Crítica: El Submarino Atómico (1959)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1959: Arthur Franz (Comandante Richard Holloway), Dick Foran (Comandante Dan Wendover), Brett Halsey (Dr Carl Nielson), Tom Conway (Sir Ian Hunt), Victor Varconi (Dr Clifford Kent), Bob Steele (Jefe Griff)

Director: Spencer G. Bennet, Guión: Orville H. Hampton

Recomendación del Editor

Trama: Numerosos naufragios se suceden cerca del Polo Norte. Alarmados por la cantidad de incidentes, la Armada norteamericana decide enviar al submarino nuclear Tiger Shark – dotado de armamento y una tripulación de científicos – a investigar y detener a los causantes. Pero la sorpresa es mayúscula cuando el Tiger Shark se topa en las profundidades con un platillo volador. Ahora el submarino deberá entablar un duelo a muerte en las profundidades del polo, para evitar que los extraterrestres puedan dar aviso a los de su raza y comience una invasión alienígena a la Tierra.

El Submarino Atomico (1959) Los años cincuenta son los de la paranoia de la Guerra Fría, y la ciencia ficción era el espejo donde solían reflejarse aquellos temores. Usualmente el género se decantaba entre los monstruos gigantes (que representaban el miedo a la bomba atómica) y las invasiones alienígenas de todo tipo, fuera a gran escala o de manera encubierta, que simbolizaban el temor a una posible desembarco comunista en suelo americano. Entre las toneladas de rutinas de este tipo, uno suele encontrar alguna que otra joyita escondida; y The Atomic Submarine es una de ellas.

En sí El Submarino Atómico es un filme cargado de problemas de todo tipo – presupuestarios, conceptuales, dramáticos -, pero por otro lado es un semillero de ideas brillantes. Y en el balance final lo que termina por pesar es esto último, razón por la cual uno la catalogaría de clásico sin demasiados miramientos. Lo que hace tan particular a la película son las patrones que utiliza para desarrollar la historia, que terminarían por transformarse en uno de los moldes sobre los cuales se edificaría buena parte de la ciencia ficción a partir de los años 60. Aquí hay un submarino que cumple la misión de investigar las causas de numerosos naufragios ocurridos cerca del polo norte; y lo que terminan por descubrir es la avanzada de una invasión alienígena, que se encuentra explorando la viabilidad de la Tierra como soporte de vida para su raza. Hay un comandante sagaz, un segundo de a bordo encargado de las proezas físicas, y un grupo de científicos que son los responsables de explicar el fenómeno a la audiencia a la vez que se devanan los sesos por encontrar cómo detener la amenaza. Si todo esto les suena, es porque es el mismo patrón que años más tarde Irwin Allen clonaría en la película Viaje al Fondo del Mar y su serie televisiva posterior. Y como ya dijimos antes, trasmuten al Seaview, al Almirante Nelson y al Capitán Crane al espacio, agréguenle influencias de Planeta Prohibido, y tendremos a Star Trek y toda la camada de clones posteriores de la serie de Gene Roddenberry, como Cosmos: 1999, Galáctica, Astronave de Combate e incluso la segunda temporada de Buck Rogers en el Siglo XXV.

Este es el filme que debería haber sido Viaje al Fondo del Mar en vez del bodrio que rodó Irwin Allen en 1961. La idea de fondo es tan delirante como apasionante, y buena parte del desarrollo de la misma está hecho de manera sólida. Pero lo que termina por empañar los méritos de El Submarino Atómico es el patético presupuesto y los gaffes dramáticos del libreto, amén de una buena cantidad de mala ciencia (o sanata seudo científica). Es un filme que exige numerosas secuencias de FX, pero las mismos son tan toscas y poco convincentes que arruinan la experiencia – son modelitos de madera balsa flotando en una pecera -. Por otro lado, el guión se encarga de embarrar la cancha que tan brillantemente había preparado, incluyendo una subtrama ridícula en donde un comandante tilda de cobarde a un científico simplemente porque es pacifista y no quiso seguir la carrera militar de su padre (al parecer, ser pacifista era tan bochornoso como ser gay en aquella época). Y cuando llegamos a las explicaciones científicas de turno, son cualquier cosa: desde que el OVNI precisa recargar su energía magnética en el polo (?), hasta la conversión de un misil balístico intercontinental en un cohete tierra – aire, simplemente porque le pusieron el dispositivo direccional de un torpedo (???). Que yo sepa, un torpedo va hacia donde lo apuntan, y a lo sumo podrá rastrear ondas sonoras en el ambiente submarino para el cual fue diseñado.

Las actuaciones son uniformemente mediocres, y la película cae en los clichés propios de la sci fi de la época, con mucho stock footage, excesiva reverencia hacia las fuerzas militares y narrador tremendista de turno (que parece extraído de la serie Batman de 1966). Pero cuando el filme llega al nudo de la historia – el descubrimiento del OVNI -, se vuelve apasionante. El problema es la disparidad de calidad de las escenas, con cosas que funcionan muy bien – el interior del plato volador, la tensión del duelo en las profundidades, el análisis del problema – y otras cosas que son realmente bizarras – además de los FX y la trama del científico cobarde, está el diseño del alienígena (¿acaso Matt Groening se inspiró en el filme para crear sus extraterrestres babosos de Los Simpsons?), el discurso que éste mantiene con el comandante Holloway (que es sideralmente camp), y la resolución de la batalla submarina -. Con un poco más de presupuesto, un director talentoso y un guión más pulido, The Atomic Submarine hubiera resultado un clásico memorable. Así como está es una pequeña joya de culto, plagada de defectos pero con un puñado de enormes virtudes que la transformarían en una obra influencial para las aventuras de ciencia ficción de las décadas posteriores.