Crítica: El Sueño de Walt Disney (Saving Mr. Banks) (2013)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / Australia / GB, 2013: Emma Thompson (P.L. Travers), Tom Hanks (Walt Disney), Colin Farrell (Travers Robert Goff), Annie Buckley (joven P.L. Travers), Paul Giamatti (Ralph), Ruth Wilson (Margaret Goff), Bradley Whitford (Don DaGradi), Jason Schwartzman (Richard Sherman), B.J. Novak (Robert Sherman), Kathy Baker (Tommie)

Director: John Lee Hancock, Guión: Kelly Marcel & Sue Smith

Trama: 1961, Inglaterra. La autora de novelas infantiles P.L. Travers se encuentra en la mala, ya que sus finanzas están en rojo y padece un bloqueo creativo que le impide retomar la escritura. Acuciada por la situación, decide ceder ante los avances de Walt Disney – el magnate norteamericano del entretenimiento -, quien intenta adquirir los derechos cinematográficos sobre su creación, Mary Poppins, desde hace más de 20 años. Tomando un vuelo a Los Angeles, Travers es recibida como una reina en Disneyworld, y todo el personal a su disposición se encuentra determinada a complacerla a toda costa. Pero la escritora es una persona recia y antisocial, y está decidida a torpedear el proyecto de Disney a cualquier precio, convencida de que el norteamericano solo terminará arruinando lo que ella considera que es su creación más querida. Y mientras Disney lidia con la testaruda novelista, el americano comenzará a descubrir facetas profundamente emocionales en la obra de Travers, indicando que los libros de Mary Poppins no son mas que una versión idealizada de su propia infancia y de la entrañable relación que mantenía con su problemático padre. Sólo cuando el dibujante y la escritora sinceren sus corazones, lograrán crear un puente de entendimiento que permita destrabar el conflicto y le habilite a rodar la versión cinematográfica de Mary Poppins… la cual terminará por transformarse en un clásico de la cinematografía mundial.

Saving Mr. Banks Saving Mr. Banks es la reconstrucción dramática del tenso proceso creativo previo a la filmación del clásico producido por Walt Disney Mary Poppins (1964). Mientras que generaciones enteras adoraron el filme y tararearon sus melodías hasta el cansancio, hubo una única persona en todo el mundo que estuvo convencida (y hasta el día de su muerte) de que la adaptación era una aberración que traicionaba al texto original. Esa persona era la misma autora de la saga de libros de Mary Poppins, una australiana llamada P.L. Travers, y con la cual Disney tuvo una conflictiva relación de más de 20 años hasta que logró convencerla de que le cediera los derechos cinematográficos, cosa ocurrida en 1964, y circunstancia de la cual la autora renegaría hasta el final de sus días.

Ciertamente uno no puede pedirle fidelidad dramática a Hollywood, y ello es lo que ocurre aquí. Estando involucrada la Disney en la producción, es imposible que el filme resulte objetivo; y si bien el libreto se arriesga a tocar un par de temas delicados – la muerte de uno de los personajes principales; las golpizas que el viejo Elias le daba al pequeño Walt cuandro era chico y se negaba a trabajar repartiendo diarios -, toda la historia se encuentra tremendamente sanitizada, como si hubiera un deseo vehemente de complacer a la memoria (y los herederos) de P.L. Travers, la cual era una persona como mínimo conflictiva. Si hay algo que me ha enseñado la historia, es que los personajes mas exitosos de todos los tiempos han sido tremendos lunáticos, amorales o excéntricos, fruto de una vida inusual, y la cual los ha dañado profundamente como personas; individuos peleadores o antisociales, o enemigos acérrimos de sus propias familias, a las cuales han castigado como una especie de revancha de la vida, haciendo abuso de su fama, poder y fortuna en toda su gloria. Mientras que su vida personal los ha convertido en individuos totalmente atípicos (y por ello se han vuelto creativos y famosos), por otra parte son personas despreciables que han tomado todo tipo de decisiones para lastimar al entorno que los rodea, manteniendo una doble moral y una falsa imagen familiar de las puertas de su casa hacia afuera. Esto ha ocurrido con Joan Crawford, Bing Crosby, algún ídolo innombrable del fútbol argentino, Bette Davis, y una gruesa lista de gente famosa, y es lo que ocurrió en la vida real con P.L. Travers. La autora era una persona detestable que despellejaba a medio mundo, antisocial y de lengua venenosa, una seguidora serial de falsos gurúes – según los cuales terminó adoptando a uno sólo de una pareja de gemelos (y sólo al primer nacido), negándole el contacto al restante chico con su hermano durante el resto de su vida (amén de podarle de una vida de fortuna y comodidades), y disponiendo condiciones miserables en la ejecución de sus bienes al momento de su fallecimiento, otorgándole a su hijo una renta inferior a un salario mínimo durante el resto de su vida – y, desde ya, una persona a esquivar. No sólo esto se ha podado de la cinta, sino también su supuesta relación lésbica con Madge Burnand, hija de un reconocido autor teatral, con quien convivió mas de 10 años. Desde ya que la Travers era una persona compleja – el único ejemplo que se me viene a la mente es Steve Jobs, otro individuo tan genial como aborrecible -, pero aquí su personalidad ha sido tan sanitizada que apenas queda reconocible.

