Crítica: El Teléfono Negro (The Black Phone) (2021)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

4 atómicos: muy buenaUSA, 2021: Mason Thames (Finney Blake), Ethan Hawke (secuestrador), Madeleine McGraw (Gwen Blake), Jeremy Davies (Terrence Blake), E. Roger Mitchell (Detective Wright), Troy Rudeseal (Detective Miller)

Director: Scott Derrickson – Guión: C. Robert Cargill & Scott Derrickson, basado en el cuento homónimo de  Joe Hill

Trama: Norte de Denver, 1978. Los Blake viven en un barrio de clase obrera. Los chicos Finney y Gwen llevan una existencia torturada debido a que su padre no ha podido superar la muerte de su esposa, y se ha convertido en un alcohólico violento que, ante el menor cortocircuito, muele a palos a sus hijos. Para colmo, un pervertido ha comenzado a acosar al barrio, y está secuestrando niños para torturarlos y matarlos. No hay ninguna pista, excepto que todos proviene de la misma escuela a la que van Finney y Gwen. Pero una tarde Finney cae presa del maníaco, el cual lo droga y lo lleva a su escondite secreto. Encerrado en un sótano mugriento, con un colchón, un inodoro y un teléfono negro de pared que no funciona, pareciera que el fin de Finney es inevitable. Sin embargo, cada vez que el secuestrador no está en el cuarto, el teléfono negro empieza a sonar. ¿Son alucinaciones de la mente torturada de Finney o un perverso juego del secuestrador?. Pero cuando el chico se anima a atender – aunque los cables estén cortados y el teléfono esté realmente descompuesto -, voces espectrales comienzan a hablarle. Y no pasa mucho tiempo antes de que Finney se de cuenta de que, quienes le hablan, son los chicos que han sido asesinados en ese cuarto, los cuales empiezan a darle pistas para sobrevivir cuando llegue el momento en que el secuestrador pierda la paciencia y decida atacarlo de una vez por todas.

Crítica: El Teléfono Negro (The Black Phone) (2021)

A mi hija adolescente le encantan las películas de terror. Es un gusto nuevo, no como otros pibes que arrancaron a los 8 años viendo películas de zombies (como es el caso de mi primo). Ella se enganchó por una amiga a los 14, y comenzó la racha. Antes yo le había mostrado algunos filmes clásicos mas “suaves” (no puedo introducir en el terror a una adolescente comenzando con una sesión de Saw o La Noche de los Muertos Vivos) onda El Auto, El Pueblo de los Malditos o Frankenstein y el Hombre Lobo. Ahora se copó y agarra casi todo, desde Megan hasta toda la saga de Scream.

En medio de una de esas sesiones de terror de streaming se topó con El Teléfono Negro, la cual yo ya conocía por reviews. Sabía que era buena… pero no que era tan buena. Y aunque últimamente esquivo el género del terror (prefiero algo mas fantasioso… bah, toda mi vida lo mío fue más la ciencia ficción que el terror), terminé enganchándome con ella.

Lo primero que me llamó la atención fue la reconstrucción de época, bien de los 70s. Pero no de los 70s idealizados sino de la América pobre de la década del 70, la que vive en barrios masivos de casitas modestas y cercas de alambre. Toda gente obrera, viviendo con lo justo, con un auto barato, lámparas de acrílico y muebles de Fórmica. Lo otro que me llamó la atención fueron los actores infantiles, excelentes en lo suyo, completamente naturales. Considerando que parte de la historia involucra a un padre alcohólico que le da palizas a sus pibes, el drama estaba llevado de manera impactante: angustiante pero no torturante, realista sin exagerar.

Cuando vi que todo el drama giraba alrededor de pibes secuestrados por un asesino serial en la década del 70, me dije a mi mismo que tenía la misma onda que las historias de Stephen King hacía en su primera época – desde It, El Payaso Diabólico hasta Stand By Me, Carrie y toda la bola -. Es por eso que no me sorprendió en absoluto cuando, al leer los créditos, me entero que la historia de base de El Teléfono Negro es de Joe Hill… el hijo de Stephen King. De Hill lo único que conozco era Horns (que aquí comentamos), donde a Daniel Radcliffe le salían cuernos que lo hacían parecer sospechosamente a un diablo, recibía poderes paranormales y los usaba para resolver el misterio del asesinato de su novia.

