Crítica: Espy (1974)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

3 atómicos: buenaJapón, 1974: Hiroshi Fujioka (Yoshio Tamura), Kaoru Yumi (Maria Harada), Masao Kusakari (Jirou Miki), Yûzô Kayama (Houjo), Tomisaburô Wakayama (Ulrov)

Director: Jun Fukuda – Guión: Ei Ogawa basado en la novela de Sakyo Komatsu

Trama: ESPY es una agencia ultrasecreta conformada por individuos con poderes mentales como la telekinesis y la telepatía. Ahora sus agentes tienen la misión de proteger al primer ministro de la república europea de Baltonia, la cual se encuentra sumida en una guerra civil y cuyas facciones opositoras son apoyadas en secreto por las superpotencias. Creyendo que el conflicto es fomentado por foráneos – que tienen el secreto propósito de que escale y se transforme en una guerra mundial – los agentes de ESPY se topan con un sindicato de sicarios que también poseen poderes mentales y que son capaces de anticipar todas sus movidas. Yoshio Tamura es el agente mas veterano de ESPY y ha sido atrapado y sometido a tortura por los asesinos; pero luego de escapar, se da cuenta que el daño producido por el martirio ha anulado temporalmente sus poderes mentales. Ahora ESPY deberá confiar la suerte de la misión en su recluta mas novel e inexperiente, el ex corredor de autos Jirou Miki; pero los sicarios son hábiles y expeditivos y, a menos que Miki supere sus prejuicios y los combata con la misma ferocidad, los villanos habrán ganado la partida y habrán sumido al mundo en el holocausto de una guerra nuclear.

Crítica: Espy (1974)

¡Espías japoneses en Europa intentando pasar desapercibidos!

¡Morenos lascivos!

¡Japonesas en pelotas!

¡Poderes mentales!

¡Malos efectos especiales!

¡WOW!

Considerando que este espécimen data de 1974, es increíble el pastiche de ideas que hace y que, años mas tarde, aparecerían en otras producciones americanas mas pulidas y menos fumadas. Un servicio de inteligencia supersecreto donde todos los agentes tienen poderes mentales – telekinesis, telepatía… y teletransportación (!) – y que batalla contra un equipo similar compuesto por villanos; un sensei / maestro Yoda vestido de blanco y capaz de girar un Jumbo con el poder de su mente; un villano impulsado por el deseo de destruir a toda la humanidad ya que estos “mutantes” son la nueva raza que heredará la Tierra; todo esto salpicado con abundantes paisajes europeos, un magnífico score de Masaaki Hirao que sintoniza a Henry Mancini, y galanes supercopados. Hay una versión vintage de Justin Chatwin y uno que parece el primo de Sonny Chiba (Hiroshi Fujioka, el cual haría de Kamen Rider casi toda su vida) pero mas torpe y menos letal. Ellos y Kaoro Yumi (ups! no sabía que este papel requería un desnudo!) tienen que proteger al primer ministro de un ficticio país europeo con nombre ridículo (Baltonia?) porque el maloso de turno quiere usarlo como excusa para que las superpotencias se enfrenten y estalle la Tercera Guerra Mundial (otra que Vietnam). Al final los japoneses ponen a yanquis y rusos en alerta y se unen contra el villano, quien desata todo el poder de su ejército de scanners… incluyendo terremotos y alucinaciones. Y todo esto, salpicado de melodrama kaiju (adultos portándose como niños, poniendo carotas y gritando por nada, y rascándose la nuca cuando deben decir algo que les da vergüenza) y pésimos diálogos.

Espy es un producto inclasificable. Imaginen la estupidez de poner a un asiático como agente secreto en Estambul (es como mandar un espía negro a China; “en esta vista de satélite, ¿pueden adivinar dónde está el espía americano entre la multitud de asiáticos?”), pero el filme no se queda ahí. En el inicio vemos como un espía de la organización Anti-Espy (sip, es como la tira de la revista MAD “Espía vs Espía”) comete un atentado matando a cuatro mandatarios de la ONU con un rifle. Lo que nadie se calentó en investigar es que se trata de un Winchester como los del Viejo Oeste, esos con palanquita que usaba John Wayne para matar indios sin asco en sus Westerns y que encima no tiene mira telescópica. Y el tipo los mata de una distancia que es de aquí a La Quiaca. Claro, el tipo usa sus superpoderes y ve a través de las paredes metálicas del vagón, e incluso puede corregir la trayectoria de la bala con su mente. ¿Ah, no?. ¡Pero hubiera sido copado que pudiera hacer eso!.

El problema con los buenos es que son una manga de incompetentes y siempre están diez pasos detrás del villano y sus secuaces. Llegan tarde a los rescates, se dejan golpear y torturar, son hipnotizados y engañados, y al final triunfan porque a la producción se le terminaba el stock de celuloide. En la secuencia mas fumada del filme el temerario (pero torpe) agente Tamura es atado a una silla en un cabaret en Turquía mientras su compañera – bajo la influencia de la poderosa droga… ¡Narcótico 300! (decir esto con voz de japonés furioso, es decir, como si algo estuviera por salir y estuviera seco de vientre desde hace 10 días – se pone toda lasciva, baila ligera de ropas y se apresta a entregarle el postre a un moreno que la mira con ganas y trabaja para el otro bando. Y al ver el toqueteo, a Tamura no se le ocurre mejor idea que usar su telekinesis para arrancarle de cuajo la lengua al moreno. Mal día para chupetearse un estofado a la japonesa.

Los delirios no se terminan ahí. Cuando se aprestan a atacar la fuertemente custodiada mansión del Primer Ministro, los villanos usan un plan tan superelaborado como escasamente práctico para penetrar las defensas: mover mentalmente decenas de campanas de las iglesias de los pueblos cercanos, colocarles un micrófono a cada una, retransmitir el sonido a un auto con parlantes potenciados y amplificar la señal con sus poderes mentales. Ni al Doctor Evil se le podría haber ocurrido semejante burrada. Entre eso y las pistolas que usan (que disparan balas que explotan como granadas y hacen volar a medio mundo), la escena se cuece en el mayor de los delirios con los agentes de turno sumiéndose en la depresión porque tuvieron que matar a los malos.

Que Espy no aburre nunca, es cierto. Que es un engendro sicotrónico, es también verdad. Acá hay cosas sacadas de los X-Men, Carrie, Scanners y James Bond con el detalle que, en varios de los casos, se anticipan años o décadas al filme de referencia. Pero esto es cine fantástico japonés y, por lo tanto, la credibilidad y la rigurosidad científica salen volando por la ventana. Dirige Jun Fukuda, responsable de algunas de las peores películas de la saga de Godzilla el cual, al menos, muestra cierto virtuosismo con algunas novedosas tomas de cámara. El ataque final a la mansión del villano parece salida de una de terror, y el tipo tiene un parlamento interesante antes de espichar y que todo vuele por los aires como si el tipo almacenara nitroglicerina en cada una de las habitaciones. Lo que se dice, terminar con un Big Bang!.