Crítica: Killing Eve (2018)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

calificacion 5 Connerys sobre 5: excelente Recomendación del EditorUSA / GB / Italia, 2018: Jodie Comer (Villanelle), Sandra Oh (Eve Polastri), Sean Delaney (Kenny Stowton), Fiona Shaw (Carolyn Martens), Kim Bodnia (Konstantin)

Creada por Phoebe Waller-Bridge, basado en la serie de novelas “Nombre Clave: Villanelle” de Luke Jennings

Trama: Para Eve Polastri, su trabajo de analista en el Mi6 no es el puesto mas excitante que digamos. Pasa días y días recopilando y cruzando datos, y entregándoselos al jefe de turno. Pero ahora se ha topado con un dato intrigante: una serie de muertes “accidentales” ocurridas en menos de una semana a lo largo de toda Europa y que tienen como víctimas a poderosos empresarios, capos mafiosos y operadores políticos. Para Eve todo esto es responsabilidad de una sola persona y, aunque sea una corazonada, nadie le cree. Y cuando la testigo sobreviviente de una de esas misteriosas muertes es asesinada en pleno Londres – junto con todo el personal de planta del piso del hospital donde estaba, amén de un grupo de oficiales armados -, las sospechas de Eve parecen fundadas. Para Polastri el homicida es una mujer, una desihnibida sicópata que opera para una organización secreta y que es tan eficiente y se siente tan segura de sí misma que ha comenzado a alardear y convertirse en un dolor de cabeza para sus controladores. La directora del Mi6 Carolyn Martens tiene la misma sospecha desde hace rato y, al ver el talento de Eve, decide ponerla a cargo de un equipo especial para rastrear la asesina. Pero la misteriosa Villanelle es un figura escurridiza que salta por toda Europa mientras cambia una identidad tras otra y, lo que es mejor, hasta sus mismos controladores desean eliminarla ya que consideran que se ha salido de control. ¿Podrá una simple burócrata, de tibios modales y agudizado ingenio, detener a la mejor asesina profesional de todo el continente?.

Crítica: Killing Eve (2018)

Killing Eve es otra de esas heterodoxas producciones de la BBC, el gigante británico de la televisión. En los últimos años la BBC ha logrado sacarse con éxito el aura de “emisora estatal aburrida dedicada exclusivamente a emitir contenidos culturales”, generando productos de gran interés como Top Gear o ficciones aplaudidas por la crítica y el público, ya sea Luther, la versión modernizada de Sherlock Holmes y las nuevas temporadas del clásico de la ciencia ficción Doctor Who. Killing Eve es una aproximación no convencional al género del espionaje, un rubro tan caro a las sensibilidades británicas.

Muchos comparan a Killing Eve como una versión iconoclasta de James Bond o Jason Bourne, comentario hecho obviamente por tipos que están en sus treinta y no conocen lo que pasó mas allá de la década del 70. En realidad Killing Eve, mas que una tira de espías, se parece a un comic europeo de la década del 60, en especial los fumetti italianos que endiosaban a los genios criminales. Si el comic americano siempre fue un símbolo del poderío estadounidense con un obvio subtexto nacionalista – decididos a luchar por la libertad, la justicia y la democracia en todo el mundo -, los fumetti italianos narraban, desde el cinismo, el descontento con la Europa de la postguerra y el surgimiento cíclico de autócratas que ponían en peligro la paz del continente. Europa era tierra de nadie, vivía permanentemente en crisis durante el volátil proceso de reconstrucción y era pasto fácil para criminales de todo tipo. Los héroes dignos de admiración se habían convertido en asesinos y ladrones de alto nivel, tipos que vivían en envidiables ambientes de lujo, emanaban sofisticación y eran letales a la hora de la acción. Enfrascados en ajustadas mallas de aspecto siniestro, los Fantomas, Diaboliks y Killings cometían sus golpes de manera impune mientras estaban rodeados de bellezas en paños menores. Killing Eve viene a ser una iteración moderna de Fantomasotro criminal inclasificable e imposible de atrapar, perseguido de manera obsesiva por una versión femenina del inspector Juve, quien intenta desentrañar el críptico plan del villano para apoderarse del mundo desde las sombras -. En este caso se trata de Villanelle, una asesina a sueldo con desenfadado sentido del humor que es capaz de matar a quien sea donde sea y salir impune de la operación debido a su amoralidad y letalidad. Villanelle (Jodie Comer) no es, en sí, el cerebro criminal detrás de la movida sino el brazo operativo que comete los asesinatos en vistas de un plan mayor que permanece indescifrable y que corresponde a los oscuros deseos de una organización secreta llamada Los Doce. Como Modesty Blaise, Villanelle tiene un pasado feroz y misterioso – abusada a temprana edad, devenida en sicópata salvaje, captando la atención de los servicios de inteligencia rusos que falsifican su muerte en prisión para enrolarla, darle una nueva identidad y entrenarla hasta el punto de convertirla en una aceitada máquina de matar – y su impresionante eficiencia la han vuelto soberbia y excesivamente confiada. Ya le ha tomado el gusto a la sangre y, lo que debe ser una operación simple y delicada – liquidar a un testigo camuflándolo como un suicidio – se transforma en una masacre desproporcionada con la mitad del personal del hospital muerto y de la manera mas alevosa posible. Esto no solo provoca la ira de sus superiores – que la consideran una causa sin remedio y están dispuestos a deshacerse de ella – sino que llama la atención de una burócrata del Mi6, una analista de escritorio (Sandra Oh, quien entra en escena en una producción inglesa con el justificativo de su nacionalidad canadiense) que sabe extrapolar datos y olfatear pistas pero es de lo mas incompetente a la hora de la acción. Ella no es una agente de campo, solo una estratega, y ahora que las tapaderas han volado y queda todo a la luz, recibe la jefatura de un grupo de tareas secreto por parte de su jefa (Fiona Shaw, lejos de los papeles cómicos y destilando autoridad e inteligencia por todos sus poros), quienes empiezan a rastrear a Villanelle hasta sus orígenes en Rusia.

Si hay algo que caracteriza a Killing Eve es su retorcido sentido del humor. Es difícil no festejar los actos de Villanelle, una exquisita intérprete en el arte de matar, y la cual opera con un desenfado adolescente que te hace morir de risa; y, por el otro lado, está Eve Polastri / Sandra Oh, la cual hace lo que la Oh sabe hacer tan bien (desde sus épocas de Anatomy Grey) y que es lucir sorprendida, furiosa, desmoronarse en llanto, mirar con suspicacia y ser extremadamente mordaz a la hora de desconfiar de las apariencias. Pero acá la trama no se reduce a una persecución internacional a lo James Bond, sino que perseguidor y perseguido comienzan a desarrollar un extraño y retorcido vínculo, con la asesina enamorándose de la investigadora – le recuerda a su primer amor, una maestra de la universidad a la que sedujo sin miramientos – y la investigadora debatiéndose entre el horror, la admiración… y una extraña sensación en el estómago que le alerta que quizás la atracción sea mutua.

Con un humor implacable, escenas de acción formidables, diálogos sin desperdicio y una trama brillante – que en los últimos capítulos parece salirse de madre con el delirio -, Killing Eve es una serie sin desperdicio, súper recomendada para pasar el rato y admirar el duelo actoral de la Comer vs Oh, en una historia que se sale de la vaina y no cae en la trampa del cliché en ningún momento. Y con una segunda temporada en ciernes, aguardar para verla (y devorarla en una sentada) es un espera desesperante.