Crítica: Shadow in the Cloud (2020)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / Nueva Zelandia, 2020: Chloë Grace Moretz (Maude Garrett), Nick Robinson (Stu Beckell), Beulah Koale (Anton Williams), Taylor John Smith (Walter Quaid), Callan Mulvey (John Reeves)

Director: Roseanne Liang – Guión: Max Landis & Roseanne Liang

Trama: Agosto, 1943, plena Segunda Guerra Mundial. Maude Garrett es una oficial de vuelo de la RAF que carga un portafolio lleno de secretos y debe llegar cuanto antes a la próxima base militar aliada. Para cumplir con su misión ella aborda a último momento un bombardero B-17 que se encuentra a punto de despegar del aeropuerto de Auckland en Nueva Zelandia. A la tripulación no le hace ni cinco de gracia la novedad y pronto empiezan a agredir verbalmente a la recién llegada, relegándola a la torreta de artillería que va en la panza del avión; pero el mecanismo se traba y Maude es incapaz de reingresar a la nave, comunicándose con el resto de los tripulantes a través del intercomunicador interno. Así es como alerta de la presencia de un caza japonés en las cercanías y, tras los oídos sordos del capitán, ella decide derribarlo por su cuenta. Pero en medio de toda esa cacería Maude se ha dado cuenta que hay algo que se mueve sobre el fuselaje… algo con garras y dientes que ha comenzado a destrozar el bombardero y amenaza con dejarlo inoperativo. Y, como nadie le cree, será ella sola la que trabe en duelo con la criatura, dotada de su coraje y su revólver Webley Mark IV.

Crítica: Shadow in the Cloud (2020)

Ja ja ja ja…

JAJAJAJA!

Shadow in the Cloud (La Sombra en la Nube) es un pastiche deliciosamente divertido. Empieza seria, se manda un divague dramático a mitad de camino (que carece de toda lógica) y, viendo de que la credibilidad ha quedado afectada, decide volarla por los aires. No es el “churro” que comentan en la IMDB sino una película super entretenida, delirante y pochoclera que te obliga a aplaudirla de pie apenas termina. Por supuesto que no es para cualquiera y no, no va a hacer mucho por la carrera de Chloë Grace Moretz (salvo que siga el derrotero de Nicolas Cage, convirtiéndose en gloriosa estrella de películas serie Z super pasadas de rosca) pero, en este momento, es la panacea que me saca el mal sabor de boca del desencanto producido por Mujer Maravilla 1984.

Max Landis – escritor responsable de delirios de porte como Chronicle, Victor Frankenstein y Bright – es el autor del libreto de esto. Bah, lo era hasta que empezaron a salir a la luz una tonelada de denuncias de acoso que provocaron que la producción decidiera pegarle una patada en el tuje y la directora Roseanne Liang se pusiera a re-escribir el libreto a las apuradas. Y aunque la Liang declara haber depurado el script de las “malas influencias” de Landis, hay una onda de machismo ultra tóxico que flota en los personajes masculinos y que parece inevitablemente asociada al escritor y a su suerte reciente. Verán: la Moretz es una oficial de la fuerza aérea que porta un maletín cargado de secretos y que se sube a último momento a un bombardero B-17 que está a punto de despegar de una base aérea de Nueva Zelandia durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. La irrupción de la mujer no le hace ni una pizca de gracia a la tripulación, los cuales mandan a prepo a la Moretz a la torreta ubicada en la panza de la nave, la encierran con llave e inmediatamente comienzan a cotillear furiosamente a través del comunicador interno del avión (sin saber que la chica puede escucharlos porque no es una inútil sino una oficial de vuelo que sabe manejar a la perfección todos los aparatos de la nave).  Y no hablo de que hagan comentarios “subidos de tono” o de que expresen su bronca por lo inesperado de la misión o las ínfulas de la pasajera sino que se despachan en masa con una sarta interminable de comentarios tan denigrantes y groseros (sobre lo que le harían a la pasajera) que bordean lo vomitivo.

