Crítica: Becky (2020)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

3 atómicos: buenaUSA, 2020: Lulu Wilson (Becky), Kevin James (Dominick), Joel McHale (Jeff), Robert Maillet (Apex), Leslie Adlam (Señora Hancher)

Director: Jonathan Milott & Cary Murnion – Guión: Nick Morris, Ruckus Skye & Lane Skye

Trama: La vida le ha pegado duro a Becky, una niña de doce años que ha perdido su madre a causa del Cáncer hace poco mas de un año. Su padre Jeff le tiene paciencia infinita pero Becky se ha vuelto difícil e inhibida, explotando en arranques de furia y rebeldía. Ahora han vuelto con su padre a su casa original situada en las afueras – donde su madre pasara su convalecencia hasta su fallecimiento -, pero todo es una excusa para que Jeff le comunique que se va a casar con otra mujer, la cual es divorciada y tiene su propio pequeño. En un ataque de ira e impotencia Becky sale corriendo hacia los bosques, y su padre decide dejarla tranquila hasta que asimile la noticia. Pero, mientras tanto, un grupo de presos que se ha escapado de la cárcel ha llegado al lugar y han apresado a Jeff, su novia y el hijo de ésta. Ellos vienen por una llave, la cual abre una caja fuerte que contiene el botín de su último robo, y la cual habían escondido en el sótano de la casa cuando ésta estaba abandonada. Lo que no saben es que Becky la ha encontrado y se ha quedado con la llave, pensando que era un último recuerdo de su madre. Sin soluciones a la vista el violento líder del grupo, un neo nazi llamado Dominick, ha decidido que es hora de empezar a torturarlos para obtener respuestas. Pero cuando las cosas se salen de control y Jeff queda seriamente herido, la frágil psiquis de Becky explotará por los aires, convirtiéndose en una depredadora que acosará a los malvivientes en busca de venganza por lo que le han hecho a su padre… una venganza que llegará de la manera mas violenta posible.

Crítica: Becky (2020)

Mi Pobre Angelito con neonazis: así podría ser el resumen de Becky. He aquí una chica traumatizada por la muerte abrupta de su madre a causa del Cáncer y, como al padre le apuran los papeles, no demora ni un año para hacer el luto que ahora se va a casar con una veterana divorciada que encima viene con un hijo (además el libreto la convierte en afro americana, lo que podría ser aún mas chocante cuando quede en manos de los violentos supremacistas, pero el libreto no se anima a ir por ese camino ya que podría terminar en una parafernalia del mal gusto). Todo mal para Becky. Si la piba ya venía con el fusible quemado y estaba en rebeldía contra el mundo, la confirmación de que papi se casa con su novia le hace volar lo que le quedaba de cabeza. No, no es una mala piba, es una causa rescatable gracias a que el padre (Joel McHale, un tipo de humor ácido e histrionismo limitado que no sabe hacer otra cosa que variantes de su Jeff Winger de Community) tiene una paciencia enorme y un amor infinito. Claro que, cuando Doug Hefferman le mete tres pinchos de brochette y dos balas en el cuerpo, el mundo deja de tener sentido y Becky entra en modo John McClane / Kevin McCallister a full. Acosa a los nazis, les pone trampas, no toma prisioneros. ¿Si es creíble que una piba de 12 años tire abajo a una pandilla de forzudos ex presidiarios?. Meh… pero este filme desde el principio nunca se propuso ser realista sino un mero entretenimiento culpable.

Si hay un golpe publicitario, ése es el stunt casting de Kevin James como el jefe de los neonazis – como para que no te queden dudas de que es el malo, el tipo está pelado y tiene una esvástica grande como la hélice de un avión tatuada en la nuca -. Acá James tortura, mata gente y tiene un puñado de escenas jugadas y, aunque no es el súper actor, es lo suficientemente sólido como para ser creíble como indeseable supremacista ario (y sacarse de la cabeza, aunque sea por un rato, su imagen de payaso amable de sitcom). El problema con el personaje de James no pasa por el actor sino por el libreto, el cual le da un perfil demasiado culto y reflexivo para lo que debería ser un sicópata bruto e hiperviolento. Contra él brilla Lulu Wilson, la que tiene una mirada de loca fatal y puede ir de la risa a la demencia en dos segundos. Si no fuera por Wilson todo el filme se caería por el peso de su propia incredibilidad.

Becky es pasable pero no memorable. Tiene su cuota de escenas que chorrean ketchup (incluyendo una operación en seco de un ojito) y las emboscadas de la chica son lo suficientemente creíbles como para no poner los ojos en blanco. Quizás los malos son demasiado torpes y el libreto tiene su cuota de agujeros pero, para pasar el rato y ver al buenazo de James hacer de loco asesino (y disfrutar con la performance de la Wilson, la que tiene un futuro promisorio por delante), bien vale la pena en estos momentos de ocio y desesperación.