Crítica: Super Robot Mach Baron / Mazinger Z, el Robot de las Estrellas (1974)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Japon (o Corea del Sur??), 1974: Sadako Amemiya, Pepe Hozumi, Hiroshi Ikaida, Nobuyuki Ishida, Yoichi Miyagawa, Tetsuo Ohshita

Director: Koichi Takano, Guión: Yashiro Nobohiro (creador)

Trama: Cuando era niño Yu Arashida perdió a sus padres en un accidente en alta mar, cuando un robot gigante atacó y hundió el crucero en el que viajaban. Sin embargo, antes de morir su padre le entregó la fórmula de un super metal indestructible, y le hizo jurar que defendería con su vida la posesión de semejante secreto para evitar que caiga en las manos de gente malvada. Ahora Arashida ha crecido y trabaja para una organización secreta dirigida por científicos, quienes han creado un robot gigante a partir de la formula de metal de su padre y han reclutado a Arashida como piloto. Sin embargo las fuerzas oscuras hacen lo imposible para destruir a Mach Baron – tal como llaman al robot gigante -, el que se ha transformado en su único obstáculo para poder conquistar el mundo. Y mientras tanto Arashida no ve la oportunidad de utilizar al androide como instrumento de venganza para cobrarse revancha por la muerte de sus padres.

Super Robot Mach Baron Hay gente que busca el curro en todos lados y ése es el caso del filme que ahora nos ocupa. Los ladri aquí se cuentan por partida doble: el primero es el tipo que hizo un rejunte de capítulos de la serie japonesa Super Robot Mach Baronarmado con saliva y una tijera sin filo, ya que el resultado final es un licuado prácticamente incoherente; y, segundo, el otro vivo de turno, un distribuidor (¿alguien dijo argentino?) que se le ocurrió rebautizar a todo el filme como si fuera una versión live de Mazinger Z. Sí, claro: como si la gente fuera tan estúpida de no darse cuenta – en menos de 10 segundos de proyección del filme – que todo este circo no tiene un pomo que ver con la creación de Go Nagai ya que el robot ni se parece, y los personajes no concuerdan. Y, como si todo esto fuera poco, la dirección es tan atroz que el responsable – un especialista en efectos especiales que trabajó en las sagas de Ultraman y Godzilla – merece la muerte por empalamiento… otra que Vlad Tepes en un mal día.

En sí, la historia original no debía ser taaaan mala. Un chico viaja con sus padres en un crucero y el mismo es atacado por un robot gigante. El padre del chico resulta ser un prestigioso científico, el cual ha descubierto un metal superrecontrahiperaindestructible. Cuando el chico crece, le da la fórmula a un científico – un flaco que debe tener dos años más que nuestro adolescente protagonista y que, para aparentar más edad, se pone un ridículo bigote falso que lo hace ver como la versión asiática de Jim Carrey -, y el tipo atina a construir un robot gigante. Digo yo: si tenían material de sobra, ¿por qué no construir un ejército de robots para derrotar al villano de una vez por todas en el primer capítulo?. A final de cuentas si los malvados construyen robots gigantes (que terminan siendo inevitablemente destruidos) todas las semanas, ¿por qué no gastarse unos mangos más y hacerlo más barato por docena?.

Toda esta gente mora en una increíblemente falsa base submarina, la cual parece estar hecha con tupperwares de colores flúo. Todo en el filme se ve plástico y barato, incluyendo el Mach Baron / Mazinger Z trucho. El único parecido con Mazinger es que ambos son robots y tienen partes rojas; por lo demás, no pasa ni por primo lejano. Combatiendo a toda esta gente se encuentra el villano, un tipo con una melena de tres metros que vive sentado en un poste y cuyo color de cabello cambia de acuerdo al estado de ánimo que tenga. Si ustedes adivinaron que el pelo se le pone rojo cuando está enojado, es una clara señal del alto nivel de sagacidad que caracteriza a los lectores de esta columna.

Como el malvado es malo, incompetente y ridículo, manda a los robots más bizarros del mundo a pelear contra Mach Baron. Por supuesto – y como un cliché de casi todas las series japoneses, desde los mechas hasta Ultraman – primero va la avanzada militar (que le tira una tonelada de inútiles bombas y misiles a la amenaza de turno, la cual ni se mosquea) y, por último, va el robot / superhéroe a encargarse en persona del asunto. ¿No era más económico mandar al androide en primer término?. Aquí, para colmo, el uso del robot está restringido por el Jim Carrey chino, el cual insiste en que Mach Baron es un arma defensiva (sic) y no ofensiva… y sólo le da luz verde al héroe para activarlo cuando los malos han arrasado medio Japón. Como quien dice, el colmo de la incompetencia.

El filme transpira pobreza por los cuatro costados. Todo se ve plástico y demasiado barato, incluyendo decorados de interiores y los tristísimos uniformes con solapas de dos metros de ancho. Tampoco han cuidado la continuidad, ya que tanto la base submarina (?) como el hospital y todos los edificios importantes que aparecen en las historias tienen ventanas que dan al mismo descampado, un baldío en donde nuestro héroe pelea mano a mano con los esbirros del villano, los cuales vienen con uniformes y cascos de futbol americano (!!), con el único detalle que se ponen una máscara que le cubre hasta los ojos. Ver cómo atan al héroe a un poste e intentan matarlo pateándole pelotas de rugby explosivas es el colmo de lo lamentable.

Por supuesto las calamidades del show no se terminan ahí. El director Takano es un amante del zoom, tanto que se envicia de una manera frenética. Cualquier estupidez que pasa en pantalla es “zoomeado” tres veces seguidas, como para subrayar que se trata de algo importante. Entre eso, la falta de coherencia en la historia – se pegaron varios capítulos juntos y con tan poco talento que quedan varias de sus subhistorias totalmente inconclusas -, los personajes ridículos (como un clon japonés del inspector Clouseau, el cual anda en una moto que vuela… atada a un globo!!), y los tristes combates entre tipos enfundados en trajes de plástico, no hay ni un aspecto positivo en la película. En casos así uno podría llegar a la conclusión que “es tan aberrante que es buena”, pero no es ciertamente el caso. Uno se aburre al cabo de un rato, de los zooms y de las secuencias repetidas hasta el hartazgo, y de toda la incompetencia que transpira el filme. Y es que todo este circo bizarro podría haber funcionado mejor con un director que podría haber orquestado las cosas con un poco de sentido común, algo que aquí brilla por su ausencia y que transforma al producto final en una dolorosa tortura de gónadas.