Entre dichas omisiones y sus ponzoñosas criticas hacia la versión filmica de Mary Poppinsnegándole a Disney los derechos cinematográficos sobre el resto de sus novelas, y autorizando únicamente una versión teatral en el 2004, hecha a su gusto con apenas un puñado de canciones de la película, protagonizada integramente por actores ingleses parecidos físicamente a sus personajes, y despojada de todos los elementos que odió en el filme de la Disney -, la única conclusión posible es que Saving Mr. Banks es una versión de fantasía lejanamente basada en hechos reales. Por ejemplo, el filme da a entender que – al final de todo el proceso, y cuando Walt Disney abre su corazón ante la Travers -, la autora experimenta un proceso de catarsis y reconciliación consigo misma y con su pasado, y que el filme termina funcionando como la liberación de un pesado lastre emocional que la mujer ha cargado durante décadas… lo cual se encuentra a años luz de lo ocurrido realmente. La escritora odió a Disney y a su filme, y lo defenestró en cada ocasión que pudo durante los años que le quedaron de existencia.

En realidad el filme debería llamarse “Seduciendo a Mrs. Travers”, ya que en realidad la versión filmica de Mary Poppins es más un triunfo de Walt Disney como negociador, que un proceso de transformación / reconciliación emocional con su pasado sufrido por la escritora. El filme trata sobre cómo un hábil hombre de negocios pudo convencer a una testaruda autora de cederle los derechos sobre su creación y plasmar, sobre dicha obra, su propia visión artística – las canciones, la apariencia de Mr. Banks similar al propio padre de Disney -. En ningún momento el proceso de creación de Mary Poppins (filme) sirve para sanar las profundas cicatrices emocionales de la escritora; en todo caso es Walt Disney – pintado como un inteligentísimo gerente; un individuo capaz de abordar con paciencia y de manera eliptica los temas mas urticantes; y un veterano sicólogo callejero, capaz de leer la personalidad de la gente que lo rodea – quien actúa de modo paternal (y hasta sacerdotal) y logra que la agria autora obtenga una visión diferente de los dramas familiares que la persiguen desde hace años. Y si la redención de la protagonista es un hecho trunco (o en el mejor de los casos, temporal), el otro punto conflictivo es que nunca obtenemos una versión profunda de quien debiera ser la encarnación real de Mary Poppins dentro de lo que fue la infancia de P.L. Travers. Durante todo el filme esperamos la aparición de la niñera (o la figura inspiradora del personaje); y cuando lo hace, aparece en un par de escenas y con un puñado de frases nada memorables. Ciertamente hay rasgos que la aproximan a la interpretación de Julie Andrews, pero el personaje en sí carece de peso dramático. Es un detalle curioso que el padre (tan adorable como fallido en la vida real) sea una especie de villano en la versión final de Mary Poppins, y que la ignota niñera / tía que se viene a hacer cargo asuma el papel preponderante en las novelas de la nana voladora. Uno esperaba 5 segundos de genialidad, de que la tía / niñera se despachara con alguna conclusión reveladora que le diera estatura heroica en la trama como para asumir de que tuvo su influencia en el proceso de creación del personaje; pero, por otro lado, sería también asumir de que hubo una figura sanadora en la vida de P.L Travers, la cual le ayudó a sobrellevar la muerte de su padre y todo el trágico proceso posterior – cuando los hechos demuestran de que posee una personalidad compulsiva y desequilibrada -. En todo caso es la Travers quien se proyecta en la figura de su tía – ordenadora y tranquilizadora en medio del caos -, y se ve a sí misma como la curadora de su padre y de su familia. De ese modo todos los personajes de Mary Poppins han pasado a ser representaciones virtuales de su familia, y he allí el celo de cederlos a manos de un extraño. Lamentablemente el único costado amable de la Travers eran sus libros, los cuales le resultaron insuficientes como proceso de catarsis y reflexión sobre una etapa tan triste de su vida.

