Crítica: Blade Runner (1982)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1982: Harrison Ford (Rick Deckard), Rutger Hauer (Roy Batty), Sean Young (Rachel), Darryl Hannah (Pris), Brion James (Leon), Edward James Olmos (Gaff), Joanna Cassidy (Zhora), William J. Anderson (Sebastian), Joe Turkell (Tyrell), M. Emmett Walsh (Bryant)

Director: Ridley Scott, Guión: Hampton Fancher & David Peoples, basados en la novela ¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas? de Philip K. Dick, Musica – Vangelis

Trama: Los Angeles, 2017. La Tierra ahora es una gigantesca comunidad cosmopolita, invadida por la polución. La humanidad se ha lanzado a conquistar nuevos mundos y utiliza para ello a los replicantes, seres humanoides creados genéticamente y utilizados como esclavos para fines militares, laborales y de placer. Cinco replicantes se han rebelado de una colonia y se han fugado a la Tierra, intentando entrar a la corporación Tyrell, la empresa que los ha diseñado y construido. Pero uno de ellos perece en el intento de ingresar al edificio, y una investigación se ha puesto en marcha. Se cree que los replicantes se han infiltrado en la corporación, pero se desconocen sus intenciones. Los investigadores utilizan un test que provoca respuestas emocionales para distinguir a los replicantes de los humanos, ya que estos seres no poseen sentimientos propios e imitan las reacciones humanas. Pero uno de los tests sale mal, y un replicante mata a uno de los investigadores. La policía llama a Rick Deckard – un cazador de replicantes o Blade Runner – para que prosiga con la pesquisa. Deckard sabe que los replicantes tienen una vida útil de 4 años, y presume que la misión de los seres tiene que ver con esto. Mientras tanto, conoce a Rachel, la asistente del mismo Tyrell, quien resulta ser un modelo perfeccionado de replicante. Y en el transcurso de la investigación, Deckard se enamorará de Rachel mientras comienza a descubrir cosas inquietantes acerca de los replicantes y de su propio pasado.

Arlequin: Critica: Blade Runner (1982)

  Philip K. Dick es un autor de ciencia ficción que se ha convertido en objeto de culto a partir de los años 80, fundamentalmente por la popularización de su obra que impulsó Blade Runner. En lo sucesivo, numerosas adaptaciones de Dick han sido llevadas a la pantalla: desde El Pago hasta El Vengador del Futuro, Minority Report, Impostor, o la reciente A Scanner Darkly. Habiendo conocido a Dick sólo por sus adaptaciones cinematográficas, es tema recurrente en sus obras la alteración de la percepción de los sentidos así como la obsesión por la memoria. Uno podría decir que la obra de Dick experimenta continuamente con los límites de la realidad: ¿lo que recordamos, realmente pasó? o ¿este mundo en que vivimos es real o una ilusión?.

Quizás por esa temática fuera que en los 70 comenzó a popularse su obra literaria, posiblemente por cierto trasfondo lisérgico de sus novelas. Si los hippies experimentaban con drogas para expandir la mente, Dick lo hace con sus palabras y temas. Posiblemente esto suene algo absurdo al día de hoy, pero uno no deja de recordar que 2001, Odisea del Espacio obtuvo una buena taquilla en los años 60, por la continua asistencia de aquellos que vieron en la jornada final a través de las nebulosas del astronauta Bowman un viaje lisérgico (y lo experimentaban una y otra vez en las butacas del cine). Lo mismo que sucedió con Dick, pasó con Tolkien o, en un caso más explícito, con Frank Herbert (el autor de Duna).

Pero más allá de eso, las obras de Philip K. Dick son extremadamente inteligentes. Es un autor de sci fi más existencialista que Bradbury o Asimov. Sorprendentemente, sus adaptaciones al cine han desembocado en vehículos de acción más que en cine arte, que sería el destino natural de sus novelas. Blade Runner se alza como la más respetuosa y fiel a los propósitos del autor, realzando las ideas de éste con las de Ridley Scott, que transforman al film en un clásico instantáneo.

En primer lugar, está la concepción que hace Scott del futuro. Las ciudades son bizarros hormigueros arquitectónicos y culturales, sumidos bajo una capa de polución. Las corporaciones dominan todo, las metrópolis son gigantescos rompecabezas que albergan enormes fábricas en su interior, y el cielo se encuentra totalmente cubierto, sumiendo a la ciudad en una noche tormentosa constante. Es una visión revolucionaria de los futuros pristinos que solía presentar la ciencia ficción hasta ese entonces, con la población sumida en anónimos uniformes (¿una concepción maoísta del futuro?) o en ridículas togas romanas. Tal como George Lucas en La Guerra de las Galaxias, el futuro es para Scott sucio, multicultural y usado. La ciudad de Los Angeles en el 2017 es una visión bastante lógica y realista de lo que puede pasar en unos años. Posiblemente el modelo seguido sea Tokio – aunque numerosos pasajes del film ilustran una convivencia en términos de paridad entre las culturas china y occidental -. El modelo de Scott sería imitado por numerosos filmes de sci fi a partir de los años 80.