Es posible que la Liang – como co-guionista – haya hecho catarsis por la crisis de la salida de Landis y haya transmitido sus sensaciones al libreto; o quizás al script le falte contexto histórico porque no sería de extrañar que la Fuerza Aérea Neozelandesa estuviera compuesta (en parte) por presos e indeseables a los que obligaron a tomar el servicio militar en los años 40: gente tan brutal y misógina que fuera capaz de expeler insultos de todo tipo a una mujer durante horas y horas. El dato curioso es que semejante clima de masculinidad tóxica fue el que atrajo a la Moretz al rol, ya que últimamente anda buscando papeles jugados de todo tipo (¿recuerdan la prostituta adolescente de El Ecualizador con el geronte de Denzel?). Lo que dicen los aviadores es extremadamente aberrante y ella le contesta con firmeza, aún entrando en su sucio juego verbal. Es una mecánica realmente perversa que se prolonga durante horas y en donde lo único que sostiene la integridad mental de la chica (frente a la oleada de agresiones constante) es su sólida fortaleza moral. Por supuesto todo esto tiene consecuencias a lo largo del viaje, especialmente cuando la Moretz empieza a ver cosas raras en la parte inferior del avión y nadie le cree. Una puede ser un caza japonés que vuela debajo de ellos. La otra cosa parece ser una criatura que va despedazando el avión pieza por pieza.

Es obvio que Landis se inspiró en el episodio de La Dimensión Desconocida Terror a 20.000 Pies (ésa donde el nardo de William Shatner – John Lithgow en la remake – ve como un gremlin empieza a devorar los motores del avión de pasajeros donde viaja y en donde nadie a bordo le cree), pero también hay mucho de la secuencia de Heavy Metal (1981) donde el artefacto mágico Loc-Nar ataca a un B-17 y termina por convertir a la tripulación en zombies. De hecho la única manera de apreciar (y tolerar) el delirio de Shadow in the Cloud es considerarla como una historia de Heavy Metal / Metal Hurlant en versión extendida. Por otro lado lo de la leyenda urbana de los gremlins es algo que pertenece a la cultura anglosajona y resulta incomprensible a gente de otros pagos a menos que uno haga una investigación previa en la Wikipedia. Los gremlins eran supuestos duendes que provocaban fallas en los aviones durante la Segunda Guerra Mundial (en realidad eran los defectos de haber sido fabricados a las apuradas sin el correspondiente control de calidad) y las fuerzas aliadas incluso se despacharon con masivas campañas de propaganda para que las tripulaciones de los bombarderos estuvieran atentos a semejantes desperfectos (como que se te caiga un motor o que se te rompan las manijas de la escotilla, cosas que le ocurren a la Moretz en el filme). Desde ya el libreto toma lo del duende travieso de manera literal y lo transforma en un bicharraco feo que empieza a desguazar en el aire los motores del B-17 ante la mirada aterrorizada de la Moretz… la cual hace la gran Lithgow y abre la escotilla de la torreta en pleno vuelo (!) para vaciarle el contenido de su revólver Webley sobre el lomo.

Decir que el filme es un disparate es quedarse corto. Pero la gracia de todo esto reside en hacer partido con la Moretz y ver que la sociedad termina dando buenos dividendos. Primero, poniéndose al lado de ella cuando resiste la catarata de insultos iniciales y, luego, cuando decide tomar la iniciativa sin pedirle permiso a nadie y se transforma en la heroína badass que todos amamos desde sus tiempos de Hit-Girl en Kick Ass., disparando por su cuenta a los Zeros japoneses y/o luchando a brazo partido con el bicho en el ala del avión (!!!) mientras las balas de los cazas enemigos le pasan rozando la cabeza. Ella es la versión vintage y pasada de estrógeno de John McClane.

Por supuesto en el medio hay un momento de esos de Oh, Dios, ¿en serio? y donde uno pone los ojos en blanco. Es cuando se descubre la verdadera naturaleza del paquete que lleva la Moretz. Es rebuscado y poco creíble pero, rayos, cuando el paquete empieza a jugar su rol en las peripecias del gremlin a bordo de la nave, la cosa se pone super emocionante. Es una película 100% WTF con sus partes serias bien hechas y con sus delirios filmados de manera inspirada.

Considerando la gracia visual de toda esta locura, no me extrañaría que Marvel enrolara a Roseanne Liang para sus próximas aventuras de superheroínas. Bajo su mando Capitana Marvel hubiera tenido mas salero de lo que resultó en la versión final. En todo caso es un nombre para recordar y seguir en un futuro cercano. ¿Y la pelí?. Recomendadísima, por supuesto, siempre y cuando la veas con una mente abierta y psicotrónica. Esto no es Spielberg, no es cine serio, es simplemente un pastiche recargado de adrenalina que te hace pasar un buen momento si estás con el humor adecuado para apreciarlo como se debe.