Crítica: Drive-Away Dolls (Dos Chicas a la Fuga) (2024)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

2 atómicos: regularUSA, 2024: Margaret Qualley (Jamie), Geraldine Viswanathan (Marian), Beanie Feldstein (Sukie), Joey Slotnick (matón #1), C.J. Wilson (matón #2), Colman Domingo (jefe de los matones), Pedro Pascal (el coleccionista), Matt Damon (senador Gary Channel)

Director: Ethan Coen – Guión: Ethan Coen & Tricia Cooke

Trama: Filadelfia, 1999. Marian es una chica lesbiana que quiere viajar a Tallahassee a visitar a su abuela. El problema es llegar, ya que es un viaje de 7.500 km. Mientras tanto su amiga Jamie no para de clavarle los cuernos a su pareja Sukie, la cual termina por echarla de su casa. Aprovechando el revés, Jamie aprovecha y se une a Marian y, para abaratar los costos, buscan oportunidades en una agencia de autos de alquiler, los cuales justo tienen un coche rentado que debe ser devuelto a Florida. Reciben un Dodge Aries y comienzan una larga travesía, en donde Jamie planea no dejar títere sin cabeza, acostándose con cada belleza que se tope en la larga lista de bares gay que hay en el camino. Y mientras que entre Marian y Jamie se empieza a despertar un sentimiento que va más allá de la amistad, por otro lado han recibido el Dodge Aries equivocado, el cual estaba reservado para un grupo de mafiosos, y que esconde en su baúl un maletín misterioso cuyo contenido es millonario. Así que las chicas no sólo deberán lidiar con su conducta revoltosa y sus sentimientos recién descubiertos, sino que deberán esquivar a los matones que van tras ellos, los cuales quieren matarlas y recuperar el botín perdido antes que el jefe de su pandilla se enoje y decida liquidarlos por incompetentes.

Crítica: Drive-Away Dolls (Dos Chicas a la Fuga) (2024)

Y ahora, algo completamente diferente…

Bienvenidos a un mundo sin reglas, diría el Guasón. Es ciertamente un mundo bizarro – pero antes de que se ofenda alguien, la definición del diccionario de “bizarro” es algo excéntrico o fuera de lo común, no algo abominable -. Como dos hermanos cineastas que se volvieron mujeres trans en menos de una década. O que un hombre heterosexual esté casado con una mujer lesbiana. Y éste no es un caso de “cuestión de apariencias”, porque ése es un concepto anticuado que regía en Hollywood hace 60 años y más – ahora el mundo es mucho más libre y tolerante: las estrellas LGBT están integradas al mundo del espectáculo, deportes, etc y nadie arma una marcha de encapuchados con antorchas para lincharlos… aunque aún existen sectores ultraconservadores (y ultra hipócritas) que creen que ésto es la batalla final por el triunfo de la moralidad y los valores familiares tradicionales y los combaten desde las redes sociales, los medios y cuanta tribuna logren acaparar -. En el caso específico de Ethan Coen, su editora (y colaboradora de años) Tricia Cooke es su esposa. Y es lesbiana. Y si bien uno puede abogar sobre la existencia de almas gemelas sin diferenciar el sexo – el amor incondicional del que hablábamos al reseñar El Juego de las Lágrimas -, donde las cosas se ponen aún más bizarras es al ver cómo está organizada la dinámica familiar. Tienen hijos. Pero, a su vez, cada uno tiene su propia pareja. Y es ahí donde me explota la cabeza, porque uno termina diciendo “con todos los peces que hay en el mar…”, y si éste tipo de familia sui generis era la única alternativa posible, amén de teorizar qué pueden pensar los pibes al ver a sus padres con sus respectivos amantes… algo que seguramente no deben ver en las familias de sus respectivos compañeros de escuela.

Desde La Balada de Buster Scruggs que los hermanos Coen se han tomado un tiempo de distancia para dedicarse a proyectos personales. Y Drive-Away Dolls (Muñecas Fugitivas sería la traducción) es un proyecto de Ethan y Tricia Cooke, actuando ésta como guionista. El tema es que, lo que pretende ser una comedia excéntrica con aires de film de culto (típico de los Coen), funciona más como catarsis de pareja y relato autobiográfico para la Cooke. Eso incluye un montón de detalles del submundo gay estadounidense de la década del 90, lo cual va entre lo anecdótico a lo interesante y moderadamente cómico. El tema es el resto – la trama de intriga -, que simplemente no funciona.

