Crítica: Los Crimenes del Dr. Mabuse (The Thousand Eyes of Doctor Mabuse) (1960)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Alemania, 1960: Gert Frobe (inspector Clarence), Dawn Adams (Marion Menil), Peter Van Eyck (Henry Taylor), Wolfgang Preiss (Dr. Mabuse), Werner Peters (Hieronymus B. Mistelzweig)

Director: Fritz Lang, Guión: Fritz Lang y Heinz Oskar Wuttic sobre personajes creados por Norbert Jacques, Musica – Gerhard Becker

Trama: El periodista Peter Bartel es encontrado muerto en su auto. En principio parece haber fallecido de causas naturales, pero pronto encuentran un dardo de acero incrustado en su cráneo. La metodología parece ser la que usara el Dr. Mabuse en los años 20, un diabólico cerebro criminal que teminara apresado y encerrado en un manicomio. Pero Mabuse ha fallecido y se desconoce quién puede ser el autor. La investigación demuestra que Bartel había estado investigando en el hotel Luxor, en donde varios huéspedes del mismo – millonarios, poderosos empresarios – han muerto también en circunstancias extrañas. El inspector Clarence se encuentra tras la pista, ayudado por las premoniciones de Cornelius, un vidente que colabora con la policía. Ahora hay una suicida en el hotel Luxor que es rescatada por el potentado industrial Taylor. Taylor y la chica se enamoran, pero su celoso marido aparece en escena y el millonario termina por matarlo. Y todo parece indicar que existe una mano negra tras la fachada del Luxor, que ha elaborado una compleja trama para poder manipular a Taylor, el que recientemente ha adquirido una fábrica de misiles en Alemania.

Los crimenes del Doctor Mabuse (les pedimos disculpas por posibles inconsistencias en los nombres de los personajes; en toda la saga del Dr. Mabuse en los años 60 y 70, los actores se repiten en distintos filmes pero con roles diferentes; e incluso en la traducción local de cada película, los apellidos de los personajes cambian; originalmente el inspector Clarence es el Kriminal Kommissar Kras y el potentado Taylor era Henry B. Travers; e incluso hay media docena de títulos alternativos para cada una de las películas)

Los genios criminales no nacen con James Bond en los sesenta. Provienen de antigua data, entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Sin ir mas lejos, el profesor Moriarty – archienemigo de Sherlock Holmes en las novelas de Sir Arthur Conan Doyle – es un antiguo antecesor fácilmente reconocible. Entre la literatura de principios de siglo puede encontrarse a Fu Manchú y a Fantomas. Particularmente con estos dos personajes se iría moldeando el perfil del cerebro criminal moderno – uso de la tecnología más avanzada para obtener sus fines, ansias de dominar el mundo, despiadados métodos para concretar sus planes, inteligencia superior a la normal -.

En 1921 aparece la novela por entregas Doctor Mabuse, el jugador, publicada en el diario Berliner Illustrierte Zeitung. El serial, escrito por el periodista francés nacionalizado alemán Norbert Jacques, obtuvo una gran repercusión. Sobre el trasfondo de la Alemania de la post guerra – la época de la república de Weimar, la extrema pobreza y la hiperinflación -, Jacques concibe la posibilidad del surgimiento de un genio criminal cuyo poder se basa en la hipnosis y el control de los seres humanos. Los hermanos Ullstein, dueños del Berliner, entraron en tratativas con el estudio alemán UFA para llevar el personaje al cine. En la UFA trabajaban Fritz Lang y Thea von Harbou, quienes pronto terminarían atachados al proyecto.

El resultado fue Doctor Mabuse, el jugador (1922), una de las obras maestras de Lang en su época pre americana. El film, de cuatro horas y media de duración (y exhibido en dos partes) fue un rotundo éxito, y al tiempo la UFA insistiría en que Lang retome el personaje. En 1932 rodaría El Testamento del Doctor Mabuse, donde el criminal sería apresado e internado en un manicomio, aunque seguiría manejando los hilos de la institución e intentando dominar al mundo. Escrito como una metáfora anti nazi, Lang terminaría escapando de Alemania con los rollos del film bajo el brazo. Su esposa Thea Von Arbou quedaría en tierras germanas, siempre fiel al régimen nacionalsocialista.

Es obvio que el Doctor Mabuse es fruto de su tiempo. No resulta muy alejado el escenario que aprovecha Mabuse para desarrollar su poder que el mismo que explotara Hitler. Un país en caos económico y político, un campo fértil para sembrar un plan de poder, el dominio de las mentes superiores sobre una población desesperada.

En 1960 Lang rueda en Alemania el film que ahora comentamos – que posee media docena de títulos diferentes -, con absoluta libertad creativa. Es también su canto del cisne – Lang se retiraría del cine y fallecería en 1976 -. La insistencia de los productores culminó en la revisita y despedida de Lang del personaje.

