Crítica: The House That Jack Built (2018)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

4 atómicos: muy buenaRecomendación del EditorDinamarca / Francia / Suecia / Alemania, 2018: Matt Dillon (Jack), Bruno Ganz (Verge), Uma Thurman (Victima 1), Siobhan Fallon Hogan (Victima 2), Sofie Gråbøl (Victima 3)

Director: Lars von Trier – Guión: Lars von Trier, sobre una historia de Jenle Hallund

Trama: Fines de los años 60. Jack es ingeniero e intenta construir una casa desde hace años. Pero ninguno de los diseños lo satisface, y la construcción es levantada y demolida una y otra vez. Buscando materiales para la misma, levanta en la ruta a una mujer snob cuyo auto acaba de pinchar un neumático. La mujer habla sin parar y no deja de provocar a Jack, acusándolo de tener el aspecto de un asesino serial. Entre tantas palabras el monólogo de la mujer se sale de madre y Jack, fastidiado, termina por destrozarle el cráneo con el gato neumático que habían ido a comprar al pueblo. Sintiendo un placer nuevo y pleno, Jack decide almacenar el cuerpo de la mujer en el enorme freezer industrial que tiene alquilado desde hace meses. Y habiéndole sentido el gusto al asesinato, comenzará a cazar víctimas entre viejas desvalidas y divorciadas desesperadas. Pero Jack es un sicópata, para él las emociones no existen y su apatía le hace difícil socializar con sus posibles presas. Es por eso que se hace una galería de fotos con las emociones habituales de la gente – llorar, sonreír, enojarse, etc – para simular sus sentimientos. Y habiendo perfeccionado el método, ahora los cuerpos se acumulan por decenas en el freezer industrial. Porque para Jack la muerte es un arte – no en vano los diarios lo llaman “el Señor Sofisticación” por los complicados cuadros que arma con los cuerpos mutilados de sus víctimas, sacándole fotos y mandándolas a los medios – y el sufrimiento ajeno es placer… pero la sensación se está volviendo cada vez mas efímera, y Jack debe matar con mayor frecuencia. Y ése es un detalle que lo está volviendo descuidado, abriendo a las autoridades la posibilidad de seguir su rastro hasta dar con su paradero… y descubrir todo el horror que Jack atesora en su amado depósito.

Arlequín: Crítica: The House That Jack Built (2018)

Gente abucheando la película y abandonando el cine; criticos aplaudiéndola de pie. Especialistas que la han lapidado y espectadores que la han alabado. The House Tha Jack Built es, definitivamente, una película que divide aguas, pero ni por asomo es el engendro que la crítica especializada pretende vender. No es Nekromantik (y aún así, Nekromantik era un filme que tenía ideas detrás de su fachada horripilante), pero atraviesa un par de límites que son tabú para el cine mainstream. Hay una performance comprometida de Matt Dillon (que, por momentos, te hace acordar a un Josh Brolin mas flaco), hay ideas, hay shocks y hay humor (negrísimo, por cierto). Pero tirarle una bomba al filme simplemente porque Lars Von Trier es un provocador y la mitad de la prensa especializada lo odia, es obviar las cualidades de un buen producto. Heterodoxo y subversivo, es cierto, pero sólido e inteligente.

Ciertamente The House Tha Jack Built no es un filme para cualquiera, ni para estómagos sensibles ni para gente snob políticamente correcta. Intenta ser un retrato integral de un asesino serial y vaya que lo logra, explorando en profundidad qué es lo que lo impulsa a actuar. Todo el filme tiene una dupla de voces en off (Dillon y Bruno Ganz, que da la impresión de ser el sicólogo de la prisión donde han encerrado a Jack después de atraparlo tras decenas de correrías), los cuales discuten y analizan una serie de incidentes puntuales que Jack consideran que son vitales en su larga carrera como asesino serial: el primer asesinato, el segundo secuestro (de una anciana que cree que Jack viene a hablarle del seguro de su marido muerto), el intento de formar una familia que culmina en una masacre, una chica de pocas luces a la cual Jack le confiesa todo (y que ella, por boba, descree), y el tiro del final, que es intentar probar una vieja teoría nazi (!) de que se pueden asesinar varias personas si están alineadas y se les pega un tiro en la cabeza con munición lo suficientemente potente. Mientras tanto hay flashbacks sobre la infancia de Jack, su desorden obsesivo compulsivo (el cual mejora con el paso del tiempo ya que los asesinatos actúan como si fuera una terapia!), y sus frustrados intentos de construir una casa… una excusa hábilmente armada por el guión para desencadenar el chiste del final.

