Crítica: Dr. M (Doctor M / Club Extinction) (1990)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

1 atómico: malaItalia / Francia / Alemania Occidental, 1990: Jennifer Beals (Sonja Vogler), Alan Bates (Dr Heinrich Marsfeldt), Jan Niklas (Teniente Klaus Hartmann), Benoit Regent (Sargento Stiglitz), Alexander Radszun (Capitán Engler), Hanns Zischler (Moser), Peter Fitz (Helmut Veidt), Wolfgang Preiss (Comisionado Kessler)

Director: Claude Chabrol – Guión: Sollace Mitchell, basado en Dr. Mabuse der Spieler de Norbert Jacques

Trama:  Berlín, en un futuro cercano. El Muro aún existe y la ciudad sigue dividida en una sociedad altamente tecnologizada. Pantallas gigantes están instaladas por toda la ciudad, publicitando las ventajas del Club Theratos un resort de lujo reservado para unos pocos elegidos -. En ese escenario surge una oleada de suicidios que resulta escalofriante – decenas de personas se quitan la vida a la misma hora por toda la ciudad -. Autoridades de Berlín Oriental y Occidental se reúnen para intentar armar una fuerza investigadora conjunta pero las divisiones políticas le impiden llegar a buen puerto. El teniente Klaus Hartmann – del sector occidental – es un individuo al cual el caso le pega de cerca – su esposa se suicidó hace varios años y está obsesionado en encontrar la causa de que haya tomado semejante decisión -. Hartmann ha descubierto que todas las víctimas han estado en el Club Theratos en algún momento y decide investigar la pista, llegando hasta el millonario doctor Heinrich Marsfeldt, dueño no solo del lugar sino poseedor de una corporación multimedios. Aliado con la hija de Marsfeldt, Sonja Vogler – cara visible de la masiva campaña publicitaria del Club Theratos -, ambos deciden llegar hasta el final de la conspiración… descubriendo que el Club es un centro de lavado de cerebro y que los avisos de los multimedios de Marsfeldt contienen palabras clave que actúan como disparadores para los suicidas programados en su estadía en Theratos. Ahora Hartmann y Vogler deberán detener la conspiración desatada por Marsfeldt… pero el genio criminal es implacable y expeditivo y cuenta con un ejército de sicarios que opera en las sombras, dispuestos a hacer lo que sea necesario hasta que la letal operación del Doctor M. termine y cumpla su propósito.

Crítica: Dr. M (Doctor M / Club Extinction) (1990)

¿Qué pasa cuando vos filmás una distopia ambientada en un Berlín del futuro aún dividido por el muro… y, cuando la estrenás, el muro de Berlín no existe mas?. Eso es lo que le ocurrió a Claude Chabrol, responsable de Dr. M. El tipo estuvo tres años rodando la película y, ni bien la estrenó en 1990, ya había quedado caduca – un año antes el muro había sido derribado y comenzaba el proceso de unificación de las dos Alemanias -. Imposible adjudicarle a Chabrol un error de cálculo o falta de previsión ya que simplemente la realidad es mucho mas imprevisible que la ciencia ficción. En ese sentido Dr. M me hace acordar a 2010, El Año que Hicimos Contacto (1984), la que imaginaba a la Unión Soviética agarrándose a las piñas con USA en el siglo XXI y poniendo al mundo en vísperas de una posible Tercera Guerra Mundial. Son filmes que envejecieron mal y diluyeron su mensaje por el radical cambio del escenario – basado en la vida real – que habían proyectado.

