Crítica: Bullitt (1968)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1968: Steve McQueen (teniente Frank Bullitt), Robert Vaughn (Walter Chalmers), Jacqueline Bisset (Cathy), Don Gordon (Delgetti), Robert Duvall (Weissberg), Simon Oakland (Capitán Sam Bennett), Norman Fell (Capitán Baker), Pat Renella (Johnny Ross)

Director: Peter Yates, Guión: Alan Trustman y Harry Kleiner sobre la novela Mute Witness de Robert L. Fish – Musica – Lalo Schifrin

Trama: El senador Walter Chalmers consigue que el mafioso Johnny Ross declare en contra del Sindicato del Crimen, y el teniente Frank Bullitt es asignado a la custodia. Pero las cosas van terriblemente mal, y Ross y un compañero de Bullitt son baleados salvajemente en el cuarto de hotel donde se refugiaban. Chalmers comienza a hostigar a Bullitt y a reclamar su cabeza frente al jefe de la policía, pero el teniente comienza a sospechar que pasa algo raro en el atentado a Ross. El testigo había destrabado la puerta para dejar entrar a sus asesinos. Pero Bullitt no puede obtener ninguna confesión ya que Ross muere en el hospital, y decide ocultar su paradero para intentar dar caza a los asesinos. Investigando sobre el mafioso, descubre que éste se había ofrecido al programa federal de protección de testigos después de robar dos millones de dólares en Chicago. Y Bullitt comienza a sospechar que todo se trata de una conspiración.

Arlequín: Crítica: Bullitt (1968)

Bullitt no es sólo la formidable persecución entre el Dodge Charger y el Ford Mustang en las calles de San Francisco. Es también la película basal de la mayoría de los policiales modernos, y el modelo sobre el cual se formarían filmes como Harry el Sucio o series como Starsky y Hutch.

Es también interesante para reflexionar sobre el grado de decadencia que ha sufrido el género policial en los últimos años. Hollywood ha bastardeado el género, principalmente por dos factores: incluír exagerados pasos de comedia (desde Arma Mortal a esta parte) y el abandono de fuentes literarias. Todos los filmes policiales de hoy parecen clones, con sus momentos de humor y sus escenas de romance. Ya no hay nada fresco, todo es rutina.

Pero entre fines de los sesenta y principios de los 70, el policial era otra cosa. Era cine de ideas y atmósferas, de suspenso y de personajes tridimensionales. Bullitt, Harry el Sucio, Contacto en Francia… no tienen romance o momentos de comedia. Se dedican exclusivamente a seguir y explorar al personaje central, y están filmadas del modo más realista posible.

Hay mucho más en común entre Bullitt y Harry el Sucio de lo que uno cree. Si bien Don Siegel es un director original, es indudable que ha tomado mucho de los criterios de Peter Yates para su film. Está San Francisco, la partitura de Lalo Schifrin, los planos alejados, los personajes lacónicos, las largas secuencias sin música, el héroe rebelde. Quizás lo que le falta a Bullitt es más carisma; obviamente Harry Callahan se lo devora. Pero el resto de las semillas está en este filme.

Lo primero que uno nota en Bullitt es que se trata de una película abrumadoramente lacónica. No hay muchos diálogos, y los que hay son breves, a lo sumo un puñado de frases. Es cierto que la trama tampoco es demasiado densa – uno asume que la decisión del director es llenar los blancos con escenas silentes -, pero ello contribuye a generar una excelente atmósfera. A falta de diálogos, el espectador termina por atender otras minucias, pequeños detalles que hacen a los personajes.

Está filmado de modo realista. Por momentos parece un documental. Lo interesante es que todos los trucos del director se basan en la expresividad de Steve McQueen, que aquí da una de sus mejores performances. Es sorprendente lo que hace McQueen con tan poco diálogo: ya en la primera secuencia, cuando Delgetti va a buscarlo a su casa, es un modelo de actuación. Gestos totalmente naturales, un par de frases que definen su personalidad, una actitud silenciosa, inteligente y desconfiada. Es obvio que el filme no sería lo mismo con otro actor; lo de McQueen es realmente subliminal.

Y si bien las actuaciones van de muy bueno a excelente, el guión tiene un par de agujeros. No queda claro por qué los asesinos no acribillan a destajo a Ross en la secuencia del cuarto de hotel, ya que disponían de todo el tiempo del mundo. La pista de la chica Simmons es un obvio artilugio del libreto para desenmascarar la verdad, pero no tiene demasiada lógica – ¿por qué quedan las valijas con el dinero en el hotel? ¿por qué el asesino esperó hasta el último momento? -. Si uno lo examina en profundidad, se ve que la anécdota es chica. Lo que Yates hace es ampliarla con una densa atmósfera, amén de insertar al caracter de Jacqueline Bisset como para proveer alguna reflexión sobre el personaje. Lo más increíble del tema es que la función de Bisset sirve. El clima del film hace efectivo pensar en el mundo violento donde Bullitt se desenvuelve, y los largos silencios sirven para potenciar tanto las escenas dramáticas como las de la acción. El poder de impacto del filme está intacto.

Y por supuesto está la larga y memorable persecución en San Francisco. Es la primera escena de su tipo, filmada de un modo eminentemente moderno, con planos traseros de los autos, velocidad a tope y notable tensión. Lo que más me impresiona de la escena es que está filmada sin música ni diálogos, y la única banda sonora es el rugido de los motores de los dos muscle cars. Pero además el tono es acorde al del film; hay actuación en medio de la persecución. Los asesinos se lamentan, se meten en aprietos en el tráfico, se preocupan; Bullitt observa, mide, decide. No es simplemente dos cochecitos de carrera pisteando por San Francisco. Sin dudas el primer puesto de la historia en cuanto secuencias de acción en películas (por votación popular) es merecido por lejos. Uno piensa, por ejemplo, en las correrías de Sean Connery en Las Vegas con un Mustang en Los Diamantes son Eternos. Cuántas películas intentarían copiar a esta clásica escena de Bullitt y ninguna lograría superarle.

Bullitt sigue siendo una película notable, un verdadero clásico. El primer policial moderno que, a cuarenta años de su filmación, no ha perdido en absoluto su vigencia.