Ciertamente Jack es un tipo reservado y antipático. De chico torturaba animales y era antisocial, cualidades características en un sicópata. El primer asesinato (con Uma Thurman de víctima) es prácticamente un chiste negro. A la Thurman se le rompe el auto y, como estamos en los 60s, no hay celulares ni cabinas telefónicas a mano. Dillon es forzado a parar, y la Thurman – en modo ultra bitch – lo mandonea, le ordena que la lleve al pueblo, que la espere mientras le arreglan el gato hidráulico para levantar el auto y cambiar el neumático, que la regrese a donde está el coche… y todo esto mientras lo bardea mal diciéndole que tiene pinta de asesino en serie (!). Vos ves que Dillon se la banca, se muerde los labios ante la mujer insufrible que no para de hablar… hasta que decide partirle el cráneo con el dichoso gato. El tipo no la mató de entrada; la mujer pudo haber seguido su camino; pero ese snobismo de creerse superior a los demás y de pensar que puede decir lo que se le da la gana, termina despertando el asesino serial que estaba dormido en Jack. La muerte le ha provocado placer; ahora ha decidido llevar el cadáver de la Thurman a una bodega que alquila en donde tiene un freezer industrial (de esos del tamaño de un galpón). Como explica en una parte de la película – porque von Trier se da el lujo de ser didáctico y apelar a documentales y dibujos animados con tal de probar las teorías del protagonista -, el asesinato provoca una carga de excitación en Jack. Y cuando esa carga – que dura días – empieza a extinguirse, el dolor lo invade. La única manera de calmarlo es volviendo a matar.

Hay un par de episodios que parecen tarantinescos. Cuando Jack ataca a la vieja viuda, vos ves a un individuo tremendamente torpe que no está acostumbrado a hablar con personas, es incapaz de hilvanar ideas o mentiras, y cambia el discurso de un momento a otro. Lo que parece terrible y avergonzante – y vos ves la cara de la víctima, que está viendo a un mentiroso patológico y no le cree nada -, termina por sorprenderte cuando Jack da en el clavo con una idea que seduce a la victima, y fuerza el estado de confianza no porque se haya creado, sino porque existe un interés (la codicia) que la impulsa a correr el riesgo de abrirle la puerta a un tipo que antes dijo que era policía y ahora se desdijo y aduce que es agente de seguros. Si el asesino es torpe, sus victimas son aún mas idiotas. No solo es un burro asesinando (tiene que ahorcar a la vieja varias veces) sino que no sabe hablar con la gente, Es por eso que hay un momento genial en el filme, en donde Matt Dillon recorta (de distintas revistas) fotos de caras haciendo gestos, las pega al lado de un espejo, les pone etiquetas sobre qué significan y empieza a imitarlas. Debe pasar por humano simulando sentimientos para que la gente le tenga confianza… y ahí poder darles el zarpazo. El incidente con la viuda termina con un show plagado de delirio y gore, el cual es tan shockeante como gracioso.

Donde empiezan las crueldades es con el tercer incidente, en donde Jack conoce a una divorciada con dos hijos y los lleva de cacería… literalmente. Porque Jack colecciona todos los cuerpos en el freezer, les saca fotos al momento de matarlos… y los pone en pose como si fueran tétricas marionetas. Esas fotos las manda a los diarios y se hace llamar el Señor Sofisticación. Está convencido que el arte no solo está en crear sino en destruir, y sus victimas son sus obras de arte. Pero ahora ha descubierto algunas técnicas que hacen los taxidermistas (rústicas, por cierto) y ha comenzado a darles posiciones y gestos en ojos y boca a costa de insertarles alambres antes que alcancen el rigor mortis. Ver a un par de pibes con expresiones desquiciadas (ojos desorbitados, sonrisas diabólicas al estilo del Joker) te da escalofríos.

