Crítica: Saltburn (2023)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

4 atómicos: muy buenaGB / USA, 2023: Barry Keoghan (Oliver Quick), Jacob Elordi (Felix Catton), Archie Madekwe (Farleigh Start), Rosamund Pike (Elspeth Catton), Carey Mulligan (Pamela), Alison Oliver (Venetia Catton), Richard E. Grant (Sir James Catton)

Director: Emerald Fennell – Guión: Emerald Fennell

Trama: Es el año 2006 y el estudiante de bajos recursos Oliver Quick recibe una beca para estudiar en la prestigiosa universidad de Oxford. Feo, tímido, apático, la gente lo rechaza, además de que el grueso de los estudiantes provienen de familias adineradas y no les gusta codearse con los pobres. Pero Quick pronto fija su atención en Felix Catton, un apuesto estudiante de clase alta que parece ser el centro de todas las actividades sociales de la universidad. Un incidente pone en contacto a ambos y pronto se traba una amistad. Pasan los años y se reciben, y Catton decide invitar a Quick a su gigantesco castillo familiar, Saltburn, a pasar el verano. Allí Quick se topa con una familia disfuncional que lo ven como si fuera un acto de bondad de Felix, antes que como una persona real y de confianza. Sintiendo el desprecio de todos – y con una obsesión enfermiza en aumento por Félix -, Oliver comienza a tejer una telaraña entre todos los miembros de la familia Catton, tras lo cual tira los hilos y empieza a manipularlos. Y aunque parece un plan maestro perfecto, nada saldrá como lo esperado, razón por la cual Quick deberá improvisar sobre la marcha.

Crítica: Saltburn (2023)

A Emerald Fennell le encanta las personas perturbadas. Ya pintó a una en Promising Young Woman, en donde Carey Mulligan se despojaba de su estereotipo de estrella de melodramas, se trasheaba a lo loco, y se iba a los pastos mal, siendo una auténtica revelación para el público y la crítica. Ahora prueba hacer lo mismo con Saltburny casi le sale. El principal problema con el filme es Barry Keoghan. Es como contratar a Jack Nicholson para hacer de tipo común que después enloquece – que es el problema básico de la versión de Kubrick de El Resplandor -. Si hay algo que destila el particular rostro de Keoghan es cualquier cosa menos cordura. Ojo, no es un problema de performance – el tipo es excelente en lo suyo y acá se destaca – pero, honestamente, el shock hubiera sido mayor si hubieran contratado a un actor más anónimo, lo cual escondería durante mucho más tiempo las cartas que pretende jugar el filme, en vez de dejar expuesta la mano de entrada.

Saltburn es la crónica de una obsesión enfermiza. Keoghan es un estudiante pobre que va becado a Oxford y se topa con Jacob Elordi, niño rico de alta alcurnia que tiene todo servido en la vida: dinero, pinta, mujeres, oportunidades. Elordi se transforma en un objeto de deseo para Keoghan: al principio uno piensa que va por el aspecto, pero después nos damos cuenta que Keoghan quiere el paquete completo (!), vale decir, tener a Elordi y ser Elordi. El personaje de Keoghan es tímido, torpe socialmente, rechazado por su aspecto de pobretón, e incluso se da el lujo de tener su propio acosador – un tipo mas raro y chiflado que él -. Solo parece ser un flaco al cual la vida le pasó por arriba, como esa historia de gente que nace con estrella y gente que nace estrellada. Ve al carismático Elordi ser el centro de la atención de todo lo atrae, así como la luz atrae a las polillas. El tema es ver cómo entrar en su reducida visión de túnel, reservada sólo para chicos de la élite como él. Un camino puede ser su primo Farleigh (Archie Madekwe el cual, juro por Dios, que parece la versión masculina de Ayo Edebiri; incluso tiene hasta sus gestos!), un moreno estadounidense que, si bien tiene una relación de sangre, no está exactamente dentro de la élite. Al parecer hubo una injusticia en la familia, se perdió una fortuna, y los padres de Elordi deciden costearle los estudios en Inglaterra a la vez de llevarlo a vivir al castillo familiar.