En segundo lugar, está la concepción visual del film, que es fascinante. La fotografía es impecable, con luces indirectas y tenues, salones enormes, y exteriores en penumbras. Scott recrea cierto clima del film noir, pero también de la época de oro de la ciencia ficción alemana de los años 20. Las construcciones son arquitectónicamente tortuosas y bizarras, hay una mezcla de lo viejo y de lo nuevo (como el edificio donde vive Sebastian, o los autos antiguos equipados modernamente que ruedan por las calles). Los trajes van desde lo futurista hasta una estilización del glamour de los años 40. En lo estético, Blade Runner es magistral.

Y en tercer lugar, está la trama del film en sí. Ciertamente la historia es bastante episódica, pero Scott la desarrolla con largos intervalos donde descubrimos cosas de estos personajes. Realmente no todos los papeles están bien desarrollados: los replicantes llevan la voz de mando en el relato, mientras que el papel de Deckard resulta algo tosco – y tampoco Harrison Ford colabora para realzarlo -. La interpretación de Ford se ve más justificada en la llamada “versión del director”, pero resulta claro que no es el actor ideal para realizar una caracterización que merece tocar cuerdas más sensibles.

El tema aquí pasa por la naturaleza ambivalente de los replicantes. En ciertos momentos, se antojan como creaturas asustadas, peleando por su vida. Pero en otros casos son pintados como personajes sádicos y terribles. Las imágenes de Rutger Hauer destrozando a Tyrell son impresionantes, y su Roy Batty roza por momentos la locura más que la confusión de sentimientos. A veces uno percibe que más que reflejar la inestabilidad emocional, los actores disparan distintos rangos que rozan la sobreactuación, en especial Hauer y Hannah. La impresión general es que el guión no sabe muy bien como definirlos, si como víctimas, monstruos, o vengadores. Por un lado está Leon, que convive con Zhora, y se fabrica recuerdos a base de fotos intrascendentes. Pero por otro, cuando deben defenderse resultan despiadados y crueles, como la golpiza de Leon a Deckard en el callejón. Quizás la mejor expresión sea la de Joanna Cassidy como la nudista encantadora de serpientes, que alterna entre la violencia y la desesperación cuando Deckard le da caza.Y Batty obtiene cierta redención en su ocaso, cuando le cuenta sus vivencias a Deckard mientras la vida se le escapa como la paloma que tenía atrapada en la mano.

Mientras el film le dedica mayor tiempo de pantalla a los replicantes, prueba un par de cosas con la trama de Deckard. Acá es donde comienzan las diferencias entre la versión original y “el corte del director”. En el original, hay un monólogo inicial y otro final de Harrison Ford como para setear el clima de film negro, que son eliminados en la versión especial (que a mi gusto, omitirlos no es una decisión feliz de Scott, ya que le daban algo más de sabor a Deckard). También está más trabajada la escena del encuentro de Deckard con Rachel en el departamento. Aquí es donde comienzan los indicios de que Deckard puede ser un replicante: posee un piano lleno de fotos realmente dispares, se queda brevemente dormido y sueña con un unicornio, e incluso cuando discute con Rachel en la cocina y le susurra al oído desde las penumbras unas frases podemos ver un reflejo metálico en sus ojos, similar al de los replicantes. Sus actitudes torpes y distraídas cuando recibe los informes de las muertes (o la forzada seducción de Rachel); cuando Rachel le pregunta si él mismo se ha hecho el test Voight Kampff (y Deckard se queda oportunamente dormido). Y por supuesto, el final de la versión del director, que omite la escena del escape de Rachel y Deckard hacia un paraíso verde (¿adónde, si la polución ha contaminado el planeta, e incluso los animales son replicados genéticamente?), donde el detective dice que Rachel es el único modelo de replicante sin fecha de expiración. En cambio, el corte del director muestra a Deckard encontrando un unicornio hecho por Gaff – similar al de sus recuerdos ¿implantados? -, y saliendo con Rachel por el ascensor. Ciertamente la versión del director tiene un final más abrupto, que requería de una escena adicional y no simplemente una puerta cerrándose.

Blade Runner tiene, sin duda, sus ocasionales fallos pero la impresionante lista de méritos termina por sepultarlos. Es un film esencial, una película de climas y estéticas (gracias a la fotografía, los fabulosos efectos especiales de John Dykstra y la música impresionante de Vangelis), que quizás no termine de desarrollar todo el discurso existencialista que posee de trasfondo, pero sin duda es una cinta de enorme influencia.

BLADE RUNNER

Blade Runner (1982) – Blade Runner 2049 (2017)