A partir de ahí el filme empieza a perder el humor negro y a volverse serio y profundo. Las charlas con Verge, su supuesto interlocutor, llegan al punto de discutir la arquitectura nazi (el proyecto de Germania de Albert Speer) y el diseño de los bombarderos en picada Stuka, los cuales llevaban sirenas en el soporte de las ruedas que hululaban de manera feroz al caer a alta velocidad, aterrorizando a las victimas a las cuales les iban a tirar la bomba. El punto es que Jack está convencido que en el horror hay belleza, mientras que Verge dice que no hay arte sin amor. (alerta spoilers) Todo esto se va al diablo cuando Jack está mas obsesionado que nunca con la teoría de matar 6 tipos con un solo tiro, que termina robándose un patrullero, delatando el lugar del depósito y siendo sitiado por la policía mientras está atrincherado en el freezer. No sólo el filme se da el retorcido lujo de darle la oportunidad a Jack para que construya su casa soñada (gulp!), sino que se va de mambo, poniendo a Verge en el lugar del crimen y dando a entender que no se trata del supuesto sicólogo de la cárcel sino de una segunda personalidad (o de una entidad sobrenatural) que ha venido a buscar a Jack para llevarlo al Infierno. Ahi von Trier deja el terreno libre para que cualquiera interprete lo que se le dé la gana, siendo una visión de fantasía que oculta lo que en realidad estaba ocurriendo en el depósito (fin spoilers).

No he visto nada de von Trier, excepto fragmentos de NymphomaniacThe House That Jack Built no es un filme execrable pero hay un par de momentos crueles. El resto es un intento de explorar la mente de un hombre enfermo, un tipo que carece de sentimientos o culpa, y que mata por placer. Lo mas interesante de todo no es el gore, el humor negro o el shock, sino el intento de racionalización de las acciones de Jack, lo que se transforma en un paseo por la mente de un sicópata. Un robot que debe simular humanidad para atraer a las víctimas y gozar con su masacre. Un individuo que inventa diferentes maneras de asesinar con el fin de no estar aburrido y ser “creativo”. El narcisismo de ser visto como un artista, alguien que crea arte con la muerte. Una persona que se cree ajena a todo lo que lo rodea, razón por la cual cree que tiene impunidad. Un estudioso de la muerte, ya sea de los distintos métodos usados en la historia, y un conocedor de la corrupción y la podredumbre del cuerpo humano. No deja de ser un pantallazo fascinante sobre alguien que ha perfeccionado el oficio pero, a su vez, ese ocio creciente – la tarea de siempre lo aburre y ya debe recurrir a métodos extremos para que el asesinato vuelva a ser excitante – lo ha vuelto arrebatado y descuidado. Momentos allí y allá destacan la brillantez de la narrativa – como cuando la victima que está a punto de ser mutilada grita por puertas y ventanas e incluso acude a la policía, pero nadie le cree o nadie aparece -, detalles que indica que la sociedad es tan apática como el personaje de Matt Dillon: carentes de sentimientos, egoístas, cero solidarios, ensimismados en sus asuntos mundanos y ajenos al dolor. He allí el triunfo de Jack y su impunidad: un espejo de la sociedad a la cual pertenecemos. Y como la sociedad es un cuerpo enfermo que ha perdido la humanidad, así es como produce – de tanto en tanto en cada nueva generación – tumores malignos como Jack, muestras que se reproducen en un número cada vez mayor (miren sino los diarios, desde los terroristas hasta las masacres en los colegios), gente enferma que se multiplica y que, en un arranque de inconciencia, se lanzan a matar sin importarles si son abatidos. El fin supremo es provocar el dolor ajeno y esa es una misión por la cual vale perder la vida… un razonamiento tan desquiciado que solo alguien, humano en apariencia pero silente en su interior y profundamente amoral, puede tener.

The House That Jack Built me resulta un filme muy recomendable. No es para cualquiera pero si ha visto filmes serios sobre asesinos seriales (como Los Asesinos de la Luna de Miel o Henry, Retrato de un Asesino), la cinta de von Trier le parecerá una adición mas que respetable al mundo de filmes de culto, sórdidos y feroces, que intentan descifrar la mente y el alma de esos monstruos con piel humana que moran escondidos entre nosotros, prestos a atacar cuando se les presente la primera oportunidad.