite entre lo humano y lo divino.

Soderbergh no ahonda demasiado en estos temas, menciona algunos al pasar y prefiere apuntar los dardos hacia el aspecto romántico. ¿Es Rheya – la esposa muerta de Kelvin – real, un fantasma o simple imaginación del doctor?. Sin dudas es una entidad real, y todas las señales parecen indicar que es un clon que Kelvin genera a través de los poderes que le da el planeta. Algunas escenas son realmente fascinantes: la primera reacción de Kelvin es que algo anda mal, y que ésa que está delante de él no es su esposa sino algo vivo, con lo cual la decide lanzar al espacio en una cápsula abandonada. Pero Rheya vuelve a aparecer (allí va la teoría de los clones) y se angustia enormemente cuando sabe que su versión anterior fue eliminada por Kelvin. Otra escena excelente es la del suicidio de Rheya en la nave, de la cual resucita milagrosamente. ¿Acaso el deseo de Kelvin por mantenerla viva hizo que Solaris reviviera y curara al clon de su esposa muerta?.

La química entre George Clooney y Natascha McElhone es excelente. McElhone no es una mujer bonita, pero sí una de enigmática presencia – sus enormes y extraños ojos le dan una mirada sobrenatural -. Y con Clooney establece una relación inteligente, profunda, sincera y cálida. El clon vela por la salud e integridad de Kelvin, aún cuando su propia vida vaya en ello. En estos mutuos sacrificios por amor que hacen sucesivamente los protagonistas – después de su suicidio, Rheya se deja sacrificar por otro miembro de la nave; las jornadas en vela de Kelvin, la caída junto con la base a la superficie de Solaris – es donde el espíritu romántico de la historia se magnifica. A fin de cuentas, lo que considera Kelvin es qe esta es una segunda oportunidad para arreglar los errores de su pasado (recordemos que la Rheya original se suicida en la Tierra cuando Kelvin la abandona al saber que ella está embarazada).

Y el final no resulta de ningún modo enigmático – no es el galimatías de Kubrick de 2001 -. (alerta: grandes spoilers más adelante). Cuando Kelvin aborda la nave y se encuentra en la Tierra, repitiendo el mismo proceso en la cocina (y volviendo a herirse con el cuchillo, pero sin corte ni sangre), allí es cuando recuerda que en el momento de regreso a la Tierra decide abandonar la nave y quedarse en la estación espacial que, sin motores, se precipita a la superficie de Solaris. ¿Kelvin ha muerto?. Es probable. Se ha asimilado a la esencia de Solaris y vive en esta especie de limbo creado a partir de los recuerdos (o de paraíso post mortem), e inmediatamente su mirada descubre a Rheya en el cuarto. Es un final realmente brillante y emocionalmente potente. La versión de Tarkovski mostraba algo diferente pero similar, con Kelvin viviendo en su casa en medio del planeta viviente.

A mi juicio es una obra maestra que carece de reconocimiento. Es más cine arte que ciencia ficción. Hay una narración muy lenta y algunas contradicciones – en especial, el caracter de la Dra. Gordon que abandona súbitamente el aislamiento y es la primera en querer regresar a la Tierra -, pero es un film de sci fi pensante. Y es una obra de las que lamentablemente se ven muy poco en estos tiempos.

SOLARIS

Las versiones filmadas de la novela de Stanislaw Lem son: Solaris (1972) dirigida por Andrei Tarkovsky; y Solaris (2002), dirigida por Steven Soderbergh