Crítica: Vértigo (De Entre los Muertos) (1958)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

4 atómicos: muy buenaUSA, 1958: James Stewart (John Ferguson), Kim Novak (Madeleine Allister/Judy), Barbara Bel Geddes (Midge Hill), Tom Helmore (Gavin Allister)

Director: Alfred Hitchcock – Guión: Alec Coppel & Samuel Taylor, basado en la novela “D’entre les Morts” de Pierre Boileau & Thomas Narcejac

Trama: El detective John Ferguson, tras perseguir a un peligroso criminal por los techos de los edificios de San Francisco, ha dado un paso en falso y ha quedado colgando del vacío. Semejante experiencia ha sido traumática y ahora Ferguson padece de Acrofobiamiedo a las alturas -. Retirado y disfrutando unos días de solaz, es llamado por su antiguo amigo de la infancia, Gavin Allister, el cual se ha vuelto un potentado. Gavin quiere que Ferguson siga a su esposa Madeleine, la cual viaja centenares de kilómetros durante el día y no recuerda dónde ha estado. Incluso Madeleine parece obsesionada con la pintura de Carlotta Valdez, una figura trágica del siglo XIX cuya vida de sufrimiento la llevó al suicidio a los 26 años. Vistiéndose y maquillándose tal como Carlotta, Ferguson cree que la obsesión con semejante mujer es peligrosa y termina por comprobarlo cuando Madeleine intenta suicidarse arrojándose al río. Al rescatarla, entre ambos nace una pasión prohibida que afecta la mente del ex detective. Y en una visita a la antigua abadía española de San Juan Bautista, Madeleine sufre un ataque de nervios y sube a toda prisa al campanario. Como el vértigo que afecta a Ferguson lo congela a mitad de camino de las enormes y altas escaleras, solo atina a ver cómo Madeleine cae al vacío y se estrella contra el techo de la abadía. Ahora Ferguson ha sido internado en un psiquiátrico y han pasado meses desde el evento sin que pueda pronunciar una palabra. Apenas repuesto, ha comenzado un recorrido por todos los lugares por los cuales siguió a Madeleine… y, en un momento, se cruza con una mujer que se la recuerda. Aunque es pelirroja, tiene otro carácter y trabaja en un centro comercial, Ferguson comienza a seguirla y le pide una cita. Pero pronto la obsesión de Ferguson por la nueva chica se vuelve insana, hasta el punto de comprarle los mismos vestidos y hasta hacerle teñir el cabello y peinarla como Madeleine. ¿Acaso Ferguson se ha vuelto un maníaco y sólo puede amar a alguien a la imagen y semejanza de Madeleine?. ¿O su cerebro le está enviando señales de que algo está mal con la nueva chica?. ¿O sólo es la imaginación de Ferguson y él nunca abandonó el psiquiátrico, en donde permanece encerrado en su mente?.

Crítica: Vértigo (De Entre los Muertos) (1958)

(Esta reseña es un enorme spoiler en sí; si le interesa Vértigo, le recomiendo que la vea primero y después regrese a participar de la discusión sobre el filme)

Uno puede decir lo que la tribuna quiere oír; o puede quedar como un hereje, y desquitarse de manera desproporcionada con un filme de prestigio (para asomar su cabecita entre la multitud y hacer ruido). O simplemente puede ser honesto sin irse a ninguno de los extremos. Que Vértigo sea considerada la obra maestra de Alfred Hitchcock me parece una exageración; y que en muchas listas armadas por selectos críticos de todo el mundo aparezca frecuentemente como la mejor película de la historia – sobrepasando a Citizen Kane – me parece un disparate. Uno no niega los méritos del filme pero Hitch tiene cosas mejores como Psicosis o Los Pájaros, títulos que crearon sus propios géneros y que permanecen frescos ante el espectador moderno. ¿Que Vértigo está sobrevaluada?. Por supuesto que sí. ¿Que no vale la pena?. Eh!. Nadie dijo eso.

