Crítica: Sleepaway Camp (Campamento de Verano) (1983)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

3 atómicos: buenaUSA, 1983: Felissa Rose (Angela), Jonathan Tierston (Ricky), Christopher Collet (Paul), Mike Kellin (Mel), Karen Fields (Judy)

Director: Robert Hiltzik – Guión: Robert Hiltzik

Trama: Hace ocho años Angela perdió a su padre y a su hermano en un accidente de lancha – provocado por adolescentes descontrolados – en el lago Arawak. Ahora Angela ha cumplido 14 y su tía – que quedó a cargo de su custodia – ha decidido mandarla de vacaciones, en compañía de su primo, al campamento Arawak. Por si las visiones de terror del lago no fueran suficiente tortura para la retraída Angela, ahora se suma una cuidadora y la líder de las chicas, que no toleran que la tímida muchacha acapare la atención de todos y están decididas a molestarla. Y cuando comienzan las bromas pesadas, también comienzan los asesinatos. Al principio parecen accidentes pero la última noche todo se desquicia y el campamento se baña en sangre debido a la carnicería provocada por el homicida. ¿Pero quién es el asesino?. ¿El sobreprotector primo o quizás la menudita chica de aspecto frágil… cuyo odio traspasa la oscuridad de sus ojos enormes?.

Crítica: Sleepaway Camp (Campamento de Verano) (1983)

Ultimo fotograma. La última bala que tiene el director de una película para provocarle algo al espectador. Shock, espanto, sorpresa. Como cuando Charlton Heston descubría la Estatua de la Libertad arrumbada en la playa en El Planeta de los Simios. Pero, en el caso de las películas de terror, solo un puñado han logrado reservar la bala de plata hasta el final – aunque el desarrollo haya sido excitante, falta el último susto -. Como Norman Bates arrinconado en una celda, con ojos chiflados y hablando como si fuera su madre en Psicosis. En mi caso me reservo dos perlitas: el final de Asylum (1972) – donde el desquiciado enfermero mata a Robert Powell y comienza a reírse con una risa enferma, demencial y escalofriante -; y la conclusión de la Trilogía del Terror (1975) donde Karen Black invita a la madre a su casa – después de haber tenido una batalla campal en su departamento contra el demonio Zuni que compró y devolvió a la vida sin querer -, y se planta en cuclillas en el piso del departamento con una cuchilla enorme y una risa deforme llena de colmillos. ¡Uy, Dios, Mama Mía!. Grandes momentos del canguelo, en donde uno – si es chico – queda con pesadillas durante meses o años. Uuh, aah. ¿Y ya les conté de los ogritos deformes de No le Tengas Miedo a la Oscuridad (1973)?.

A ese grupo selecto de escenas finales escalofriantes acaba de sumarse Sleepaway Camp. Esos cinco minutos finales están plagados de revelaciones – algunas arruinadas por la falta de lógica y las horribles performances del cast – pero ese rictus… esa mirada desquiciada… ese ronquido inhumano… te eriza los pelos de la espalda. Son esos cinco minutos lo que la han convertido en una película de culto y, por mas que la hayas visto, si te vuelven a poner la escena te volvés a espantar. Son unos minutos de genialidad que sobresalen en un slasher chato y carente de originalidad.

Sleepaway Camp es un vulgar intento de manotear unos dólares en la torta del slasherel género de asesinos seriales imparables que estaba tan de moda en los años 80s y que empezó con Halloween y Martes 13 -. Como Martes 13 he aquí otro campamento juvenil asediado por un homicida brutal. Hay, por supuesto, toda una historia previa – dos pibes y su padre, los cuales fueron masacrados en un accidente de lancha en el mismo lago ocho años antes, y del cual solo la chica sobrevivió -. Ahora la piba tiene 14, vive con la chiflada de su tía y su primo, y qué mejor idea que mandarlos de vacaciones a donde fetearon a tu hermano y tu viejo. Angela (Felissa Rose) es menudita, ultra tímida, con un terror fóbico al agua y posee unos ojazos negros que te penetran cada vez que te clava la mirada. No suelta ni media palabra hasta que un pibe amable comienza a hablarle. Hay salidas, hay manitos, hay besitos pero Angela no quiere saber de nada. Mientras tanto alguna de las cuidadoras y la perra líder del grupo deciden hacerle la vida imposible. Claro, cada vez que le hacen algo a Angela alguien muere. El principal sospechoso es el primo que es sobreprotector y algo mas grande. ¿Pero será tan así?.

El dueño del campamento es cara conocida de otras películas / series de TV de la época, el resto son ilustres desconocidos. El nivel de actuación es patético – hay un sheriff con un bigote hecho con corcho quemado! -; hay varias caricaturas gay chocantes (flacos con maquillaje, usando tops (!) o con los pantalones ajustados a mas no poder – y todo el bolillero a la vista – como usaba Keegan Michael-Key en un sketch de MadTV) y bastantes diálogos que te hacen crujir los dientes. Por contra el elenco está compuesto realmente de adolescentes – no flacos con 20 y pico haciéndose los pendex -, y hay algunos personajes chocantes, pervertidos que rompen la monotonía de los casts enormes compuestos por anónima carne de cañón para el asesino: un veterano que sale con una piba del campamento, un chef pedófilo, el padre de James Earl Jones haciendo de cocinero servil como si se hubiera quedado en la época de la esclavitud, incluso una escena de sexo gay inesperada para la época. Las muertes son rutinarias, no me terminan de shockear como deberían quizás porque años de filmes de terror mas modernos han sido mucho mas zarpados con los maquillajes y efectos especiales (aunque debo reconocer que los de acá son muy buenos, superiores a la media de la época). Todo va como tibio y medio obvio hasta que llega el final… que es lo que salva al filme de la mediocridad y lo vuelve memorable.

(alerta spoilers) Que el sobreviviente del accidente haya sido el pibe y no la chica (y que la chiflada tía la críe como una nena) podría tener su shock si las actuaciones de la escena no fueran tan horrendas. Por otro lado explica la reticencia de la piba a tener relaciones o desnudarse – es como esas revelaciones tipo Sexto Sentido, que terminás de entender todo luego de verla una segunda vez -. Yo leo los comentarios de la gente – que se shockea al ver a la muchacha con un pito – pero, honestamente, no es lo que mas me impacta de la escena final. Es esa pose, bañada en sangre, en actitud feral, rugiendo descontrolada y con los ojos salidos lo que me aterroriza. Es un brillante golpe de shock en lo que es un slasher chato y anónimo hasta ese momento (fin spoilers).

¿Si es recomendable Sleepaway Camp?.  Daño no te va a hacer, y es un regreso nostálgico a las películas de terror de los ochenta. Los shocks son tibios… pero todo vale la pena por esos cinco minutos finales que te queman la retina y que siguen persiguiéndote con el paso de los días… aún cuando uno sea un cincuentón que vió miles de peliculas, presenció escenas mas atroces y ha dejado de hacerse pis en la cama desde hace cuatro décadas.