Es posible que este análisis exceda ampliamente a los valores reales del filme, que son pocos en realidad. Uno ha visto un aumento incesante de filmes LGBT donde, como en cualquier clase de cine, hay buenas obras, malas obras y obras mediocres. A uno le da varias sensaciones: la primera, es que los filmes sobre homosexualidad masculina son más resistidos por parte del público general que sobre los de temática lésbica. El otro, es que las comedias gay tienen un mayor grado de aceptación. Posiblemente todo esto pase por la audiencia masculina, que acepta con mayor facilidad historias de dos mujeres enamoradas (“criaturas celestiales del amor”) a ver dos camioneros besándose. Y hablo de obras hechas por libretistas y directores LGBT, no de forzados mensajes woke producidos por corporaciones (léase, la Disney) que abogan por la tolerancia de manera comercialmente interesada como para que sus productos lleguen a un público más amplio… pero que carecen de honestidad intelectual. Tomemos el ejemplo de Bottoms (en la que trabaja Ayo Edebiri, la estrella de The Bear), una comedia sobre lesbianas adolescentes que forman un seudo Club de la Pelea en su escuela secundaria como para defenderse de abusadores… y aprovechar la voleada para conocer a las chicas mas bonitas de la escuela, como para ver si tienen una oportunidad de ligue. Es una película bien zarpada, deliciosamente cómica y movilizadora en lo emocional por lo bien construidos que están los personajes. O Con Amor, Simón, que es una sólida historia de crecimiento – con tintes dramáticos – sobre un adolescente gay.

Pero acá el dúo central de Margaret Qualley y Geraldine Viswanathan son figuras de cartón pintado que, ni siquiera, tienen química entre ellas. La Qualley disfruta a lo loco su personaje de maníaca devoradora de faldas, mientras que la Viswanathan está tan reprimida y almidonada que resulta imposible creer que estas dos personalidades tan diferentes puedan ser amigas o tengan algo en común, más si el libreto utiliza la excusa del viaje para encender la chispa de romance entre ellas… que no termina siendo creíble en absoluto. Mientras que ambas son supremas actrices, a la hora de estar juntas no prenden fuego la pantalla grande. Esto no es más que una road movie con lesbianas, en donde empiezan de una manera, aprenden / descubren cosas sobre el camino y terminan el recorrido siendo personas diferentes, maduras, transformadas. Pero la escena final está tan descolgada de los tibios acontecimientos previos que resulta imposible imaginar en qué momento estas dos chicas consideraron que vivieron un romance tan efervescente como para llegar a la conclusión de que son almas gemelas y precisan pasar el resto de su vida juntas.

Al menos el viaje sirve como excusa para meter unos cuantos chistes que van de lo pasable a lo meh. No es que Coen filme con pudor – últimamente los directores se zarpan cada vez más, y acabo de verlo en una rom-com tan standard como Cualquiera Menos Tú -, pero lo visualmente atrevido no siempre está acompañado de un diálogo que le haga honor. Y si la parte de la comedia romántica falla, lo que le queda – por parte de Coen – es la trama de intriga, que pretende ser excéntrica y termina siendo soberanamente estúpida. Lo de Pedro Pascal es un cameo, Beanie Feldstein sobreactúa igual que su hermano Jonah Hill, los matones que siguen al dúo central no tienen gracia, y la participación de Matt Damon es un bochorno. Pero es que, aparte, cuando se resuelven las cosas, lo hace de un modo tan simplista y adolescente que resulta soberanamente bobo. El contenido secreto del maletín misterioso por el cual todos se pelean es una gansada de aquellas, además de que no hay manera de identificar a una persona de manera específica por el molde de una parte del cuerpo en especial.

Si uno la compara con Bottoms, Drive-Away Dolls es pobrísima, chata e, incluso, hasta me animaría a decir que pacata (y eso que no escatima escenas zarpadas). Acá todos los personajes son caricaturas. Lo mejor del filme es la Qualley, que es bella, natural, carismática, y tiene talento para agarrar el papel que se le dé la gana. A ella le tocan las escenas más jugadas del filme, y uno reconoce el ángel y la gracia de la hija de Andie McDowell. Pero el libreto le hace un flaco favor a ambas protagonistas, ya que es un compendio de anécdotas no muy graciosas, una trama estúpida y muy débil, y un circo donde la mitad del elenco sobreactúa.

Si los Coen siempre se caracterizaron por ser excéntricos, parece que la química se perdió al separarse los hermanos. El filme es flojo como comedia, como road movie, como película de intriga, siquiera como romance gay. El libreto es el principal problema, porque tiene tiempos muertos, conversaciones que no van a ninguna parte, personajes que no se ven reales. Esto podría haber sido una aventura a pura adrenalina recargada de situaciones descontroladas y super cómicas, pero en cambio es un collage de escenas dispares y altibajos de tono. Ni siquiera sé de qué se trata el cameo de Miley Cyrus, o qué corno tiene que ver las gráficas sicodelicas que parecen salidas de una película de los 60s. Es un pastiche sin gracia, con algún que otro momento aislado logrado pero que merece ser dejada de lado. Se ahoga en la indulgencia como si no hubiera ningún tipo de control de calidad o revisión del material escrito. En su lugar le recomiendo que vea Bottoms, que la va a pasar mejor y es un relato mucho más cómico, más sincero y más emotivo.

LOS HERMANOS COEN

Algunos de sus filmes han sido comentados en el portal: El Gran Lebowski (1998) – Sin Lugar Para Débiles (2007). A su vez los hermanos Coen escribieron el libreto de El Puente de los Espías (2015). Drive-Away Dolls (2024) es una comedia escrita y dirigida en solitario por Ethan Coen.