Vertigo tiene una estructura de dos actos que es demandante. Al contrario de otros filmes de Hitchcock que tienen humor negro o vueltas de tuerca constantes, éste es un espeso drama que tiene como tema principal la obsesión. Acto I, Kim Novak está obsesionada con una mujer del siglo XIX, amante clandestina de un millonario que le arruinó la vida, le quitó su hijo, y a la que la angustia terminó por empujarla al suicidio. Acto II, James Stewart es el obsesionado ahora – la Novak ha perecido en un accidente – y no puede dejar de visitar todos los lugares que conoció con ella. Se cruza con una mujer muy parecida, la sigue, la stalkea y – en una de esas locuras del destino, ya que lo normal hubiera sido llamar a la policía o ponerle una orden de restricción a Stewart -, la joven acepta sus avances amorosos. El problema es que Stewart está chiflado y comienza a moldearla al igual que la fallecida Novak. Le compra los mismos vestidos, comen en los mismos restaurantes, la hace teñirse y peinar igual… Uno puede pensar que la obsesión de Stewart por la Novak le ha quemado el cerebro – él, a toda costa, desea recrear a la única mujer que amó (siquiera fugazmente) en su vida -… o, si querés, podés obtener dos interpretaciones válidas. Una, que Stewart sigue en el psiquiátrico, internado y aún reponiéndose de la muerte de la Novak, e imagina todo el Acto II como una forma de reencontrarse y racionalizar lo ocurrido. La otra interpretación es que lo que ocurre es real, pero la mente de Stewart le manda señales subliminales de que hay algo erróneo en la mujer con la que se topó, y hasta que no la reconstruya a imagen de semejanza de la Novak, no podrá darse cuenta de qué es lo que está mal en todo ese cuadro.

Es cierto que Hitchcock siempre se toma su tiempo para montar el escenario base y llegar al nudo de la cuestión – generalmente es una hora por reloj, tal como el largo preámbulo de Los Pájaros, o todo el complicado itinerario de Marion Crane en Psicosis -, pero acá esa primera hora es leeenta en extremo. Lo que tenemos parece una historia que bordea lo paranormal: el ex detective Stewart es comisionado por un amigo para que siga a su esposa (Novak), ya que tiene lapsus en donde no recuerda lo que hizo ni dónde estuvo. La pesquisa de Stewart concluye que la Novak está obsesionada con una mujer (la que mencionamos antes y que era su bisabuela), con lo cual se viste igual, se peina igual y entra como en trance, visitando lugares donde esta mujer vivió durante el siglo XIX. Uno no sabe si se trata de una reencarnación o está poseída por el espíritu del fantasma de la mujer, pero vive recreando momentos de su antigua vida. Como toda femme fatale, Stewart termina obsesionandose con su sexy presa (no importa que sea la esposa de su amigo!) y, en un momento, se besan.

En su época Vértigo fue un fracaso de crítica y taquilla, y Hitch le echaba la culpa del inusual flop en su impecable carrera a que Stewart era un geronte (rayaba los 50 años), amén de ser incapaz de interpretar a alguien apasionado. Pero, si es por eso, esperen a ver la performance de Kim Novak. La Novak es una de las actrices más pétreas con las cuales trabajó Hitch: su rostro es inamovible, no destila sensualidad, sus cejas pintadas distraen, no muestra nada que pueda enloquecer a un hombre a excepción de su belleza y su figura. Acá se precisaba una actriz hermosa con carisma y capaz de interpretar tanto a una figura trágica como a una belleza comehombres (de día Audrey Hepburn; de noche, Marlene Dietrich). A la Novak no le da el rango y la química con Stewart (que podría ser su padre… pero en el Hollywood de esa época los galanes super maduros eran multitud; Clark Gable, sin ir más lejos) es nula.

