Crítica: La Garra Gigante (1957) (The Giant Claw)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1957: Jeff Morrow (Mitch MacAfee), Mara Corday (Sally Caldwell), Morris Ankrum (Teniente General Edward Considine), Louis Merrill (Pierre Broussard), Edgar Barrier (Dr. Karol Noymann), Robert Shayne (General Van Buskirk)

Director: Fred F. Sears, Guión: Paul Gangelin & Samuel Newman, Musica – Mischa Bakaleinikoff

Trama: Mitch MacAfee es un miembro del equipo técnico que está probando un nuevo dispositivo de radar para el ejército. En pleno test, mientras vuela un jet logra distinguir un enorme OVNI que pasa a enorme velocidad varias veces alrededor de su avión. Se emite la alerta y numerosos escuadrones salen a interceptar el objeto sin éxito. Los militares creen que ha sido una falsa alarma de Mitch, pero comienzan a llegar numerosos reportes de aviones desaparecidos alrededor de la zona. Mientras los militares investigan, Mitch y la hermosa matemática Sally Caldwell regresan a la ciudad en un avión del ejército, pero son atacados por el OVNI y se estrellan. Rescatados por un lugareño, el mismo les habla de “La Cacanya”, un ser alado mitológico que está surcando los cielos de la zona. Cuando Mitch y Sally regresan por fin a la ciudad, se enteran de más reportes de aviones desaparecidos, y el ejército ha logrado fotografiar al objeto. Se trata de una enorme ave alienígena, aparentemente indestructible, que está atacando a la región con un rumbo definido. Y de acuerdo a la trayectoria, no faltará mucho para que el ave llegue a la poblada ciudad de Nueva York.

La Garra Gigante (1957) Los americanos suelen tener el calificativo de turkey para las películas malas (en español el término similar es pavada). No estoy muy seguro de si el apelativo fue inventado a raíz de este film, pero seguro debe pegar en el palo. Hay filmes gloriosamente malos como Plan 9 del Espacio Exterior, y hay películas mortalmente malas y aburridas como L´Uomo Puma. La Garra Gigante cae en una zona intermedia, donde la pifia colosal de los efectos especiales no llega a compensar lo soberanamente serio de las escenas con actores.

Es como dos filmes en una misma película. Por un lado tenemos a los sufridos Jeff Morrow y Mara Corday, realizando sus mejores actuaciones de stock – él, chico lindo, arriesgado y valiente; ella, chica linda, inteligente y reacia a sus besos – en una trama que sigue todos los clisés habidos y por haber del cine de género de monstruos. Si hace poco hablábamos de la incoherencia del personaje de James Whitmore en Them!policía de pueblo que termina en un operativo militar a escala nacional para combatir a las hormigas gigantes -, aquí sucede lo mismo con un técnico en radio y piloto civil. Este es un ejemplo acabado de una de las reglas no escritas de la filmografía de monstruos de los años 50: el personaje que primero divisa el monstruo, es el encargado de llevar toda la investigación adelante y quien lo combate al final. Mientras tanto, en el bando de los buenos no hay ni uno que tenga la sagacidad de nuestro héroe.

Hay largas – muy largas – escenas dialogadas – muy dialogadas -. Y no particularmente interesantes. Pero donde el film comienza a tener ritmo es cuando aparece por primera vez el monstruo en directo. Y es cuando la platea se orina de la risa. No sé si es simplemente un rumor malintencionado, pero hay versiones que indican que los efectos especiales fueron hechos en un estudio mexicano. Y se nota. El pájaro es un gigantesco mamotreto, mezcla de pavo, muppet y Pablo Gallinazo (Buzz Buzzard, el buitre matón de El Pajaro Loco), con unos ridículos pelitos en la cabeza, una boca con dientes, y un par de ojos estrábicos que van cada uno por su lado. Los ataques del ave son delirantemente malos, con aviones colgando de piolines y que se mueven como si el tirititero tuviera Parkinson. El colmo del absurdo es cuando el ave ataca a un tren – una obvia maqueta – y se lo lleva cargado en el aire (a la locomotora y los vagones) como si fuera un collar de cuentas. Es una escena fantásticamente mala.

Pero cuando los FX no fallan demasiado, el filme puede generar un par de buenas escenas. Claro está, no son originales, sino tomadas de King Kong, con el pajarraco arriba del Empire State (y destrozándolo), o en la cima del edificio de las Naciones Unidas. Increíblemente estas secuencias son icónicas y es por lejos lo más recordado de la película.

Y mientras tanto los actores miran con cara de poker a la cámara, ajenos a lo espantoso de los efectos especiales. Hay una anécdota conocida acerca de Jeff Morrow, quien vivía en un pueblo y era la figura del lugar. Un día decidieron hacer un festival en su homenaje, y lo invitaron a la proyección de La Garra Gigante. El pobre Morrow – que nunca había visto el film hasta entonces – casi se muere cuando aparece el bicho en escena y la platea estalló en carcajadas. Por el escarnio, abandonó inmediatamente la proyección y tuvo que irse a escondidas con su familia.

Pero salvo el mamotreto volador, no hay mucho más. La otra secuencia disparatada es cuando comienzan a analizar científicamente cómo destruir al bicho. Es otro craso ejemplo de sanata científica cinematográfica, donde los protagonistas establecen que el ave proviene de una galaxia de anti materia, posee un escudo anti materia y se alimenta… de materia. Por si esto fuera poco, Sally deduce (¿cómo?) que el pájaro ha atravesado medio universo para depositar un huevo en la Tierra. Y Mitch, como un MacGyver de los 50, elabora un dispositivo anti anti materia (sí, está bien escrito) para anular el escudo invisible al bicho.

El director de este engendro es Fred F. Sears, el que el año anterior nos deleitara con La Tierra Vs Los Platillos Volantes. Acá el presupuesto de Sears es una lágrima, y se nota por los cuatro costados. Hay un reciclado salvaje de secuencias de stock de filmes anteriores (destrucciones, escenas de pánico masivo) tomados precisamente tanto de Earth vs Flying Saucers como The Beast of 20.000 Fathoms. Pero aparte del aspecto técnico, el filme se toma en serio a sí mismo (quizás demasiado), lo cual le quita locura y valor camp. Vale la pena verla, aunque sea haciendo fast forward hasta las apariciones del monstruo, que son de las cosas más cómicas que uno ha visto en cine.