Un accidente y un favor ponen a Keoghan y Elordi en la misma onda. Es realmente una pareja muy dispar porque Elordi es un adonis de dos metros y Keoghan parece salido de la tira Los Pitufos. Es cierto que el actor hace al personaje, pero quizás era mejor tener a un galán más bajo o a un sicópata más alto. Cuando Elordi le habla a Keoghan, le saca dos cabezas. Además las diferencias físicas son brutales, y uno se pregunta qué puede verle el personaje de Elordi a alguien tan reprimido y poco carismático como Keoghan. Con el transcurso del filme nos enteramos que en las vacaciones del año pasado Elordi llevó a otro conocido de Oxford, lo cual explicaría que lo suyo pasa por su acción del buen samaritano anual – traer a un pobre a tu casa como para que tu familia se entretenga con él, a costa de que el pobre desgraciado pueda saborear por unos días las mieles de la riqueza infinita -.

Durante la primera hora el pobre de Keoghan es un punching bag humano. Todo el mundo lo agrede, ya sea de manera directa o pasiva. La amante de un día de Elordi, que quiere desquitarse de éste acostándose con Keoghan sólo para darle celos (y arrepintiéndose a último momento del asunto, simplemente porque nadie se va a enterar del engaño!); Madekwe que sólo le refriega la pobreza en el rostro (en gran parte porque el personaje de Keoghan es mucho mas culto y mejor estudiante que él); los compañeros de juerga de Elordi, unos superficiales de aquellos que detestan a los recién llegados, mas cuando tienen un aspecto tan tosco / exótico como el de Keoghan. Todos estos años de estudio (el filme está ambientado en la década del 2000) pasan rápido y los muchachos se reciben. Qué mejor idea que invitar al incondicional Keoghan a la mansión donde vive, la “Quemadura de Sal” que da nombre al filme. Allí se topará con un zoológico humano donde está el padre millonario y distraído (Richard E. Grant), la hermana bulímica y envidiosa (Alison Oliver), la madre ácida y superficial (Rosamund Pike, robándose cada escena en la que aparece), el dichoso primo Madekwe, y un mayordomo con muy mala leche (Paul Rhys), el cual es capaz de servirle huevos crudos en el desayuno a Keoghan con tal de mostrar su desprecio hacia los que cataloga de aprovechados y arribistas.

Mientras Keoghan sigue recibiendo sin cesar agresiones pasivas, en el minuto 50 del filme algo cambia radicalmente y Saltburn se convierte en un filme salvaje. Es como una versión de El Talentoso Señor Ripley filmada con la fotografía de Barry Lyndon y mezclada con gotas de cine extremo japonés. El inofensivo visitante empieza a manipular gente, dando muestras de una amoralidad alarmante. Es ahí donde Keoghan brilla, porque el tipo es capaz de ir hasta los últimos extremos con tal de mostrar la falta de límites del personaje. Hay desnudos y secuencias con fluidos que no son aptas para gente de estómago sensible. Al personaje de Keoghan no le importa ir o venir de donde sea o con quien sea, lo único que quiere es permanecer en Saltburn y, en algún momento, tomar por asalto a ese adonis de dos metros que le quita el sueño y sobre el cual orbita todo el tiempo.

Si hay un problema con Saltburn, es la inconsistencia del plan del protagonista. (Alerta spoilers). Al principio Keoghan sólo quiere poseer (o ser poseído) por Elordi, en otro momento parece sentir envidia de su posición y tener ganarlas de suplantarlo, por último se transforma en un plan de asalto enfocado hacia toda la familia. Eso es lo que no me termina de cerrar, especialmente cuando Elordi sale de la ecuación. Es por eso que el tercer acto suena falso, como si todo hubiera sido una conspiración desde el inicio cuando en realidad todo esto era la crónica de un amor enfermizo (fin spoilers).

Saltburn es entretenida y perturbadora, no apta para públicos sensibles. Tiene momentos brillantes y otros que son WTF, pero no aburre nunca. Y aunque no hay mejor actor que Keoghan para hacer de loco – ¿recuerdan El Sacrificio del Ciervo Sagrado?; su papel es casi idéntico aquí -, se precisaba otro tipo con igual capacidad actoral pero con apariencia más inofensiva e incluso atractiva, más a la par de Jacob Elordi – alguien con quien su personaje pudiera sentirse identificado como uno de su especie -. El resultado es un combo que mezcla una parva de influencias de otros filmes, un collage de ideas ya vistas montado con estilo y desfachatez, pero que al final no termina dando la obra maestra que debería ser simplemente porque pega un volantazo en el último acto que pareciera sacado de una película diferente.