Y mientras que el relato distorsiona la realidad de la escritora, no se ocupa de explicar cómo es que se transformó en un personaje tan apático, ni termina de darle el peso heroico que Mary Poppins / tía Ellie precisaba (siquiera para hacer una entrada triunfal), por otra parte termina por funcionar muy bien en sus propios términos como obra de ficción. Traza dos lineas de tiempo – Travers en su infancia, viviendo en una familia pobre liderada por un padre alcóholico tan conflictivo como entrañable; y Travers en su vejez, lidiando con una obligación contractual de ver a Disney y participar en el proceso de creación de un filme al que desea boicotear a toda costa -, las cuales se entrecruzan con momentos emocionales muy inspirados. Si uno se olvida de la realidad pura y dura que reza la Wikipedia, verá que El Sueño de Walt Disney es una película emocionalmente resonante, efectividad que logra basada en un cast de lujo. Ok, lo de Emma Thompson es formidable pero no original – la Thompson es una especialista en inglesas gruñonas de lengua viperina -, pero me gustó mucho el Walt Disney de Tom Hanks… y desde ya que merece una mención de honor el conflictuado padre que compone Colin Farrell. El irlandés hace de borracho entrañable pero profundamente inestable; un individuo que ama con todo el corazón a su familia pero es incapaz de hacerle frente a la bebida (dando lugar a los momentos menos originales del filme, cayendo momentáneamente en todos los cliches propios de filmes sobre borrachos, drogadictos y otra clase de adictos) y, fundamentalmente, un tipo adorable capaz de estimular la imaginación de sus hijos aún en las condiciones de vida más duras…. aunque, claro,“una vida dura” (según Disney) no es irse a vivir a la villa 31 sino ir a parar a un lugar idílico salido de los fotogramas de La Familia Ingalls, y situado en medio de las montañas.

Si uno lo toma como un relato de ficción y se deja llevar por las emociones, verá que El Sueño de Walt Disney es una película formidable. Como carta de amor para los fans del filme protagonizado por Julie Andrews, provee un sinnúmero de perlitas y anécdotas entre bastidores que enriquecen la experiencia de su visión; como contrapunto de dos figuras históricas de carácter fuerte, el duelo actoral de Hanks y Thompson es notable; pero como drama humano yo siento que le faltan piezas importantes. En todo caso me pesa el enciclopedismo, vicio que no afectará al 99% del público que asista a ver el filme y que seguramente tendrá un enorme recuerdo del memorable musical de los años 60. Para ellos el filme funcionará de maravillas, aunque sea siquiera en un nivel meramente ficticio de los sucesos ocurridos en la vida real.

MARY POPPINS

Mary Poppins (1964) – El Regreso de Mary Poppins (2018). Saving Mr. Banks (2013) es el docudrama que recrea el tenso proceso creativo entre Walt Disney y la autora P.L. Travers en las instancias previas a rodar el filme sobre la niñera mágica.