Crítica: El Despertar del Diablo (The Hills Have Eyes) (2006)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2006: Aaron Stanford (Doug Petrowski), Ted Levine (Bob Carter), Kathleen Quinlan (Ethel Carter), Emilie de Ravin (Brenda Carter), Dan Byrd (Bobby Carter), Vinessa Shaw (Lin Carter), Tom Bower (dependiente de estación de servicio), Robert Joy (Lizard), Laura Ortiz (Ruby), Michael Bailey Smith (Pluto), Desmond Askew (Gran Cerebro), Billy Drago (Papa Jupiter), Ezra Buzzington (Goggle)

Director: Alexandre Aja, Guión: Alexandre Aja & Gregory Levasseur, basados en el film homónimo de 1977 escrito por Wes Craven, Musica – tomandandy

Trama: Bob Carter y su esposa emprenden un viaje, acompañado por sus tres hijos, el novio de una de ellas y su bebé. En una estacion de servicio el dependiente le señala un atajo a través del desierto, pero el mismo resulta ser un engaño y pronto Carter y su familia tienen un accidente, donde terminan por destrozar el auto. Varados en medio de la nada, Bob y Doug, los adultos de la familia, deciden tomar caminos opuestos en busca de ayuda. Pero Bob es atrapado y masacrado, mientras que Doug descubre un cementerio de autos abandonados. Mientras tanto Bobby – el menor de la familia – encuentra a una de sus perras mutilada. De regreso al campamento, son atacados por una horda de mutantes que asesinan a la mitad de las mujeres y terminan por robar a la bebé. Doug ahora deberá emprender una carrera desesperada para recuperar a su hija, que ha sido raptada por sobrevivientes de las pruebas atómicas hechas en el desierto en los años 50, y que han evolucionado hasta convertirse en mutantes canibales.

El Despertar del Diablo The Hills Have Eyes (1977) es uno de los primeros pininos de Wes Craven en su extenso curriculum de terror. Es también uno de los primeros del sub género llamado backwoods brutality; esto es, grupo de citadinos se pierden en un paraje extraño y son atacados por la población del lugar. Sin dudas el epitome del sub genero es el clásico Deliverance (1972) de John Boorman, donde un grupo de ricachones se extravía en la montaña y es atacado y violentado por campesinos. Si el film de Boorman era un thriller que funcionaba más en una óptica sicológica, el tema pronto sería adaptado al género del terror con suma facilidad, y daría pie a infinidades de variantes, desde Leatherface de The Texas Chainsaw Massacre hasta Jason de Friday the 13th.

Pero salvo el film de Boorman, el resto es basura mejor o peor camuflada. La temática básica de Deliverance es mostrar a los citadinos superficiales totalmente ajenos a la brutalidad escondida en lo que los yanquis denominan la America Secreta: el campesinado bruto y salvaje, omnipotente y alienado (un tema que le gusta mucho a Stephen King). Ciertamente es una visión un tanto absurda de la lucha de clases, pero en Deliverance era realmente efectiva, simplemente porque el atacante no era más que un catalizador del argumento; el propósito real era demostrar que el hombre, en condiciones extremas, puede abandonar todo tipo de ataduras culturales y morales, y volverse el más salvaje asesino sediento de venganza. Deliverance es un viaje de transformación y hasta de involución; el individuo regresa a su estado más primitivo e instintivo, donde sólo prima la ley del más fuerte.

El problema con esta temática es que cuando pasa al género de terror, los resultados del viaje no importan y sólo se pone el empeño en hacerlo lo más efectista posible. The Last House on the Left (1972) es el primer film de Craven (y del mismo año que Deliverance), y toma la misma temática, solo para exponerlo en los términos más brutales posibles. En el fondo todo se emparenta con otro clásico como Death Wish (1974), en donde el ultraje debe ser bestial y la venganza, aún peor. Lo único que uno asiste es a un despliegue de sadismo recíproco entre víctimas y victimarios, pero no hay ninguna reflexión o análisis de lo que queda después, o el proceso de transformación intermedio. Si se quiere, termina por ser pornografía violenta donde el espectador se relame con el cruel castigo que Charles Bronson (o el vengador de turno) aplica a los violentos.

Lamentablemente sería un género muy popular y copiado hasta la saciedad. De hecho la primera The Hills Have Eyes es una especie de transplante de The Last House on the Left a otro escenario y con algún matiz diferente. Ahora en el 2006 viene esta remake, siguiendo la oleada de nuevas versiones de títulos populares del terror del 70 y los 80, desde el aggiornamiento de Halloween hasta The Texas Chainsaw Massacre, pasando por The Fog, The Amityville Horror y numerosos films. Wes Craven sólo produce, y el mando queda en manos de Alexandre Aja (Haute Tension).

Pero es un film muy desparejo. Por un lado se esfuerza en darle más carnadura a los personajes, que sin ser un libreto para el Oscar, lo logra. Aquí está la típica familia ultraconservadora americana, amante de la bandera y de las armas. El único descolgado es Doug, que es un individuo tranquilo, liberal y pacifista. El resto de los personajes podrían calzar bien en un drama televisivo. No es Shakespeare, pero al menos dentro de los canones del terror están mejor perfilados que en cientos de otros filmes.

El problema comienza con la aparición de los mutantes. El ataque inicial es realmente muy desigual; Aja exhibe tensión en algunas escenas, e incluso sorprende con algunas muertes imprevistas, pero por el otro lado la troupe de mutantes es realmente patética. No es una masa de asesinos inteligentes sino que se comportan como los idiotas del pueblo – un clisé de todo el sub género de backwoods brutality -, aún cuando están organizados y se comunican por walkie talkie. Después viene la represalia de las victimas, especialmente en la figura de Doug – el pacifista que debe vengar y rescatar a sus seres queridos -, pero todos los clisés del género se despachan uno tras otro, y no hay demasiada tensión simplemente porque uno sabe como van a pasar las cosas. El asesino deforme que le da una paliza al héroe en vez de matarlo directamente; la captura del héroe sin que sea asesinado; la transformación del héroe en un asesino implacable (sobre el final); los errores de confianza del héroe, que son aprovechados por los violentos; y el espantoso clisé de los asesinos que nunca terminan de morir.

El tema es que para filmar temas viejos en versiones nuevas, hay que agregarle más inteligencia a todo el asunto. Victimas y victimarios deben jugar al gato y al ratón desde su propia astucia. No es lo que pasa aquí, no hay acoso mutuo, los mutantes pasan – en la segunda mitad del film – a ser blancos inmóviles y no verdaderas máquinas de matar. Y si bien Doug realiza algunas cosas interesantes, no es tampoco un personaje que cobre la real estatura heroica que debería tomar sobre el final de su jornada de venganza. A lo sumo es un individuo que comete varios actos violentos y que termina por triunfar más por suerte que por la fuerza de su odio. Es bastante anodino.

Es una película que se deja ver, pero no aterroriza ni impresiona – además toda su temática es excesivamente rebuscada -. Ni siquiera como vehículo de acción es memorable. Tiene algunas buenas ideas sobre cómo crear el escenario pero, una vez comenzada la matanza, es pura rutina.