Pero, lo que yo creo, es que el filme fracasó por ser muy lento y oscuro, amén de que el final es deprimente. Hitch pretende inyectarle colorido a un relato tan estático con maravillosas vistas turísticas, un vestuario lujoso y admirable, unos sets increíbles – la oficina del marido de la Novak; el restaurante a donde Novak y Stewart van a comer; hasta el antiguo hotel en la costa donde la Novak se aloja de manera anónima y que fuera la casa de su bisabuela -, pero no puede.

Entonces, si soporta la lentitud y los raros acertijos del Acto I, llegará al Acto II que es donde Hitchcock pisa el acelerador a fondo.

La Novak se ha suicidado en extrañas circunstancias. El vértigo que sufre el protagonista – el pánico que le producen las grandes alturas – le ha impedido llegar a tiempo a la torre del campanario desde donde la Novak ha saltado. Lo que sigue es una secuencia extremadamente sicodélica – revolucionaria para la época – en donde Stewart cae en un pozo sin fin, se traslada instantáneamente de un escenario a otro, y tiene visiones de la realidad totalmente retorcidas. La culpa quiebra su mente y queda internado en el psiquiátrico. La teoría de que todo lo que sigue es su imaginación parte del detalle que su amiga Barbara Bel Geddes (la matriarca de Dallas!) no aparece nunca más en la historia, incluso cuando era su compinche de toda la vida.

Stewart (en teoría) sale del psiquiátrico y se topa con una mujer similar a la Novak… pero que habla distinto, tiene otro peinado y color de pelo, tiene un círculo social diferente e incluso una alegría de vivir que no tenía la mujer que se suicidó. Por supuesto todos sabemos que la nueva mujer es también Kim Novak pero… ¿es sólo una jugarreta del destino presentándole a una mujer casi idéntica… o es la misma mujer?.

Y ahí es donde viene el debate, sobre si Hitchcock jugó mal sus cartas o no. No pasan ni cinco minutos antes que la Novak se haga la difícil, termine dándole vueltas a la propuesta del desconocido Stewart para salir… y culmine por vomitar toda la realidad de la conspiración en la que participó (ella nunca fue la esposa del amigo; era su amante, se disfrazó como ella, se hizo perseguir por Stewart y, conociendo su vértigo, termina llevándolo a una trampa en donde la verdadera esposa ya estaba muerta, tenía el mismo vestido y termina siendo lanzada por los conspiradores desde el campanario). ¿La película hubiera funcionado mejor sin la confesión?. El espectador iría descubriendo paso a paso las coincidencias hasta dar con la verdad. Pero a Hitch siempre le gustan los secretos siniestros escondidos a simple vista – como el baúl que contiene el cadáver en La Soga; o su clásico ejemplo que siempre le daba a la prensa: dos tipos hablando, sentados en unas gradas bajo las cuales está una bomba con detonador cuya cuenta regresiva se acerca cada vez más al cero -, y el tema es ver si la Novak va a poder resistir la presión de salir con un tipo que siempre le atrajo sin contarle la verdad. La opción realista era hacer las maletas e irse, ya que es cómplice de asesinato. Pero en los filmes de Hitchcock las cosas nunca son lineales. Acabado el negocio (y el affaire) con el millonario, quizás la criminal pueda paladear un poco de amor apasionado, real y desinteresado… pero con la única persona capaz de descubrir su siniestro pasado y despedazarlo. Lo que sigue es una sucesión de actos enfermizos: lo de Stewart ya es fetichismo puro – solo puede amar a una persona idéntica a la muerta -, y lo que le hace a la Novak es un acto violento de invasión y dominación. ¿Una mujer real aceptaría tal grado de transformación, al punto de la despersonalización total?. ¿Acaso la Novak también está mal y accede a todo esto, aún con todo lo que la horroriza, con tal de no perder otra vez a Stewart?. El Acto II es incómodo, y más con Hitch pisando el acelerador ya que Stewart, cuando logra que haga un cambio, empieza a pedir muchos otros mucho más seguido y casi sin respiro. Por supuesto todo esto podría ser mucho más siniestro si no estuviera el detalle del collar – idéntico a la de la Novak muerta -, que aclara la mente a Stewart y le revela la verdad. Si no existiera el collar (y el clon de Novak fuera inocente), alguien tan desquiciado como Stewart podría haberla forzado igual y la hubiera llevado a rastras al campanario para lanzarla al vacío, para recrear la historia que lo trauma y poder darle un cierre.