Los Crímenes del Doctor Mabuse es un film sorprendentemente ágil. Tiene una enorme cantidad de trama y diálogos, pero resulta imposible perderse gracias a la diestra mano de Lang en la dirección. Hay muchísimas escenas, la mayoría muy cortas, y con un montón de personajes yendo y viniendo. En su gran mayoría, Los Crímenes del Doctor Mabuse sigue un esquema similar a los seriales de los años 30 y 40: diálogos muy rápidos, esquemas diabólicos, imaginación delirante al tope. Aquí Mabuse se vale de todo tipo de tecnología moderna – cámaras ocultas de TV, rifles de dardos, bovedas selladas electrónicamente – y de sus clásicos trucos: hipnosis, telepatía. Lo único que falta son los cliffhangers, pero bien podría ser un serial de la Republic.

Pero no todo se trata de ritmo. Los personajes son interesantes. En especial el contrapunto entre el inspector Clarence, el vendedor de seguros y el Doctor Mabuse. Es un duelo de ingenios, donde todos los caracteres principales son suspicaces. Aquí está Gert Frobe, dando su habitual estilo Goldfingeriano de actuación: campechano, sagaz, desconfiado, pleno de trucos. El inspector deja cebos y comienza a recibir atentados. Particularmente me gustó la falta de escrúpulos de Clarence, que obtiene los datos del modo más expeditivo – no busca órdenes judiciales, el toma la información y la usa -. Cuando pone la fotografía de la novia de Bartel en su escritorio como carnada para el vendedor de seguros (y la hace pasar como su esposa) me parece un toque brillante. A su vez el vendedor de seguros – omnipresente en todo el relato, y el primero que descubre la identidad de Mabuse – es un clon de Clarence, sólo que el espectador desconoce sus intenciones hasta último momento. Existen cosas sorprendentes, trucos del guión, como la preparación del vendedor de seguros en el hotel – toma un mantel y se lo lleva escondido, anticipando que en el callejón el perro lazarillo del vidente Cornelius lo va a atacar -. Nada resulta ser lo que parece.

Pero la intensidad del ritmo domina todo, lo cual es ideal para que el espectador no se detenga a pensar en la trama. Si uno analiza en retrospectiva, es un guión lleno de agujeros. Es un plan al estilo de Misión Imposible, donde se lleva a cabo una teatralización a fín de enredar al industrial y poder hacerse cargo de sus fábricas de misiles. Uno puede ir viendo que todo está orquestado, pero la película no da respiro para pensar hacia donde va. En especial por la presencia del vendedor de seguros – alguien de quien Clarence desconfía e investiga -, que podría ser el mismo Mabuse o un criminal de poca monta, decidido a explotar el engaño para sí mismo. A su vez Mabuse usa una organización que parece el antecesor de Spectre – la liga de criminales que combate James Bond en los sesenta – con miembros identificados con un número, expeditivas eliminaciones de sus traidores, y mecanismos electrónicos secretos de vigilancia y chantaje.

Y si bien la velocidad del relato es excelente, donde los huecos del argumento se empiezan a notar es cuando la trama entra en carriles más conocidos, como el tema de la suicida que se enamora del industrial y es perseguida por el marido abusivo. Ya cuando Taylor mata al esposo en defensa propia – observando secretamente a la chica a través de un espejo doble en una habitación contigua, algo que el corrupto gerente de hotel le había conseguido a propósito -, y aparece el sicólogo de la chica a camuflar los hechos, la historia empieza a hacer algo de agua. Por suerte Taylor es bastante sagaz para darse cuenta del engaño, y la película rápidamente se redime. Por último la identidad de Mabuse es descubierta y su plan arruinado, pero el clímax – sin ser espectacular – es realmente ingenioso. El vidente / sicologo resulta ser el hijo de Mabuse, quien posee la misma locura que el padre y desea hacerse con las fabricas de Taylor para destruir el mundo. Ok, es un propósito idiota, pero el discurso final de Mabuse dura unos segundos e inmediatamente la acción continúa. El descubrimiento del verdadero Mabuse en el lobby del hotel a través de su perro lazarillo es muy ingenioso. Y la secuencia final – abierta para una posible secuela – no sólo está muy bien, sino que uno queda con la duda de si Mabuse realmente no obtuvo su propósito – la chica y Taylor por fin deciden casarse, después que el criminal cae con su auto al río -.

Es un film lleno de trucos; hay sagacidad, planes inteligentes y complejos, situaciones que cambian a cada momento. Por supuesto Lang realiza algunas trampas, como personajes omniscientes que saben todo (o anticipan todo) lo que va a pasar. El propósito de Mabuse es absurdo (al menos tal como lo plantea la película) aunque el plan es genial. Es una película realmente entretenida, y daría pie a algunas secuelas, además de que Mabuse regresaría en una terrible remake a la francesa con Alan Bates como el doctor. Pero en esta despedida oficial de Lang, es un adiós más que meritorio.

LA SAGA DEL DR. MABUSE

Los filmes dirigidos por Fritz Lang acerca del Dr. Mabuse son: Dr. Mabuse, el Jugador (1922), El Testamento del Doctor Mabuse (1933) y Los Crimenes del Dr. Mabuse (1960). Dr. M / Club Extinction (1990) es una versión actualizada y muy libre del personaje, dirigida y escrita por Claude Chabrol.

FRITZ LANG

Dr. Mabuse, el Jugador (1922), Metropolis (1927), La Mujer en la Luna (1929), M, el Vampiro de Dusseldorf (1931), El Testamento del Doctor Mabuse (1933) y Los Crimenes del Dr. Mabuse (1960)