Crítica: La Casa de la Colina Embrujada (House on Haunted Hill) (1959)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1959: Vincent Price (Frederick Loren), Carol Ohmart (Annabelle Loren), Carolyn Craig (Nora Manning), Elisha Cook Jr (Watson Pritchard), Richard Long (Lance Schroeder), Alan Marshal (Dr David Trent), Julie Mitchum (Ruth Bridges)

Director: William Castle, Guión: Robb White, Musica – Von Dexter

Trama: Por pedido de su esposa Annabelle, el millonario Frederick Loren invita a cinco desconocidos a pasar la noche en una mansión embrujada, como si fuera una fiesta macabra. Los individuos aceptan, ya que Loren le pagará 10.000 dolares a cada uno. En un principio se trata de un grupo de extraños que creen cumplir con los bizarros deseos del millonario a cambio del dinero. Pero Watson Pritchard, el dueño de la casa, les advierte de que los fantasmas son reales y han provocado numerosas muertes. El grupo queda encerrado después de medianoche, sin ninguna alternativa de escape. Y cuando todo parecen habladurías, el cuerpo de Annabelle Loren aparece ahorcado. Las sospechas se propagan entre los integrantes del grupo, especialmente acerca de Frederick, de quien creen que ha montado la fiesta simplemente para obtener testigos y poder matar a su esposa con una coartada creíble.

House on Haunted Hill (1959) Este es uno de los filmes más populares del director William Castle. No sería desacertado calificar a Castle como una suerte de Alfred Hitchcock de la serie B, donde hay múltiples paralelismos entre la carrera de ambos directores. Ciertamente Castle no posee ni el 50% del talento del inglés, pero no hay dudas de que era un genio de marketing. A la distancia uno no sabría distinguir quién terminó imitando a quien, o al menos quién tomó las recetas del otro.

Lo que convierte a Castle en una celebridad eran los mecanismos de promoción de sus filmes. A partir de Macabre (1958) Castle comenzó a utilizar trucos publicitarios que se volvieron rápidamente muy populares y exitosos; en el caso de dicha película, extendía un seguro de vida a cada uno de los espectadores en caso de que murieran en la exhibición a causa de los shocks que contenía el film (esta es una receta que Hitchcock también tomaría en los 60). Y tal como Hitchcock, se volvería una celebridad que se encargaba de presentar los films en los mismos trailers. Además comenzó toda una serie de truculencias que se hicieron célebres – en The Tingler, instaló conexiones eléctricas en los asientos de los cines que daban pequeñas descargas a los espectadores durante ciertas escenas; en 13 Ghosts les daba unos anteojos especiales a la audiencia que permitían ver o remover las escenas de fantasmas si eran muy aterradoras; y así infinidad de trucos desde advertir que el final era realmente shockeante y podían pasar por boletería a pedir el reintegro de la entrada, hasta la votación en medio de la proyección de cuál debería ser el final de la película -. Sin dudas, era un genio.

Pero, mientras que eso rendía enormes frutos en la taquilla, artísticamente Castle no era tan bien dotado. Indudablemente toda su carrera fue brillante en lo comercial – después, como productor, daría a luz El Bebé de Rosemary -, pero como director de suspenso era más o menos. Aquí, en House on Haunted Hill, el mecanismo de promoción fue Emergo, un esqueleto que sobrevolaba la sala de cine en el mismo momento en que uno similar atacaba a Carol Ohmart en pantalla. Pero dejando de lado el espectáculo de carnaval, House on Haunted Hill es un film bastante regular.

La mejor manera de definir a La Casa de la Colina Embrujada es que funciona como el tren fantasma de un parque de diversiones. La historia no tiene ni pies ni cabeza, es sólo una excusa para el viaje y está repleta de sustos baratos, algunos de los cuales son efectivos. Pero el libreto no sabe lo que es coherencia. Cinco extraños llamados por el millonario aparecen en la casa. Se va a dar una fiesta – en realidad no hay ni un globito ni una matraca, así que no sé de que fiesta hablan -, y deben pasar la noche a cambio de un dinero. La mansión está embrujada. Hubo varias muertes y los espíritus rondan. Ahora hay un suicidado (está bien escrito el término) y varios cadáveres mientras las cosas se mueven solas y todo el mundo se porta de manera sospechosa. Todo ok y muy lindo, pero…

El problema es que el argumento no posee mucha sustancia más allá de eso. Todo pasa por generar pretextos continuamente para que Castle ruede secuencias truculentas. La patética caída del candelabro, la entrega de las pistolas a los asistentes (envueltas en bonitas cajas con forma de ataud), o la absurda escena de la casera ciega que asusta a Nora Manning y que parece moverse arriba de un carrito (es cierto que la secuencia provoca un salto). Todo es tan disparatado que es imposible tomarlo seriamente. Carolyn Craig vive gritando como una desaforada (hay una secuencia muy graciosa donde le pasa de todo), y Richard Long vive teniendo problemas con los pasadizos secretos. Y aún cuando se revela la verdad – un complot para matar a alguien que termina por darse vuelta -, resulta tan traído de los pelos que es ridículo.

Es un film que se puede valorar de dos maneras: si usted ya sabe quién era William Castle, le parecerá super entretenido. Para el neófito, es tan malo que da risa. Yo adopto una postura intermedia: Castle era un genio para vender un film mediocre como éste. Entretiene de a ratos, pero la trama bordea de a ratos lo fabulosamente disparatado.

HOUSE ON HAUNTED HILL

Las versiones de La Casa de la Montaña Embrujada son: House on Haunted Hill (1959) dirigida por William Castle; y la remake de 1999, dirigida por William Malone.