Crítica: Invasores de Marte (Invaders From Mars) (1953)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1953: Jimmy Hunt (David MacLean), Helena Carter (Dr Patricia Blake), Arthur Franz (Dr Stuart Kelston), Morris Ankrum (Colonel Fielding), Leif Erickson (George MacLean), Hilary Brooke (Mary MacLean)

Director: William Cameron Menzies, Guión: Richard Blake

Trama: El joven David MacLean se despide de sus padres y se va a dormir temprano a la cama. Pero es una noche de tormenta, y pronto los truenos despiertan a David. Al asomarse por la ventana de su cuarto descubre, azorado, como un platillo volador aterriza en los terrenos al fondo de su casa e, inmediatamente, sale a alertar a sus padres. Mientras su madre le consuela, su padre sale a investigar pero, al cabo de un rato, regresa y niega haber encontrado algún tipo de pista. El problema es que, a partir de entonces, su padre comienza a portarse extraño – distante y violento -, y pronto su madre parece participar de la misma conducta. Corriendo por el pueblo en busca de ayuda, David empieza a toparse con gente hostil, los cuales se comportan como sus padres y lucen una herida pequeña en la nuca. Así es como David llega a la conclusión que los seres del espacio exterior se han apoderado de las mentes de las personas – implantándole un dispositivo de control en sus cerebros -, en lo que parece ser la avanzada de una invasión; pero, debido a su corta edad, nadie le cree y – lo que es peor – la mayor parte de la policia parece estar tomada por humanos poseídos por los aliens. En sus corridas termina pidiendo ayuda a uno de sus maestros, el doctor Stuart Kelston, el cual toma la versión de David como verdadera al instante; y, tras observar varios movimientos sospechosos en el pueblo, Kelston decide llamar a las mas altas autoridades militares, ya que su trabajo científico en el observatorio astronómico de la zona le brinda la posibilidad de comunicarse con las mas altas esferas de la seguridad nacional. Y no pasará mucho tiempo antes que los militares desembarquen en el pueblo y establezcan un cerco artillado alrededor del sitio en donde David ha visto descender a la nave alienígena, lugar al cual planean tomar por asalto de un momento a otro. Pero los extraterrestres han previsto la movida y han montado una serie de trampas en el perímetro, las cuales pueden anular la efectividad del ataque… e incluso terminar por sellar el destino de toda la humanidad..

Invasores de Marte (1953) Invasores de Marte es un caso de lo que podría definirse como “gran director, pésimo libretista”. Los diálogos son horrendos. El núcleo de la historia apesta. Todos los temas potencialmente interesantes que trata el guión, son abortados o quedan a medio camino. Pero, por otra parte, la concepción visual del filme es riquísima y hay momentos en que Invasores de Marte amenaza con convertirse en un buen filme. Lástima que las ocurrencias del script terminan por torpedear las nobles intenciones del director responsable de toda esta parafernalia.

Invasores de Marte pertenece al subgénero de invasiones alienígenas silenciosas que estaba tan de moda en los años 50. En aquel entonces la gente paranoiqueaba con la Guerra Fría y estaba convencida de que en cualquier momento iban a llover misiles soviéticos sobre suelo norteamericano, cuando no, el gobierno caería en manos de hordas de comunistas infiltrados (y camuflados como respetables ciudadanos) que esperaban el momento justo para darle una estocada final al imperio estadounidense. Todo esto degeneró en una situación de intenso stress, en donde la gente acudía en masa a los cines para hacer catarsis y ver como sus pesadillas se transformaban en oleadas de alienígenas invasores (como La Guerra de los Mundos) o, en su defecto, con la aparición de siniestros operadores de otros mundos (al estilo de Me Casé con un Monstruo del Espacio Exterior), saboteadores del espacio que resultaban descubiertos y destruidos a tiempo por las autoridades federales. Esta última opción era minimalista y mucho mas económica y fácil de montar que la de la invasión a gran escala, por lo cual sería la adoptada por el grueso de la serie B de los años 50. El gran clásico del género es sin lugar a dudas La Invasión de los Usurpadores de Cuerposen donde la gente era reemplazada por clones manipulados por los extraterrestres -, pero la serie B pronto se convirtió en un semillero de variantes y de las cuales Invasores de Marte es una de ellas. En más de un sentido Invasores de Marte toca muchos temas que, tres años mas tarde, desarrollaría en toda su gloria el clásico de Don Siegel. Aquí la gente se transforma en autómatas sin sentimientos ni personalidad – otra interpretación arbitraria de lo que debería ser una sociedad comunista -, plagados de malas intenciones y que responden al control de una mente superior gracias a un dispositivo implantado en sus cerebros. Al contrario de Invasion of the Body Snatchers, parecieran obrar con cierto grado de perversión, lo que les permite disfruta de la destrucción y dolor que provocan en su accionar.

