Crítica: Pennyworth (2019 -)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

4 atómicos: muy buenaUSA, 2019: Jack Bannon (Alfred Pennyworth), Ben Aldridge (Thomas Wayne), Paloma Faith (Bet Sykes), Jason Flemyng (Lord James Harwood), Emma Corrin (Esme Winikus)

Creada por Bruno Heller, basado en los personajes creados por Bob Kane & Bill Finger para DC Comics

Trama: Gran Bretaña, década del 60. Alfred Pennyworth es un ex oficial de la SAS que busca empleo en los duros tiempos de la postguerra. Trabajando temporariamente como custodio en un local bailable, se topa con el norteamericano Thomas Wayne, quien se encuentra disfrutando de sus vacaciones en Londres. Pero Wayne es un perito contable que trabaja en secreto para la CIA y se encuentra inspeccionando los movimientos financieros de un grupo de potentados con ideas radicales, los cuales se identifican a sí mismos como la Sociedad Raven. Luego de sufrir un atentado Wayne contrata a Pennyworth como guardaespaldas… pero ahora la logia ha puesto su mira en Alfred y su entorno, secuestrando a su novia Esme Winikus y exigiendo intercambiar su vida por la de Wayne. Con ayuda de un par de ex-compañeros de armas, el dúctil Pennyworth pondrá en figurillas a la Sociedad Raven, su líder Lord Harwood y su séquito de sicarios comandados por la letal Bet Sykes, los cuales no dudarán ni un segundo en utilizar los medios mas despiadados y expeditivos para quitar a Alfred de su camino.

Crítica: Pennyworth (2019 -)

Alfred: la Película. Sip, esa idea ridícula que los Jóvenes Titanes decían en joda en Teen Titans Go! To The Movies se hizo realidad. Y aunque la comunidad de fanáticos comenzó a despellejarla ni bien comenzaron los rumores, la visión de su estreno terminó por taparles la boca. Y cómo. Tomando una premisa que hila muy finito (y no atrae a nadie), el creador de The Mentalist decidió tirar la casa por la ventana y la abordó con una creatividad salvaje. No es la historia de un tipo aprendiendo a pulir platería y que cuando sea viejo se va a convertir en el faro moral del superhéroe mas grande del mundo del comic. Es la historia de un aventurero badass, mujeriego e inteligente, un tipo curtido en la violencia que descubre dónde están sus amores y sus fidelidades. He aquí lo que debería haber sido Fleming: la serie (sobre la vida del creador de James Bond) en vez de ese bodrio protagonizado por Dominic Cooper. La mejor manera de definir a Pennyworth es 007 encuentra a Los Vengadores (y no los de Marvel sino los de los refinados John Steed y Emma Peel).

Generalmente es una apuesta grande calificar a una serie porque rara vez son consistentes y mas de una vez terminan decepcionando en los capítulos finales (¿alguien dijo Titans?), pero acá me animo a elevar mi baza. El piloto (y un par de capítulos posteriores) dan cuenta de estilo, buenas decisiones de casting, buenos diálogos y buena historia de fondo. Tomando el mismo enfoque creativo de La Gran Aventura Lego, los tipos tomaron el nombre de una idea imposible de vender y crearon algo totalmente radical sobre ella. Este es el Alfred que posiblemente evolucione en la versión de Michael Caine de la trilogía de Christopher Nolan, sabio, fogueado en la guerra y en la vida; pero tiene margen suficiente para convertirse en el mentor marcial del joven Bruce Wayne (el que lo instruye en sus años de juventud y lo forma como justiciero – en vez de la Liga de las Sombras -, versión que vimos hace poco en la serie Gotham. y la cual nunca me gustó demasiado). El tema es que, cuando empezás a ver la serie, la obsesión por conectarlo con la continuidad del comic o los filmes se va por la borda debido a los méritos de la tira. Pennyworth es mejor de lo esperado. Este inglés veterano de la Segunda Guerra Mundial es un joven osado de moral firme e impecable estampa. La performance de Jack Bannon es compradora desde el principio (¿futura carta de presentación para un casting como 007?) y los villanos le van en saga. En una versión alternativa de los swinging sixties de Inglaterra – aún golpeada por los efectos de la post guerra, en plena crisis económica, política y moral, plagada de geometrías urbanas delirantes, polución en exceso y dirigibles en abundancia que hacen presagiar a la Ciudad Gótica de Batman 1989 – existen sociedades secretas que pretenden voltear el gobierno. He aquí a Jason Flemyng (actor curtido si los hay) regodeándose como un noble conspirador dotado de un extravagante vestuario y deliciosos secuaces como el ama de casa cuarentona, bisexual y definitivamente letal que compone Paloma Faith (imaginen una versión mas joven, cínica y desinhibida de Rosa Klebb) y su matón enorme y silente. Es realmente su Bet Sykes la que establece el humor de la serie, donde la mina trompea tipos mientras se queja que tiene que asesinar gente un día de domingo, o que el trabajo no le paga lo suficiente para ver cómo demoran los prisioneros torturados en decir la verdad. Sykes es la típica asesina excéntrica de Los Vengadores y Pennyworth, aunque no es tan smooth como John Steed, es ágil, sexy y letal como si fuera la versión masculina de Emma Peel. El tipo se tiene una confianza enorme, se mete sin armas en la boca del lobo y es tan bueno en la acción que es digno de aplauso. Acompañado de un moreno y un chiflado (antiguos compañeros de armas e incondicionales a la hora de hacerle frente a la adversidad), el tipo siempre cuenta con respaldo y es lo suficientemente inteligente como para rodear a sus enemigos y anticipar sus intenciones. Entre los detalles de styling (los trajes de solapa finita, cuellos tortuga y corbatas estrechas), los autos vintage y la visión empobrecida, industrialista y desolada de Londres, es fácil que Pennyworth te compre y sintonices su humor a pocos minutos de comenzar a verla.

No todo son rosas. La inclusión de la figura de Thomas Wayne (y la amistad con Alfred) se ve forzada. En vez del médico brillante y podrido en plata que todos conocemos de la mitología del encapotado, acá lo trocaron por un contador que trabaja para la CIA y que opera con los servicios secretos para desenmascarar la Logia del Cuervo que preside Flemyng. La idea de Alfred como contratista independiente de seguridad te hace crujir los dientes (es un concepto demasiado moderno y poco creíble para la época en que transcurre). Por otra parte la serie funciona mejor cuando mas se aleja de sus orígenes / vínculos comiqueros. Definitivamente no es una serie para chicos – acá torturan tipos desnudos enfrente de sus hijos, o incluso la Sykes se da maña de extorsionar a su carcelero seduciéndolo y guardando los condones usados de sus relaciones ilegales -, pero creo que tiene suficientes elementos de interés para ponerle una ficha y verla hasta el final. A mi juicio está lograda y habrá que ver para dónde deciden rumbearla en el futuro, pero definitivamente no es un engendro como la insípida tira sobre el abuelo de Superman.