Pero si Cuernos era rara, El Teléfono Negro es Stephen King vintage en su más pura expresión. Niños lidiando contra una amenaza imparable. Padres deleznables. Bullys. Otro niño (en este caso, niña) con poderes paranormales que obtiene pistas sobre el misterio que nos ocupa. Como homenaje al estilo de su padre, Joe Hill deslumbra. Mientras que toda la mecánica del relato es puro King, lo que agrega Hill de su pecunio es que la última víctima (Mason Thames) no es el típico bobito / nerd / deportista / bully sino que es un pibe que vive apaleado por su padre después de cada borrachera. No hay nadie para defenderlo, su madre murió hace poco y su padre ahoga sus penas en una botella. Como pasaba en algunos relatos de King, los poderes de la hermana (Madeleine McGraw) de ver cosas del asesino son heredados y, en el caso de la madre, se amplificaron con el tiempo hasta el punto de volverla loca y terminar suicidándose. Por eso la McGraw cobra cintazos todos los días. El guión no termina de transformar al padre en un monstruo, sino en un hombre trastornado por el dolor que equivoca feo las cosas. Tiene sus momentos de calma y dulzura, pero no es un monstruo de dos caras. No termina por redimirlo, pero ciertamente se ve mas coherente y real que si fuera simplemente una caricatura violenta.

Y como la violencia está en todo, cuando el chico (Mason Thames, con gran futuro en la industria) es secuestrado, es un pibe que ya está acostumbrado a ella. No es que deje de temerle, pero no lo paraliza. Encerrado en un sótano enorme y desolador, sólo tiene un inodoro, un colchón y un viejo teléfono descompuesto que, de pronto, comienza a sonar. Ups, te llama el 0800-FANTASMA. Los pibes que masacró el asesino le empiezan a dar pistas. Como murieron en ese cuarto, sus almas están encadenadas a la agonía que irradia ese lugar. Y, de todos los que pasaron, solo Thames tiene alguna posibilidad de sobrevivir debido a conocer la violencia de los adultos de cerca.

Es posible que Scott Derrickson sea uno de los mejores directores de cine de terror que haya en la actualidad, junto con James Wan y Mike Flanagan. Acá Derrickson no quiere sobresaltos baratos o tripas; lo que hace es construir un clima de tensión. Es posible que El Teléfono Negro no tenga nada excesivamente terrorífico – un susto memorable que se quede con vos durante años -, pero está narrada como los dioses. Se toma sus tiempos, arma el misterio, pega algunos sobresaltos, hace que el asesino (un irreconocible Ethan Hawke) se explaye y lo conozcamos, construye la pesquisa policial, arma las alucinaciones de la hermana que le dan pistas sobre dónde puede estar el chico Thames… es cine de terror del bueno al estilo de los 70s. No hay mucha distancia entre lo que hace Derrickson acá con lo que hizo Brian DePalma con Carrie (que también era de Stephen King). Se trata de crear un clima de opresión e injusticias que desemboca en una batalla final donde los protagonistas tienen su revancha con la vida. Acá todo es extremadamente lógico. Y cuando uno se cuestiona por qué diablos el asesino no ataca de entrada, el relato (a través de las voces de los niños fantasmas) te da pistas de que el tipo quiere jugar algún juego perverso. Posiblemente fue otro niño abusado por la violencia paternal que ahora quiere tomarse revancha con los niños del barrio.

El Teléfono Negro es un film de terror excelente por lo lúcida de la historia, la calidad pareja de su narración, el evitar caer en efectismos baratos. Que use mecanismos narrativos a la antigua (o que ahora no están en boga, ya que podía haber caído fácilmente en el vicio de toneladas de sustos baratos y FX sangrientos) no quita que no tenga su cuota de sobresaltos, sea en los sueños de la niña o en los fantasmas de los chicos asesinados que a veces aparecen en persona frente a Mason Thames. A veces el terror no se trata de crear cosas espantosas todo el tiempo sino de crear cosas creíbles que existen en este mundo, que tienen un origen cercano a vos (o a alguien conocido), y explotar ciertos miedos innatos que tenemos todos. Que tu padre te desconozca y te muela a palos. Que seas secuestrado por un loco. Que a un niño lo puedan torturar, vejar y matar. No se precisan tripas, hombres lobos o torturas revulsivas en primer plano para estremecer el espectador. El Stephen King de la primera hora lo sabía (y así cobró fama), y su hijo ahora lo refresca con gran dosis de talento. Quizás el único detalle bizarro sea la máscara del asesino – con forma de demonio, la cual va modificando para mostrar sus estados de ánimo -, pero es también lo que le da identidad al filme porque, cuando se prendan las luces, uno vuelva a la normalidad y siga haciendo sus cosas, el rostro demoníaco de Ethan Hawke – dotado de su galera – es lo que quedará grabado en nuestra retina por el resto de nuestros días.