El problema con todo esto es que el desarrollo es muy infantil. Esta gente se sonríe de manera siniestra cuando no los mira ningún testigo, y parecen regodearse con maldades que, en buena parte de los casos, terminan siendo tonterías – como intentar incendiar el sótano de una casa, desaparecer el perrito del vecino, o mentir descaradamente sobre algún hecho en particular -. Por otra parte el periplo que sigue nuestro héroe – un nene de 10 años – bordea lo absurdo, ya que golpea casi todas las puertas del pueblo para contar su versión de los hechos – de que sus padres se comportan raro y que es posible que los aliens que descendieron en el patio de su casa tengan algo que ver con ello -, y termina por dar con un profesor sabelotodo que no sólo se traga la versión del nene (con moño y todo) sino que le agrega sus propias teorías y termina llamando al gran jefazo del ejército en menos de cinco minutos para que movilice todas sus tropas y las mande al pueblo. En ese momento Invasores de Marte decide aplastar todas las posibilidades de crear un clima de paranoia y se mete en el cliché puro y duro de las invasiones alienígenas, con toneladas de diálogos estoicos, discursos patrióticos, sanata seudo científica, y kilómetros de stock footage de movilizaciones militares. Ni siquiera el desenlace resulta satisfactorio, sea el combate final o la supuestamente inventiva vuelta de tuerca que vomita el libreto – diciendo que todo ha sido un sueño y que, al despertarse nuevamente Jimmy, descubrirá que justo en esos momentos esta bajando realmente un plato volador en el fondo de su casa -.

Si hay algo que salva a Invasores de Marte del olvido, son los decorados diseñados por William Cameron Menzies. El tipo crea unos sets retorcidos y desproporcionados, los que dan una sensación abismal de profundidad – cuando el chico visita la seccional de policía, las puertas, los muebles, los faros se ven gigantescos, mucho mas grandes que lo usual; algo similar ocurre con el deforme diseño del fondo de la casa de los MacLean, o el enorme laboratorio en donde lleva a cabo sus experimentos uno de los científicos principales de la película -. Es como si Menzies sintonizara por momentos el expresionismo presente en los sets de El Gabinete del Doctor Caligari, o los abrumadores decorados del Metropolis de Fritz Lang; lo que usualmente es un complemento termina por transformarse en protagonista, y contribuye a crear el clima planeado por el director.

Lamentablemente el resto del filme no está a la altura de la creatividad e intenciones de Menzies. Desde la idea de que todo esto es una acción de los marcianos para evitar el avance de la industria armamentista nuclear (y el desarrollo de un programa espacial, factores que pone inmediatamente a los terricolas en la categoría de posibles agresores a razas existentes en todos los rincones del universo), hasta la ingenuidad de las acciones de los militares, pasando por los aliens de traje patético (y a los cuales se les ve la cremallera), siguiendo por la sanata de Arthur Franz (al cual siempre adoraremos por El Submarino Atómico, pero que aquí le toca un papel muy poco feliz), pasando por el vicioso uso de stock footage (y tomas repetidas una y otra vez para ahorrar dólares de rodaje) y culminando con el lloriqueo de Jimmy Hunt… son realmente pocas las cosas que funcionan como deben en el filme, y ni siquiera las pifias son tan ridículas como para darle valor de comedia inintencional.

Quizás el mayor defecto de Invasores de Marte es que era demasiado joven. En 1953 la ciencia ficción estaba en pañales, solo había un puñado de titulos producidos hasta ese entonces, y hacía muy muy poco que La Guerra de los Mundos de George Pal había desembarcado en los cines. Al género le faltaba madurez – en desarrollo de ideas y en la creación de un lenguaje narrativo -, por lo cual todo el terreno que pisaba Invasores de Marte era nuevo, fresco e inexplorado. A su modo sentó bases – que terminarían siendo usadas por imitadores y sucesores en un futuro -, pero su huella tampoco resultó tan completa y firme como para resultar duradera. Muchos la consideran un clásico y yo, en cambio, creo que se trata de un filme mediocre, fresco para su época pero a mtiad de camino de todas sus intenciones; una obra a la cual el paso de los años ha terminado por subrayarle – de manera pronunciada – todos sus defectos.