Crítica: El Aguijón de la Muerte (The Tingler) (1959)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1959: Vincent Price (Dr Warren Chapin), Philip Coolidge (Ollie Higgins), Patricia Cutts (Isabel Chapin), Judith Evelyn (Martha Higgins), Pamela Lincoln (Lucy Stevens), Darryl Hickman (David Morris)

Director: William Castle, Guión: Robb White

Trama: El Dr. Warren Chapin es un médico forense que examina los cuerpos de los condenados a muerte. Revisando los distintos casos que ha visto en su sala de operaciones Chapin ha llegado a la conclusión de que, al momento de que una persona es asustada hasta el punto de la muerte, su cuerpo forma un organismo que se incrusta en su columna vertebral y la aprisiona hasta quebrarla. Pero dichos organismos – producidos en caso de miedo extremo – desaparecen después del deceso de la persona, o cuando un individuo libera su horror al gritar. Junto con su cuñado David Morris realizan diversos experimentos, logrando incluso tomar una radiografía de la criatura – a la que llaman el Hormigueo -; pero ahora Chapin está decidido a ir más allá de los límites éticos, y ha decidido probar su teoría en la esposa de Ollie Higgins, una mujer sordomuda que parece la víctima ideal para asustar hasta la muerte y poder capturar a la criatura antes de que desaparezca.

El Aguijon de la Muerte Esta es la obra cumbre de William Castle, el auto denominado maestro del terror – copiando descaradamente a Alfred Hitchcock, que se llamaba el maestro del suspense -. Pero Castle era un director terrible y sin siquiera tenía el 5% del talento de Hitchcock. Lo que sí poseía Castle (y en cantidades industriales) era carisma y olfato comercial, y supo transformar en enormes éxitos de taquilla a sus producciones bizarras. Con trucos comerciales – esqueletos de plástico que aparecían en medio de la proyección de un filme; seguros de vida gratuitos a los espectadores, por si llegaban a morir de terror durante la exhibición de la pelícua; votaciones populares en mitad del filme, en donde el público podía decidir alterar el resultado o no del mismo – se transformó en un personaje pintoresco y legendario. De más está decir que son más memorables sus triquiñuelas de marketing que sus películas en sí.

Pero El Aguijón de la Muerte es su mejor obra, y una película de culto instantánea. Usualmente los filmes de Castle son variantes baratas de enigmas policiales a la antigua – tipo Agatha Christie, con un montón de gente adinerada y ociosa en caserones antiguos, traicionándose mutuamente – en donde hace su aparición algún elemento fantástico que da vuelta las cosas. Pero son tramas completamente artificiales y conducidas con poca seriedad. En El Aguijón de la Muerte Castle no se aparta mucho de sus temas habituales – otra vez Vincent Price es un marido al que su mujer le pone las antenas -, pero al menos tiene una trama tan fabulosamente prepotente y delirante que resulta imposible no divertirse con ella. En House on Haunted Hill el director se tomaba muy en serio a sí mismo; pero aquí ocurre todo lo contrario.

Como filme de terror El Aguijón de la Muerte es una película torpe y mala; pero como comedia camp tiene momentos deliciosos. La presentación de Castle – si sienten miedo durante el filme, simplemente griten – es soberbiamente ridícula; y el nivel de sobreactuación alcanza límites siderales, especialmente en las secuencias en que Vincent Price se droga con LSD o cuando Judith Evelyn – la víctima sordomuda de los experimentos del buen doctor – es acosada por figuras de pesadilla que parecen salidas de un tren fantasma de un parque de diversiones barato. La trama en sí es un disparate – el hecho de que el miedo crea una criatura indestructible parecida a un ciempies, que deshace la columna vertebral de las personas si éstas no gritan -, y las idas y vueltas con el bicho son tan rebuscadas que uno no puede dejar de reírse. Todo esto sirve de excusa para que el director brinde el mejor momento de la película: Vincent Price apaga las luces del cine en donde el Aguijón acaba de infiltrarse, y les advierte a la audiencia de que si tienen terror simplemente griten… pero a su vez los espectadores que estamos viendo la película de Castle también quedamos a oscuras… y es allí cuando entran a jugar los “Percepto” (dispositivos ubicados en las butacas de la sala, que daban pequeñas descargas electricas a la platea). Es una verdadera experiencia virtual, en donde terminamos metidos dentro del argumento del filme.

El Aguijón de la Muerte es pura diversión. Ridícula, prepotente, rebuscada, pero es tan delirante que resulta imposible no disfrutarla. Así que, amigos, recuerden siempre esto: cuando tengan miedo, mucho miedo, griten con todas sus ganas. ¡Griten antes de que el Aguijón de la Muerte atrape su espina dorsal y la destroce por el miedo!