Crítica: I.S.S. (2023)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

2 atómicos: regularUSA, 2023: Ariana DeBose (Dra Kira Foster), Chris Messina (Gordon Barrett), John Gallagher Jr. (Christian Campbell), Masha Mashkova (Weronika Vetrov), Costa Ronin (Nicholai Pulov), Pilou Asbaek (Alexey Pulov)

Director: Gabriela Cowperthwaite – Guión: Nick Shafir

Trama: La doctora Kira Foster acaba de unirse a la tripulación de la Estación Espacial Internacional (E.E.I.). Con ella ya son tres los astronautas americanos que, junto a tres cosmonautas rusos, habitan la estación. El clima es de risas y camaradería… hasta que una guerra nuclear se desata en la Tierra, y deja asolados a los astronautas. Intentando lidiar con el panorama apocalíptico, los astronautas reciben – cada uno, por separado – instrucciones secretas de sus respectivos gobiernos para que se apoderen de la estación a cualquier costo. Esto terminará por desembocar en un duelo a muerte por parte de ambos bandos, donde sólo uno de ellos podrá prevalecer… a menos que prime la cordura y el sentido común.

Crítica: I.S.S. (2023)

I.S.S. es una película estúpida. Y aburrida. Y absurda. Yo me acuerdo de Oppenheimer, en donde el protagonista – en un momento – abogaba por un consejo de científicos para controlar el uso de las armas atómicas en el mundo. O de las utopías de muchas películas de ciencia ficción de los 50s y 60s – desde El Día que Paralizaron la Tierra hasta las space opera japonesas tipo Batalla en el Espacio Exterior (1959) -, que presentaban la idea de una comisión de hombres de ciencia liderando los destinos de la ONU como si fuera un único gobierno mundial. Hombres de inteligencia superior, cabeza fría y gran sabiduría, capaces de comprender que prima el bien supremo de la humanidad por encima de las diferencias políticas. En cambio los tipos que acá habitan la Estación Espacial Internacional (la International Space Station de la sigla del título), apenas ven un holocausto atómico, salen a degollarse los unos a los otros como si fuera una battle royale de alguna película gore japonesa. Es tan idiota todo el asunto que indigna. Y ni siquiera tiene suficiente nervio como para hacerlo interesante, dejando de lado todas las incongruencias de la premisa.

Hay un buen cast, hay que admitirlo. Ariana DeBose – la ídola de la remake de Amor Sin Barreras – es una astronauta recién llegada a la I.S.S. Con ella ya suman tres los norteamericanos que, junto a tres rusos, habitan la estación (¿no hay chinos, árabes, europeos?; porque siempre la EEI fue un mix de razas y nacionalidades… ¡para eso fué construida!). Todo es risas y camaradería – esta gente viene trabajando desde hace meses juntos, ¿por qué se iban a llevar mal? -… hasta que la mitad de la Tierra se convierte en un incendio gigantesco. Ups, alguien tocó el botón rojo por error (¿el Hombre Naranja?) y comenzaron a volar misiles atómicos hacia medio planeta. El espectáculo es dantesco y desolador. El problema con esto es que, tanto en USA como en Rusia, quedaron personas vivas y, el primer mensaje que atinan a enviarle a la tripulación de la Estación Espacial, es “apodérense de ella a cualquier costa”. Como si de la I.S.S. pudieran lanzar misiles, rayos lasers o tuviera alguna importancia estratégica / militar fenomenal.

Lo más idiota de todo el asunto es que estos tipos, mas allá de astronautas, son científicos. Imaginen tipos en batas blancas flotando en un ambiente de gravedad cero. Gente elegida por su coeficiente intelectual. Individuos dedicados al bien de la humanidad. ¿Y qué hacen estos zopencos?. Se lanzan a acuchillarse como si fueran ninjas pasados de adrenalina. En vez de poner las cartas sobre la mesa y decir: “chicos, somos gente de ciencia; estamos por encima de la idiotez de los políticos; podemos dar el ejemplo acá, conviviendo en paz, así que no le daremos bola al mensaje venenoso que nos han dado nuestros países”, agarran lo primero que tienen a mano y empiezan a sacarse los ojos. Ok, el principio no es tan alevoso – inventemos un accidente mortal, así la partida queda 3 a 2 -, pero es tan descerebrado que a los maquinadores de turno no les lleva más de cinco minutos para comenzar a hacer planes sobre cómo deshacerse de sus compañeros en el espacio.

Ciertamente el filme arranca lento y mejora un poco cuando empiezan las tensiones en la nave, pero son siempre los mismos cinco pasillos y, de vez en cuando, tenemos alguna vista del exterior como para matizar la cosa. La DeBose pasa su aviso“dejé a mi novia allá en la Tierra” – como si ése fuera un detalle como para tridimensionalizar a su personaje. Lo mas lindo de todo esto es que, el que parece mas familiero, es el que al final termina revelándose como un auténtico psicópata (basta que diga “muramos en una llamarada de gloria!”). Una pavada total.

Desde ya los libretistas de esto no han inventado nada nuevo; la obvia inspiración es 2010: El Año que Hicimos Contacto, en donde en un futuro alternativo (la película fue rodada en 1984, nadie se imaginaba que cinco años después se iba a derrumbar la Unión Soviética; …ésa fue una predicción que envejeció mal…) la URSS y USA están por irse a la guerra y le mandan a la tripulación de la nave espacial Leonov la orden que los astronautas rusos y yanquis (que van todos a bordo en el mismo viaje) se segreguen y no convivan… como si eso fuera posible si estás volando en el espacio en una enorme lata de sardinas. Faltaba que viniera alguien con un tarro de pintura y trazara una raya amarilla en medio de los pasillos de la nave.

Por supuesto ese argumento era válido en tiempos de la Guerra Fría donde todo el mundo estaba super radicalizado (y hasta ahí: son científicos, for Christ’s sake!); pero, en el 2023, es una idea caduca. Es cierto que ahora medio mundo está embarrado en las tensiones con Putin y la invasión a Ucrania, y el tema de llegar a la EEI con una nave Soyuz debe estar congelado (ví que se siguen mandando vuelos desde Cabo Cañaveral); pero convertir a científicos en ardientes nacionalistas capaces de matar a sangre fría a sus amigos de la noche a la mañana es completamente absurdo. Del mismo modo que ver por la ventanilla que medio mundo arde en el holocausto atómico… y pensar que alguien en la Tierra va a poder sobrevivir semejante devastación – ¿y el aire? ¿y el agua? ¿y el brutal cambio climático que le seguirá?; y la lista de objeciones sigue y sigue… -. Y ni siquiera el argumento bobo de que la DeBose tiene la cura para el envenenamiento por radiación (¿inventó las pastillas de yodo… que existen desde hace décadas?) va a servir para salvar a la raza humana de toda la polución radiactiva y el masivo daño ambiental que una guerra termonuclear podría provocar.