Crítica: The Vast of Night (2019)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

4 atómicos: muy buenaRecomendación del EditorUSA, 2019: Sierra McCormick (Fay Crocker), Jake Horowitz (Everett Sloan), Bruce Davis (voz de Billy), Gail Cronauer (Mabel Blanche)

Director: Andrew Patterson – Guión: Andrew Patterson & Craig W. Sanger

Trama: Cayuga, Nuevo México, 1958. Es de noche y las calles del pueblo están desiertas ya que los habitantes han acudido en masa a ver el partido de basket que se libra entre el equipo local y el de un pueblo cercano. En lo vasto de la noche dos almas deambulan por las calles desiertas de Cayuga: Fay, una joven quinceañera que sueña con ser periodista y Everett, un muchacho en sus 20s que conduce un programa en la emisora de radio local durante todas las noches, Everett acompaña a Fay a su trabajo temporal – reemplazar a su madre en el manejo de la centralita telefónica durante toda la noche – y luego sigue a la radio. Pero Fay empieza a descubrir interferencias de todo tipo en las comunicaciones telefónicas y, alarmada por ello, decide grabarlas y mandárselas a Everett. Sin mucho material para rellenar un largo programa nocturno que no escucha casi nadie, el muchacho pone al aire los ruidos grabados por Fay y le pide colaboración a la audiencia por si alguien puede identificar el origen. Así es como un hombre – que se identifica como Billy – accede a comunicarse con Everett, contándole una historia inquietante. La comunicación se corta y Everett queda pasmado en la cabina, intentando comprender lo que acaba de escuchar. Porque, si lo que Billy le ha contado es cierto, el sonido de la interferancia procede de algo que está sobrevolando el pueblo en este momento y cuyo origen y propósito es desconocido.

Crítica: The Vast of Night (2019)

Para disfrutar The Vast of Night (Lo Vasto de la Noche), hay que devorarse primero los 20 minutos iniciales de insufrible cotilleo pueblerino. Hay un partido de basket entre equipos del condado – el gran acontecimiento anual de la comunidad – y todo el mundo está allí excepto algunos ancianos, un puñado de distraídos y enamorados, una nerviosa quinceañera que trabaja en el turno noche en la centralita telefónica local, y el parlanchín DJ de la emisora del pueblo, el cual busca cualquier tipo de material para usar de relleno en su anodino show nocturno y por eso carga todo el tiempo una grabadora de cinta portátil. Es Norteamérica, corre el año 1958, y el DJ y la chica hablan como loros de cualquier chisme local. Cuando él la acompaña a la centralita – donde reemplaza a su mamá, que se va a hacer el turno nocturno como enfermera en el dispensario local – se ponen a conversar sobre cómo va a ser el futuro. La muchacha se ha devorado revistas especializadas – a lo Popular Mechanics – que hablan de trenes subterráneos que cruzarán de costa a costa toda Norteamérica en apenas una hora para cuando termine la década del 70. O que la gente se va a comunicar a través de radios con pantalla por el año 2000, un invento que a ambos les parece absolutamente ridículo.

Pero el turno nocturno de la centralita es el auténtico comienzo del relato, porque allí comienzan las interferencias. Un ruido raro aparece en las comunicaciones poco antes de cortarlas. Y ahora aparece el mismo sonido reemplazando la emisión de Everett, el DJ, desde la emisora WOTW. Fay ha grabado la interferencia en un vetusto magnetófono y le ha hecho escuchar la cinta a Everett. Y cuando, por cosa de aburrimiento, decide ponerla al aire para ver si alguien mas la ha escuchado, se topa con un relato espeluznante. No, no hay gore ni efectos especiales, es solo un tipo en una cabina de radio mal iluminada hablando con su interlocutor a través de un micrófono de bakelita. Pero es la magia de las palabras, de ese relato con pausas incómodas, de descripción de situaciones indescriptibles, de suspenso e incógnitas.

Es obvio que los responsables de esto aman a Rod Serling y Orson Welles. El filme está rodado como un capítulo de The Paradox Theatre, un clon ficticio de La Dimensión Desconocida. La emisora donde trabaja Everett tiene las iniciales (en inglés) de La Guerra de los Mundos (War of the Worlds). Y es la memoria de Welles, capaz de crear suspenso y pánico masivo a través de su legendaria transmisión radial de La Guerra de los Mundos el 30 de Octubre de 1938. No, The Vast of Night no pretende aterrar al público, pero ama el poder de la palabra. Con un gran talento y pocas herramientas el director Andrew Patterson crea un suspenso enorme en un ambiente minimalista. Hay algo allí afuera, en este momento, en esta noche y los reportes alarmantes llegan uno tras otro. En el medio está la incógnita de la interferencia, que un radioescucha alcanza a reconocer y para lo cual tiene una explicación espeluznante. El libreto mide cada una de las palabras para no resultar anacrónico u omnisciente – esto es USA 1958, no existe la palabra OVNI o conspiración y los platillos voladores son leyendas urbanas que nadie cree; la ciencia ficción esta reservada para chicos -, y evade las trampas con gran inteligencia. Quizás el formato del Paradox Theatre no era necesario – en un momento de pánico Fay corre a buscar a su hermanito en su casa, y el cuadro se transforma en una vieja pantalla de TV blanco y negro, algo que distrae y rompe momentáneamente el clima que venia construyendo -, y algunas adiciones sobre el final están manipuladas (como el relato de la anciana), pero The Vast of Night te atrapa. Incluso Patterson se da el lujo de crear planos muy largos – hay un travelling de la cámara por todo el pueblo con el cual esperás descubrir algo espantoso en el siguiente angulo que tome la lente – o de poner la pantalla totalmente en negro cuando decide enfatizar los diálogos de los personajes. Pros y contras de una obra imperfecta pero atrayente sin lugar a dudas.

Me resulta un misterio que The Vast of Night haya sido rechazada en una tonelada de festivales de cine fantástico (el dato viene de la trivia de la IMDB), simplemente porque no tiene efectos, gore o rayos láser. Me hace acordar mucho a Pontypool en donde toda la acción transcurría entre las cuatro paredes de una radio y uno se iba dando cuenta de a poco de que algo anormal estaba ocurriendo allá afuera. Acá los protagonistas cambian de locación pero la sensación de encierro los persigue y, cuando se paran e interrogan a alguien, el escenario no importa porque uno está preso de las palabras que el diálogo escupe con gran maestría. El final es realmente muy bueno, mostrando que es mas efectiva la sutileza que el despliegue. Esta joyita está abandonada en Amazon Prime Video, la estrenaron después de cuatro años de haberla rodado y ahora en Mayo 2020 (y con la cuarentena) tiene todas las chances de ganar el reconocimiento que se merece, ya que es chiquita, inteligente y superlativa con una extrema economía de recursos… y con un excelente gusto en cuanto a ideas y puesta en escena.