Crítica: Amarga Pesadilla (Deliverance) (1972)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1972: Jon Voight (Ed Gentry), Burt Reynolds (Lewis Medlock), Ned Beatty (Bobby), Ronny Cox (Drew), Howard ‘Cowboy’ Coward & Billy Redden (montañeses)

Director: John Boorman, Guión: James Dickey, basado en su novela homónima

Trama: Un grupo de cuatro amigos decide pasar el fin de semana haciendo un viaje aguas abajo en el caudal del salvaje rio Cahulawassee. Divididos en dos canoas, la travesía se vuelve cada vez más complicada a medida que avanzan en el trayecto. La canoa de Ed y Bobby termina por adelantarse al resto del grupo, y deciden hacer un alto en un recodo del río. Pero siendo interceptados por un par de montañeses armados, estos terminan por atar a Ed y violar a Bobby. En el medio del ultraje Lewis y Drew llegan a tiempo para rescatarlos, pero uno de los criminales resulta asesinado. Sacudidos por el impacto de los hechos, el grupo decide ocultar el cuerpo del montañes, y cubrir los hechos con un manto de olvido. Pero el restante criminal – que ha logrado escapar – los está aguardando a la vera del río, y terminará por tenderles una trampa. Ahora los miembros supervivientes del grupo deberán librar una batalla campal por su supervivencia.

Crítica: Amarga Pesadilla (Deliverance) (1972)

Hay terminos que, a mi juicio, están mal empleados. Algunos llaman a un determinado género horror urbano y a otros violencia en los bosques. Según mi parecer, la mejor expresión sería la de citadinos aterrorizados. Es un termino que engloba a ambos y define mejor al género. Mientras que los protagonistas son siempre personas que viven en la gran ciudad, encuentran el horror en la inmensidad de la jungla de cemento (El Hijo de Sam, Zodiac, Seven – Pecados Capitales, y una inmensa mayoría de films de asesinos seriales), o bien cuando salen de ella y se internan en la America profunda. Como es el caso de Deliverance (curiosamente existen pocos casos contrarios – el del pueblerino que se interna en el infierno de la gran ciudad -; un ejemplo aislado de ello es Midnight Cowboy).

Deliverance, junto con Los Perros de Paja de Sam Peckinpah, funda el género de citadinos aterrorizados. El escenario es siempre el mismo – individuos fuera de su contexto urbano, rechazados y violentados por el entorno, que terminan por tomar la justicia en sus manos -, pero son historias que dan para lecturas muy diferentes. La misma trama puede utilizarse como un ensayo sobre la violencia, un escenario de terror (The Hills Have Eyes) o, como con el film de John Boorman que nos ocupa, un análisis sobre la mente humana en estado de alta tensión. Deliverance no es un vehículo de acción o terror sino un thriller sicológico.

Acá lo que interesan son lo choques culturales y la evolución de las personas. El grupo de amigos de la ciudad, que va a pasar el fin de semana remando en el río, nunca pasa de ser una troupe de caracteres bidimensionales. Funcionan mayormente como caricaturas del hombre urbano típico: profesionales exitosos, soberbios y prepotentes, que miran al resto de los individuos diferentes desde la altura que les brinda su propia cultura. Y mientras tanto están los montañeses – la America profunda, ignorante y conservadora – que son extremadamente reacios a los extraños en su tierra. Desde el primer fotograma ya podemos ver un clima decididamente hostil (aunque de manera subliminal) entre este grupo de citadinos altivos y los campesinos ignorantes y desconfiados. Tampoco es una mirada neutral – ésta es también la visión de John Boorman -; a decir verdad, el director los pinta como una autentica comunidad alienígena frente a los ojos de un extraño. Si bien Deliverance es un film con los pies enteramente puestos en la tierra, uno no deja de notar que los montañeses son ilustrados como una masa de gente bruta y deforme – no hay demasiadas diferencias entre estos individuos y la banda de los mutantes de Pluto en The Hills Have Eyes -. Son analfabetos, hoscos, deficientes física y mentalmente, y la película se encarga de mostrar dichas deformaciones, de manera de que uno puede pensar en relaciones incestuosas y problemas genéticos por doquier.

Y mientras tanto tenemos a este grupo de individuos que se van a topar con el espanto. Si bien el libreto les brinda escenas para intentar humanizarlos, no terminan por convertirlos en seres humanos reales. Hay un completo desequilibrio entre los caracteres; mientras que Burt Reynolds es pura testosterona, el resto del grupo va de lo cobarde a lo amanerado. Uno no termina de entender como un grupo tan heterogéneo de individuos puede haber entablado una amistad.

Pero donde el film cobra su vuelo es con la escena del secuestro y la violación de Ned Beatty. Es una secuencia que aún hoy shockea, y donde los montañeses quedan reducidos a una fuerza malvada y primaria, operada por los instintos y sin otra razón de ser que la de provocar daño. Si uno quiere, Deliverance es un film altamente discriminatorio, que no difiere demasiado de las películas acerca de los exploradores en Africa que Hollywood solía despachar entre las decadas del 30 al 50. El individuo blanco y culto se enfrenta a los salvajes (que son dueños de la tierra que es invadida); pero los standares culturales indican que el hombre blanco es el dueño de la justicia y la verdad. Aquí pareciera que hay otras violaciones además de la de Ned Beatty, como es la construcción de la presa que terminará por inundar el valle y hacer desaparecer al río y al pueblo. Es la cultura urbana que viola el status quo de la sociedad campesina. Los amigos citadinos son representantes de esa invasión, y son salvajemente castigados por los lugareños.

Es difícil no caer en análisis intelectuales cuando un film exhibe tan pocos diálogos, intercalando escenas de alta carga dramática con enormes secuencias silentes de el hombre versus la naturaleza. Si uno quiere, el núcleo de Deliverance es demasiado breve y podría haber generado un cortometraje – la violación y la venganza -; todo el resto es Boorman puro, generando pinceladas para entender como funciona ese mundo. Al igual que los filmes de expedicionarios, estos hombres se han internado en terrenos más allá de las fronteras de la civilización y, por lo tanto, fuera de sus leyes. Lo que aplican Lewis y el resto de los personajes es la más pura Ley de la Jungla.

Pero a su vez Deliverance también funciona como una historia de ritos de aprendizaje. Sorprendentemente el héroe predestinado – el papel de Burt Reynolds – es puesto fuera de combate antes de tiempo, y corresponde a Jon Voight – uno de los más blandos del grupo – convertirse en el puño justiciero y líder de los supervivientes. La transformación de Voight es asombrosa – sutilmente termina por convertirse en un individuo completamente diferente al final del film -. Como en las road movies, los individuos ya no serán los mismos cuando lleguen a su destino.

Deliverance sigue siendo un film excelente. Quizás su visión de los mundos que expone sea demasiado radical, pero consigue anotar los puntos para los objetivos que se propone: un tour de force sicológico, en donde los opuestos terminan por enfrentarse y los individuos terminan por transformarse en el fruto de sus peores pesadillas.