Crítica: Ghost in the Shell (1995)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Japon, 1995: con las voces de Akio Ôtsuka (Batou), Atsuko Tanaka (Mayor Motoko Kusanagi), Tamio Oki (jefe de la sección 9 Aramaki), Iemasa Kayumi (Proyecto 2501(a) el gran maestro de las marionetas), Koichi Yamadera (Togusa)

Director: Mamoru Oshii, Guión: Kazunori Ito, basado en el manga creado por Shirow Masamune, Musica – Kenji Kawai

Trama: En el futuro los humanos han mejorado sus cuerpos con partes cibernéticas, en algunos casos hasta el 100%, quedando sólo su mente a resguardo. Estos seres humanos mejorados se conectan a redes de información para comunicarse y obtener datos. Pero un peligroso hacker conocido como El Gran Maestro de las Marionetas ha comenzado a atacar las mentes de varios humanos mientras se encontraban conectados a la red. La sección 9, una fuerza policial de avanzada, se encuentra tras los pasos del hacker. A cargo de la investigación se encuentra la mayor Kusanagi – cuyo cuerpo es totalmente cibernetico – y el oficial Batou. Pero un incidente – un androide extraviado en una autopista, que revela poseer espíritu casi humano – resulta una pista para el caso. El androide se reactiva solo y se identifica como el propio Gran Maestro de las Marionetas, diciendo que es un software que ha realizado operaciones encubiertas para la sección 6 del Ministerio del Exterior, y que ha cobrado vida propia. El androide pide asilo a la sección 6 pero un atentado aborta el avance de la reunión, y el Gran Maestro de las Marionetas escapa. Los oficiales lo persiguen sin saber que el verdadero propósito del androide es en realidad encontrar a Kusanagi y fusionarse con su mente humana para lograr una nueva etapa de evolución y dotarse de un cuerpo funcional.

Ghost in the Shell Ghost in the Shell (el fantasma en la máquina) es uno de los más importantes anime de los últimos años. Es notable la influencia que tendría sobre el género – otros anime seguirían sus lineamientos, e incluso Matrix tomaría decenas de ideas e imagenes prestadas del film -. Con el tiempo ha desarrollado un status de culto, en particular por su trama críptica y sus particulares reflexiones acerca del futuro de la tecnología, y la fusión de lo cibernético con lo humano.

Pero Ghost in the Shell es una película particularmente compleja. Sigue sin lugar a dudas los lineamientos del cyberpunk, en donde la carne se fusiona con la tecnología y hay toda una generación de seres humanos mejorados artificialmente. Prácticamente no hay personaje en el film que no posea algún tipo de implante. El problema no es precisamente la exposición de esto, sino que el enfoque del director Mamoru Oshii es particularmente frustrante sobre las historias adicionales que dan carnadura al relato: hay toda una ensalada de tramas políticas, personajes que van y vienen, y toneladas de blablabla tecnológico que por momentos aturden. Los minutos iniciales son una catarata de información que inunda al espectador, de la cual sólo extrae que las fuerzas policiales están tras la caza de un hacker que piratea los cerebros mejorados electrónicamente que poseen los humanos. En el medio hay pausas, secuencias de acción muy estilizadas, momentos reflexivos, e imágenes de gran belleza. Pero esos intervalos bien podrían haberse acotado para darle más tiempo a las escenas de exposición, e intentar que el guión baje algo de nivel a una altura más cercana al espectador promedio.

Lo que resulta más original de Ghost in the Shell es la idea de un software que ha cobrado vida propia. En este caso es el proyecto 2501 (el nombre original del Gran Maestro de Marionetas), que ha realizado tareas de espionaje para la sección 6 – comportándose como un virus, aprendiendo sobre la marcha, auto actualizándose – que de pronto se ha puesto en rebeldía y ha decidido seguir su propio curso de acción. El software se ha reconocido como una nueva forma de vida y está intentando escapar de sus controladores para obtener su independencia y su derecho a la existencia. Mientras que el film tiene muy buenas escenas de acción – la persecución del terrorista en la feria pública, la fuga del androide o el tiroteo final en el hangar -, la intención del director sin dudas es centrarse en el aspecto reflexivo del tema. Largas escenas tienen lugar sólo como para ilustrar lo complejo del mundo futuro que concibe la historia – por momentos sus climas recuerdan a Blade Runner – , así como los puntos de vista de los personajes sobre el proceso de integración entre hombre y máquina. El clímax en realidad es el encuentro del androide – el Gran Maestro de Marionetas – con los directivos de la sección 6, donde éstos le piden que demuestre que es una forma de vida, y el programa les devuelve la pregunta exigiendo que ellos hagan lo mismo. Los humanos, termina diciendo, sólo son computadoras con ADN en lugar de bytes.

El inconveniente del libreto tiene que ver con que el propósito del proyecto 2501 (o el Gran Maestro de Marionetas) no resulta demasiado claro. Debe evolucionar y por ello quiere fusionarse con una mente humana, además de adquirir un cuerpo. Pero no queda demasiado claro el por qué. Vale decir, el proyecto 2501 sobre el final del film prácticamente va demostrando que es una especie de Dios – todas las máquinas y todos los implantes que tienen los humanos están bajo su control -, con lo cual quedarse restringido a un cuerpo y poseer sentimientos humanos pareciera ser una rebaja de nivel. Hubiera sido preferible que, en vez de propósitos tan bondadosos, el proyecto 2501 se hubiera desatado en toda su furia y terminara controlando a toda la humanidad. El poder lo poseía, la ambición no, pero quizás hubiera sido mejor ya que sería una especie de castigo divino para los humanos que han cruzado las barreras de la creación, perfeccionándose con implantes y superando los límites de lo humano. Aquí el Dios informático decide transformarse en un mortal fusionado con lo cibernético, pero no resulta demasiado claro cuál es su futuro de ahora en más.

El film daría pie a una serie de televisión y a una secuela: Ghost in the Shell: Innocence (2004)