Pero decir que Dr. M fue un fracaso simplemente por no haber previsto la caída del Muro – parte esencial de la trama – es pecar de ingenuo. No es un filme atroz pero sí uno indulgente e inconsistente. Chabrol toma la base de Doctor Mabuse, el Jugadoresa novela de culto de Norbert Jacques sobre los exploits de un super genio criminal en el decadente Berlín posterior a la Primera Guerra Mundial y que diera a luz el magnum opus homónimo de Fritz Lang – y lo traslada a una sociedad futurista del nuevo milenio, un Berlín aún dominado por el muro, infestado de punks y plagado de pantallas gigantes que bombardean publicidad todo el tiempo. Es una sociedad dividida y decadente y ahora se encuentra en estado de pánico ya que se ha desatado una oleada imparable y creciente de suicidios. Autoridades del Berlín Occidental y Oriental se reúnen para tratar el tema pero, como son burócratas, no llegan a ninguna conclusión útil. ¿Acaso se trata de un virus que provoca que ciudadanos comunes y corrientes – con vidas felices o estables – decidan matarse de un momento a otro sin ningún motivo aparente?. Mientras que la idea daba pie a un escenario de pesadilla – vas caminando por la calle y de pronto te cae encima un tipo que se tiró desde el techo de un edificio (It’s Raining Men!); o una ambulancia aparece de la nada y decide incrustarse en un local, matando tanto a los pasajeros (médicos, enfermeros, pacientes) como a los clientes del mismo -, Chabrol la diluye con diálogos plagados de parrafadas, personajes nada interesantes y performances atroces. El doctor M de marras es Marsfeldt – no Mabuse – y lo interpreta Alan Bates en una performance que bordea lo aberrante – afectado al máximo, hablando a mil por hora, sin convicción y a los gritos – cuando en realidad el sujeto merecía un aura de misterio e inteligencia inescrutable. Tras la pista de Marsfeldt va un inspector de policía del Berlín Occidental (Jan Niklas), un tipo al que se le mató la esposa años antes de esta epidemia de suicidios y por lo cual se siente personalmente afectado; pero Niklas se porta como un adolescente arrebatado, prepotea a todo el mundo y gesticula de manera salvaje – imposible hacer causa común con el héroe cuando el mismo es un tipo insoportable -. Niklas tampoco exuda idealismo, persistencia o siquiera brillantez intelectual sino que es mas un torpe al cual las pistas se le caen literalmente encima. En este caso reside en Jennifer Beals – fresquita recién salida de Flashdance -, la cual es la hija adoptiva de Marsfeldt y es la cara visible de todos los avisos de la corporación de éste que aparecen hasta el cansancio en las pantallas gigantes que dominan todas las calles de Berlín. La Beals no es buena actriz, ni siquiera exuda sofisticación o el magnetismo sexual / hierático que requiere la campaña publicitaria de Marsfeldt – acá precisaban a una Charlotte Rampling o, quizás, a una versión joven de Catherine Deneuve – y solo se dedica a llorar y a poner cara de compungida. Como la masiva campaña publicitaria actúa de disparador en los suicidas a los cuales Marsfeldt les ha lavado el cerebro, basta un par de palabras clave que diga la Beals para que todo el mundo se tire bajo de un tren a la misma hora. ¿Y cual es el propósito final de todo esto?. Nadie lo sabe, ni Marsfeldt ni Chabrol ni los libretistas. En el Doctor Mabuse original había un instinto de superioridad, un deseo por explotar a los mentalmente débiles y – en el caso de la brillante secuela de 1933 de Fritz Lang – una compulsión por sumir a la sociedad en estado de caos para poder dominarla. Pero los propósitos de Marsfeldt / Bates aquí son mucho mas vagos: es como un nihilista con exceso de recursos, el cual no cree en absoluto en el sentido de la vida y decide usar su masiva fortuna para que un montón de gente desprevenida abrace la muerte a la cual tanto él adora.

Es una lástima que Dr. M se transforme en un masivo desperdicio de recursos ya que, por momentos, Chabrol abandona el tono intelectualoide y deja asomar el verdadero potencial del relato: la Beals y Niklas están cenando en un restaurante lujoso y, de la nada, el camarero que los atiende saca un arma y se pega un tiro en la boca enfrente de ellos; Bates anunciando noticias atroces en la TV mientras está rodeado de niños que hacen caritas felices; la presencia de Wolfgang Preiss – el Mabuse de las películas de 1960 post Fritz Lang – como comisionado de la policía berlinesa; el masivo centro de control que posee Marsfeldt en su club nocturno, desde el cual supervisa todos los canales de noticias y se comunica con sus agentes infiltrados en las fuerzas del orden… Pero todo esto se codea con el divague y la sobreactuación, llegando al punto de que el final resulta tremendamente insatisfactorio. Si al menos el libreto hubiera abandonado toda la subtrama de Niklas con la Beals y se hubiera centrado en el eficiente espía de Alemania Oriental (que encarna Hanns Zischler y que en menos de diez minutos de película descubre los propósitos de Marsfeldt), el filme hubiera ganado en eficiencia y atractivo, quedando a la par de los krimi germanos de Mabuse rodados entre 1960 y 1971 y que se codeaban con cierta sofisticación como si fueran aventuras de James Bond de segunda.

Dr. M es un filme fallido por donde se lo mire. Está plagado de aspiraciones que no logra concretar, la edición es brusca, las performances decepcionan, el desenlace no cumple las expectativas y todo su potencial se va por el drenaje debido a su indulgencia. Una lástima ya que el super villano de Norbert Jacques posee un potencial enorme para ser adaptado en cualquier época y por cualquier cineasta como metáfora del signo de los tiempos que corren.

LA SAGA DEL DR. MABUSE

Los filmes dirigidos por Fritz Lang acerca del Dr. Mabuse son: Dr. Mabuse, el Jugador (1922), El Testamento del Doctor Mabuse (1933) y Los Crimenes del Dr. Mabuse (1960). Dr. M / Club Extinction (1990) es una versión actualizada y muy libre del personaje, dirigida y escrita por Claude Chabrol.