Por supuesto Hitch disfruta torturando a la Novak, forzándola a hacer los rituales que Stewart le exige, porque sabe que no es una copia o una gemela sino que es la misma mujer. La obsesión de Stewart lo ha convertido imperceptiblemente en un ángel justiciero, un tipo que descubrió la falsedad del cuadro, le está sacando el maquillaje para descubrir cuál es la pintura real que está escondida detrás. Al menos la Novak no desentona con su cara de pánico cuando Stewart la engaña y la hace volver al campanario. La pregunta es: ¿qué sigue de ahí en más?. Sabiendo la verdad, ¿Stewart estará listo para el perdón y podrán conciliar el pasado siniestro de la Novak con un futuro juntos, o simplemente será la obviedad de llevarla a la policía para que confiese todo?.

Pero está la caída… y está Stewart viendo la escena al filo de la cornisa – con un vértigo curado a la fuerza por el exceso de adrenalina -… y, de pronto, surgen los créditos finales. ¿Nadie va a arrestar al viudo homicida?. ¿Acaso la verdad nunca se sabrá porque Stewart también saltó después de ver el cuerpo destrozado de la Novak, estrellado contra el techo de la abadía?. ¿O sigue siendo todo la fantasía de un Stewart catatónico, encerrado en sí mismo e internado en el psiquiátrico?.

Vértigo es una obra exigente. Tiene momentos fascinantes – la intro, hecha con fractales producidos por computadora (!) en plena década del 50; el efecto con las miniaturas del interior del campanario (llamado “cámara entra, zoom sale”) que después replicaría Spielberg en Tiburón cuando Roy Scheider está en la playa y descubre que el escualo ha vuelto a las aguas de la isla de Amity (y tantos otros); la pesadilla psicodélica de Stewart; la intriga con dobles de personas muertas (Brian De Palma hizo la mitad de su carrera copiando a Hitchcock y Doble de Cuerpo es un licuado de homenajes a sus mejores películas; Melanie Griffith hace el mismo rol que Kim Novak aquí) -, pero el Acto I es tan moroso que solo la promesa de la vuelta de tuerca Hitchcockiana a la hora (por reloj) la hace soportable. Como todo lo de Hitch, imposible que el maestro genere un filme malo; pero no tiene los tiempos ni los trucos de las obras mas celebradas del director. Para la crítica será una joya del cine; pero para el espectador moderno es una obra lenta de digerir… y eso que Hitch es un director plagado de obras atemporales, las que resistieron de manera impecable el paso de los años y las tendencias cinematográficas y siguen siendo disfrutables como cuando se estrenaron en su primer día.

ALFRED HITCHCOCK

Filmes de Alfred Hitchcock que hemos comentado en este portal: La Soga (1948) – La Ventana Indiscreta (1954) – Vértigo (De Entre los Muertos) (1958) –  Intriga Internacional (1959) – Psicosis (1960) – Los Pájaros (1963) – Topaz (1969) – Frenesí (1972). A su vez de Los Pájaros se hizo una horrenda secuela para cable, Los Pájaros II: El Fin del Mundo (1994). Psicosis (1998) es una remake realizada por Gus Van Sant. Bates Motel (2013 -) es una miniserie que narra los años de juventud de Norman Bates y su madre. Hitchcock (2012) y La Chica (2012) son dos filmes biográficos que documentan respectivamente los rodajes de Psicosis, Los Pájaros y Marnie.