Crítica: Mr. Sardonicus (1961)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1961: Ronald Lewis (Sir Robert Cargrave), Audrey Dalton (Baronesa Maude Sardonicus), Guy Rolfe (Baron Sardonicus / Marek Toleslawski), Oskar Homolka (Krull)

Director: William Castle, Guión: Ray Russell, basado en su propio cuento

Trama: Europa, siglo XIX. El prestigioso médico Sir Robert Cargrave ha estado experimentando con éxito diversas técnicas para la recuperación de personas con parálisis muscular. Pero a sus manos ha llegado una carta de un antiguo amor, quien se ha casado con un barón de la Europa Oriental, y quien le pide desesperadamente que venga en su ayuda. Intrigado por la misiva, Cargrave atraviesa medio continente hasta llegar a los territorios regidos por el barón Sardonicus, el actual marido de su ex amante. Y allí es como se entera que el barón se encuentra afectado por un grave paralisis facial que le ha dejado un espantoso rictus calavérico en su rostro. Desquiciado por la desfiguración, Sardonicus le ha dado un ultimátum a Cargraves: si el médico no encuentra la cura para su deformidad, el barón torturará a la chica hasta matarla.

El Baron Sardonicus Este es otro título de William Castle, el rey de los trucos publicitarios. En la práctica Castle era una especie de versión yanqui y mediocre de Alfred Hitchcock, con mucho menos talento como director pero con una gran habilidad marketinera. Eso era lo que le hacía agua la boca a los productores de Hollywood, quienes terminaban financiando sus proyectos por disparatados que fueran, ya que siempre llamaban la atención y recaudaban bien. Desde el esqueleto volador Emergo que aparecía en medio de la sala de cine que estuviera exhibiendo House on Haunted Hill hasta las butacas que lanzaban descargas eléctricas en los momentos álgidos de la proyección de The Tingler, siempre había una truculencia que sorprendía al público y convertía a los filmes de Castle en una especie de espectáculo sofisticado de feria. En el caso que nos ocupa Castle aparece en pantalla cerca del final del filme y le pide al público que vote por el destino del villano: si merece o no la muerte y el castigo por sus pecados. Aunque la leyenda urbana dice que Castle rodó dos finales alternativos – y que el proyeccionista debía mostrar uno de ellos de acuerdo al resultado de la votación en la sala -, lo cierto es que se filmó uno sólo, debido a la obviedad del rumbo dramático lanzado por el libreto.

Dejando de lado las triquiñuelas publicitarias de Castle, Mr. Sardonicus es uno de los mejores títulos de su filmografía. Ok, el comienzo está plagado de obviedades y golpes de efecto característicos del director – Castle siempre fue muy burdo como narrador y la sutileza no es lo suyo -, y está demasiado saturado de stock footage (lo que le da aspecto de película barata), pero el libreto tiene tanta potencia que termina por triunfar sobre las limitaciones del cineasta. Mr. Sardonicus no es mas que otra variante del setup de Draculaforastero viajando a pais desconocido de Europa Oriental, un pueblo aterrado por la presencia del villano, una dama en juego entre el héroe y el malvado, y toda la acción restringida a las cuatro paredes de un castillo -, solo que aquí los cambios pasan por la naturaleza de la amenaza: el villano es deforme en vez de ser un demonio o un ente sobrenatural. A su vez el autor Ray Russell evidencia que la otra fuente de inspiración ha sido El Hombre que Rie (un clásico de Victor Hugo sobre un hombre deformado y rechazado por la sociedad), cuya versión de 1928 ha sido tan influencial que impulsó a que Jerry Robinson creara el Joker, el villano más famoso del comic Batman.

Ni bien Ronald Lewis pisa el castillo del barón, Mr. Sardonicus entra en una rutina de misterio tan testeada y efectiva que resulta imposible que falle. Es cierto que Guy Rolfe no termina por destilar toda la maldad que debiera, ni tampoco su personaje genera la piedad requerida por su trágica suerte – es demasiado cambiante y unidimensional -, pero Castle logra hacer un buen clima y, lo que es mejor, genera un par de sustos memorables. Aquí el barón resulta ser un campesino que se ha ganado la lotería (de allí sale el truco de Castle para que el publico elija el destino del personaje), pero el billete ha quedado en el traje que han usado para vestir el cuerpo de su padre, recientemente fallecido y enterrado. Decidido a recuperarlo, el muchacho desentierra el cadáver pero, como si fuera una especie de maldición por dicho sacrilegio, la visión del rictus de muerte del rostro de su padre es tan impresionante que termina por trasladarse a su cara. Convertido en un deforme que se oculta tras una máscara y que se encuentra al borde de la locura, decide gastar la mayoría de su tiempo y fortuna en hallar una cura para su mal, tarea que ha resultado infructuosa hasta este momento.

Cuando Castle expone inicialmente el quid de la cuestión, Mr. Sardonicus funciona ya que la deformidad es vista al pasar y es shockeante. Lamentablemente Castle decide exponerla aún mas en el final, y allí es cuando vemos que el maquillaje es un mamotreto – este tipo tiene mas dientes que un cocodrilo y no se ve creible -. Y si todo el filme se basa en esa sonrisa malévola, cuando las cosas se resuelven y desaparece el rictus el climax termina por perder potencia.

Mr. Sardonicus es un filme de terror prolijo que tiene un par de escenas efectivas – cuando la esposa ve por primera vez al deforme entre las tinieblas de la noche; o cuando el doctor le aplica una sádica terapia de curación – y eso lo hace superior a la media. Pero podría haber sido mucho mejor y es un filme que ganaría mucho mas impacto con una remake, en estas épocas modernas en donde hacen maravillas con el maquillaje. Quizás el amigote Robert Zemeckis – dueño de la productora Dark Castle, admirador confeso de Castle y dedicado a revivir éxitos del viejo William – nos regale algún día la versión que esta historia se merece. Hasta que llegue ese momento, sólo nos queda cruzar los dedos y pedir el milagro.