Crítica: Drácula, Mar de Sangre (The Last Voyage of the Demeter) (2023)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

4 atómicos: muy buenaGB / Alemania / USA, 2023: Corey Hawkins (Clemens), Aisling Franciosi (Anna), Liam Cunningham (Captain Eliot), David Dastmalchian (Wojchek), Woody Norman (Toby), Chris Walley (Abrams)

Director: André Ovredal – Guión: Zak Olkewicz & Bragi Schut, Jr, basados en el capítulo La bitácora del Demeter de la novela Drácula de Bram Stoker

Trama: Fines del siglo XIX. El carguero Demeter zarpa de Varna, Bulgaria, rumbo a Inglaterra. Entre todo su cargamento se encuentran cincuenta cajones procedentes de Transilvania, los cuales exhiben el logo de un dragón. Un médico inglés, Clemens, sube a bordo como marinero con tal de regresar a su patria natal. Pero pronto empiezan a pasar cosas extrañas en el barco. Las ratas desaparecen, el ganado que llevan para alimentar a la tripulación es masacrado… y pronto los marineros empiezan a aparecer muertos de a uno por día. Clemens cree que todo esto tiene que ver con las cajas que transportan y revisa la bodega. Allí se encuentra con una chica, Anna, la cual está famélica y presenta marcas de mordeduras en todo su cuerpo. Luego de varias transfusiones de sangre Anna revive y les cuenta que viajan con una criatura de la noche, la cual sólo puede moverse mientras haya cerca tierra sacrílega del castillo en donde vive, y que precisa alimentarse de sangre para poder sobrevivir. Y mientras que ella fue conservada viva para que el vampiro sobreviva de alguna manera el viaje, su sed de sangre se ha disparado al ver todos los seres vivos que van a bordo del Demeter. Ahora la tripulación deberá luchar contra el demonio que los acosa por las noches, el cual se vuelve cada vez mas fuerte y hasta es capaz de volar. Pero la llegada a puerto está próxima, cada vez son menos, y la criatura parece inmune a los ataques. Y pronto habrá que tomar una decisión drástica para evitar que el vampiro llegue a tierra y se pierda en la multitud, además de poner en riesgo a toda la población de la isla.

Crítica: Drácula, Mar de Sangre (The Last Voyage of the Demeter) (2023)

El Último Viaje del Demeter (que acá horrorosamente renombraron Drácula: Mar de Sangre) representa un misterio para mí. Es un filme que hace todo excepcionalmente bien: hay grandes actuaciones, una premisa de la hostia, gran clima, una recreación de época impecable. Pero le falta un centavo para el peso, y no termino de entender por qué semejante película impecable no termina por volverse un clásico. Quizás sea el problema de que la criatura de turno carece de personalidad, es simplemente una amenaza prolija pero excepcionalmente anónima.

El Último Viaje del Demeter se basa en la Bitácora del Capitán del Demeter, que es un breve párrafo de uno de los capítulos de la novela original de Drácula escrita por Bram Stoker. Ni siquiera califica para capítulo entero. La bitácora detalla como el famélico vampiro va exterminando uno a uno a la tripulación del barco – con lo cual se va regenerado – hasta que al final el capitán se venda los ojos, se ata al timón, y encamina el barco a mar abierto… aunque termina estrellándose en la costa de Inglaterra con lo cual Drácula logra pisar tierra firme. Es un relato extremadamente breve de los hechos, que acá han expandido al formato de 2 horas, sumándole personajes de todo tipo. No hay clichés, los personajes están ok sin ser descollantes – sumaron a un médico inglés moreno como para darle diversidad a la cosa -, y no hay sustos baratos. El Demeter en sí es una obra de arte, un navío tan viejo y decrépito que es parte misma del relato. También hay una chica, la cual ha estado encerrada en una de las cincuenta cajas que Drácula ha hecho transportar en la bodega del barco y que contienen tierra sacrílega de su castillo maldito, lo que lo habilita a moverse sin peligro dentro del navío. La chica hace las veces de copetín viviente para el vampiro, succionándole de a poco la sangre mientras la criatura se mantiene cuasi comatosa, escondida en uno de los cajones. Pero de a poco la criatura empieza a deglutir todo lo que camina – ratas, los animales que sirven de provisión para la tripulación, después a los mismos marineros -, con lo cual está cada vez más fuerte y se va regenerando. Como diría James Woods en Vampiros de John Carpenter, “éste no es un afeminado en capita roja y con acento exótico europeo”, sino que el vampiro está basado en el Nosferatu de la película de Murnau de 1922, mezclado con gotas del Barlow de Salem’s Lot (1979). Es una criatura horrenda, una gárgola viviente y alada que depreda sin asco todo lo que se le cruza y al cual las cruces no le mueven un pelo.

En sí, Drácula: Mar de Sangre no es más que Alien en un barco antiguo. Hay desapariciones, persecuciones, gente que se atrinchera y que en un momento de desesperación sale a cazar la amenaza como puede. El plus es que los humanos atacados quedan infectados y se vuelven piras vivientes ni bien la luz del día los roza.

El filme no tiene empacho en ser sangriento, o siquiera en atreverse en temas tabú como es liquidar a infantes. André Ovredal es un formidable director – La Autopsia de Jane Doe es uno de los filmes más espeluznantes que vi en mi vida -; pero hay algo en toda esta receta que falla. Se toma su tiempo como si fuera un filme a la antigua tipo Hammer. Pero, por otra parte, es explícito y terrorífico. El problema es que el horror no se queda con uno; no te pega un susto de aquellos, no provoca pesadillas, no es espeluznante como debería ser. A la criatura se la ve mucho y, sí, va a precisa chupar muchas decenas de cristianos para volverse mínimamente humano. Que sea un vampiro real gigante no es un disparate, figuraba en la versión de Francis Ford Coppola donde incluso se volvía lobo. Pero después se volvía un refinado señorito inglés, no un zombie viviente que anda de bastón, levita y galera.

Es por todo eso que Drácula: un Mar de Sangre me parece una gran película pero no una excepcional o que merezca la recomendación del editor. Ese huevito precisaba más sal. Quizás si la criatura hablara mas y diera discursos espeluznantes – acá esa función la cumple la chica europea, que instruye a los marineros como a la platea sobre la leyenda del conde vampiro -. Está más que ok, pero no shockea, con lo cual todo se queda en una gran producción y un puñado de nobles intenciones.