Crítica: Gran Turismo: de Jugador a Corredor (2023)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

3 atómicos: buenaUSA, 2023: David Harbour (Jack Salter), Orlando Bloom (Danny Moore), Archie Madekwe (Jann Mardenborough), Takehiro Hira (Kazunori Yamauchi), Geri Halliwell (Lesley Mardenborough), Djimon Hounsou (Steve Mardenborough)

Director: Neill Blomkamp – Guión: Jason Hall & Alex Tse, basados en el juego de Playstation y en la biografía de Jann Mardenborough

Trama: Jann es un adolescente que pasa todo el tiempo corriendo carreras en el videojuego Gran Turismo de su Playstation. Luego de años y años de práctica se ha vuelto un experto. Para su familia es una causa perdida, quemando su tiempo en los videojuegos sin hacer nada constructivo con su vida. Pero ahora los responsables de Gran Turismo se han despachado con una fabulosa campaña publicitaria: los 20 mejores jugadores online de GT, alrededor de todo el mundo, serán reclutados para correr carreras en el mundo real utilizando coches de la escudería Nissan. El responsable de la movida es el gerente de marketing Danny Moore; pero, para que le aprueben la iniciativa, precisa el soporte de un director técnico fogueado que entrene a los pilotos, elija a los más talentosos y evite de que mueran en el intento. El veterano Jack Salter es el elegido; y aunque cree que todo esto es una locura, pronto empieza a descubrir que Jann tiene el instinto innato de un piloto de raza. Salter comenzará a creer en Jann a medida que lo entrena y va superando todas las pruebas que le pone, hasta el punto que el chico comienza a dar una sorpresa tras otra apenas pone un pie en el circuito internacional de carreras.

Crítica: Gran Turismo: de Jugador a Corredor (2023)

Gran Turismo me hace acordar a varias cosas. Primero, a una noticia que apareció semanas atrás en los diarios en donde un tipo se robó un avión y, cuando de la torre lo llamaron para que regresara y lo iban a ayudar a aterrizarlo, el tipo salió diciendo de que no se preocuparan, total él era un as en el Microsoft Flight Simulator. A los cinco minutos estaba achicharrado, incrustado en el pavimento de la pista de aterrizaje. Es como decir que si sos bueno en el Call of Duty vas a ser el mejor soldado sobre la Tierra. Por otra parte, recuerdo estar en la cuarentena del Covid y ver en YouTube a una corredora de rallyes que, como no podía salir de su casa, se había montado un simulador de la hostia para entrenar – no una sillita fija, un volante y una gran pantalla como vemos acá, sino tres pantallas gigantes y una silla móvil con un montón de mecanismos que te sacudían a lo loco para simular la estabilidad del auto frente a las curvas y los frenazos -. No sé si practicaba con el Collin McRae / Dirt 5 … y aún así, con un equipo que cuesta cientos de miles de dólares, no le servía para sustituir la realidad. Como decía Pierce Brosnan en Otro Día Para Morir ¡es hora de enfrentar la Gravedad!. Las fuerzas G que recibe el piloto, el aire encerrado de la cabina asfixiante, el calor del casco, el sonido atronador… todo lo que le explica David Harbour a sus pichones de piloto hacen que lo de las consolas sea literalmente un juego de niños. No hay reboot si chocás. Simplemente te mataste en una curva.

Pero Gran Turismo quiere cocinar su propia torta y comérsela, como dicen los americanos; y aunque se base en una historia real, la mitad de lo que hay en pantalla es ficción, simplemente porque Hollywood adora adornar la realidad, aunque ello suponga caer en toneladas de clichés. Padres preocupados y enfrentados a sus hijos por sus elecciones de vida – eh!, es Ginger Spice la que hace de madre! -, el veterano curtido / quemado / seudo Yoda – Miyagi que le enseña todo al novato, el equipo villano de turno (que es alemán, para variar), el jugar con todas las chances en contra. En manos que cualquier otro tipo el filme sería un automático 2 atómicos tirando a 1, pero Neill Blomkamp es demasiado buen director como para hacer un bodrio insalvable. Aunque casi todo lo que uno vea sea CGI, las secuencias son excitantes y el filme tiene ritmo. El otro salvavidas es David Harbour, el cual ya se ha convertido en un placer culpable. Le pasa el trapo a todo el mundo – a pesar que hay buenas actuaciones, incluso cuando los actores deben escupir clichés irremediables uno tras otro – y roba la pantalla cada vez que aparece. El es el director técnico del equipo, el que ve que el gamer tiene pasta de campeón, sólo que precisa algunas horneadas. El otro que figura es Orlando Bloom, al cual los años no le han caído en gracia; ahora su rostro tiene un rictus demasiado agrio y lo suyo son puras sonrisas forzadas creyendo que está en un filme horrible pero, al menos, aporta algo para la casa para no crean que Katy Perry lo tiene de mantenido.

En sí, Gran Turismo es mucho más entretenida de lo que parece, aún cuando cargue con el estigma de “película basada en un videojuego”. Aunque en realidad no estamos dentro del videojuego sino que se trata de una anécdota relacionada con la existencia del mismo en el mundo real. Está bien, divierte, de a ratos hasta emociona. Lo que sí – y espero que no sea una tendencia – viene en la misma onda de Barbie, de venerar a los creadores de videojuegos / juguetes como si sus creaciones tuvieran un propósito altruista para con la humanidad – en Barbie, la igualdad de los sexos y empoderar las mujeres; acá, crear el juego de carreras mas excelso y realista con el cual se pueden descubrir pilotos de raza entre la enorme masa de gamers -, cuando lo único que quieren es hacer productos populares y facturar a lo loco. Todo el filme es un flagrante desfile de marcas, desde Playstation  y otros productos de Sony hasta Nissan pasando por sponsors de carreras. En todo caso es un muy buen infomercial de 2 horas y cuarto de duración, el cual tiene sus cosas y entretiene. Cualquier otra intención superior – artística o intelectual – es olvidarse que se trata de un filme puramente publicitario, que se basa en otro producto y sólo pretende aumentar las ventas del mismo.