Crítica: Batman & Bill (2017)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 2017: con los testimonios de Marc Tyler Nobleman, Athena Finger, Todd McFarlane, Carmine Infantino, Kevin Smith, Jerry Robinson entre otros

Director: Don Argott & Sheena M. Joyce, basados en el libro Bill, el Chico Maravilla: el Secreto Co-Autor de Batman de Marc Tyler Nobleman

Trama: Bill Finger: uno de los mas prolíficos guionistas de historietas de la era de oro del comic. Pero fue también un hombre tímido y anónimo, intelectual y apocado, un tipo que nunca quiso (o nunca pudo) reclamar la gloria que realmente le pertenecía. Porque Finger fue el auténtico co creador de Batman, una de las tiras cómicas mas populares del planeta. El creó al Guasón, al Acertijo, a Gatúbela, al Pingüino; a los personajes secundarios como Alfred y el comisionado Gordon; a Ciudad Gótica y a toda la mitología del personaje. Pero su luz fue arrebatada por Bob Kane, el dibujante de la tira (y su jefe y su amigo), quien firmó un contrato de exclusividad con DC Comics para que el único crédito de la historieta fuera suyo. Y mientras Kane se revolcó en la riqueza, Finger vivió en la melancolía y la pobreza, falleciendo prematuramente a los 59 años. Esta es la crónica de Marc Tyler Nobleman, un escritor y periodista de investigación el cual descubrió esta injusticia y emprendió una cruzada para que Finger obtuviera (aunque fuera póstumamente) el crédito que le fuera negado en vida.

Crítica: Batman & Bill (2017)

El mundo del comic está lleno de injusticias. Mas, sobre todo, cuando tiene que ver con los padres fundadores del género. Como el caso de Joe Shuster y Jerry Siegel, creadores de Superman quienes – desesperados por un trabajo estable – vendieron los derechos del personaje por tan solo 100 dólares a cambio de un contrato de trabajo de 10 años con la futura DC Comics. Recuerden que en ese momento (la década del 30) las tiras cómicas era un género absolutamente marginal y hasta avergonzante – en algún momento Stan Lee lo comparó a trabajar en una revista de desnudos; ¿qué dibujante o escritor con serias pretensiones artísticas querría trabajar en una revista para niños? – y las empresas dedicadas a esto ganaban monedas ya que las revistas valían realmente muy poco. El mayor ingreso provenía, en cambio, de la sindicación de las tiras a los diarios para su publicación en contratapa y en suplementos. En ese contexto apareció Supermany nada volvió a ser lo mismo. Las revistas de Superman se vendían como pan caliente, los dolares entraban por toneladas a la editorial, Hollywood se peleaba por el personaje (llevándolo a la radio y el cine apenas un par de años después de haber nacido la historieta)… y los padres de la criatura comenzaron a ver como pasaba el tren del dinero sin que ellos pudieran prenderse a ninguno de los carros. Vieron como se erigía un imperio basado en su obra y no vieron un mango. Cuando juntaron coraje se fueron al ring judicial con la editorial… y terminaron perdiendo. Apenas recibieron un par de pagos paupérrimos y el retorno de los derechos de autor le fue negado, con lo cual vivieron el resto de su existencia en la amargura. Morirían en la pobreza, recibiendo algunas dádivas de la corporación a la cual le habían “regalado” su hijo mas dilecto.

Vale decir, nadie creía que la industria del comic podía dar grandes dividendos, o que los personajes de una historieta podían volverse millonarios best sellers. Con una industria que contaba los centavos, imprimía de la manera mas barata posible y retaceaba los derechos de autor (porque consideraba a los autores como empleados de la casa, siendo sus creaciones el fruto de su trabajo al servicio de una editorial), nadie se preocupaba demasiado del futuro de sus creaciones sino de mantener un trabajo estable ya fuera como entintador, dibujante o guionista. Superman nació en 1938 y pronto se convirtió en una máquina de hacer dinero (y muy pronto otros lo imitaron para intentar explotar el filón de oro que habían descubierto). Siegel & Shuster cobraron un muy buen salario por el término de diez años pero luego fueron despedidos y el personaje pasó a manos de otros dibujantes y escritores, habiendo perdido el control creativo de éste. Solo el levantamiento de voces dentro de la industria (sobre todo con el estreno del filme de Superman en 1978, lo que reavivó la polémica y la injusticia) logró que Siegel & Shuster obtuvieran una pensión mínima y beneficios médicos antes de sus respectivas muertes, aunque años después sus herederos le plantaron la cara a DC y se pusieron mucho mas duros en cuanto a obtener regalías de la editorial y conseguir mejores condiciones en la concesión de derechos.

Cosa curiosa, el caso de Batman es también el de otra injusticia aunque por razones muy diferentes. He aquí a Bob Kane, un dibujante mediocre devenido entrepreneur. El tipo tenía una agencia de contenidos que desarrollaba historietas para diversas editoriales. La gente de DC (bah, lo que en el futuro sería DC Comics) quería repetir el suceso editorial de Superman y le encargó a Kane que inventara otro superhéroe en la misma onda. Kane tenía un grupo de escritores que trabajaba para él, aunque siempre figuraba Kane como único titular del crédito de las tiras. Vale decir, el tipo era un especialista descarado en ghostwriting, contratando escritores y dibujantes anónimos que le desarrollaran proyectos y vendiéndolos como propios durante toda su vida.

Pero Bill Finger era algo más que un escritor del staff de Kane: era su amigo personal. Finger – un tipo extremadamente retraído e intelectual, meticuloso y super creativo – se acercó a Kane para ayudarle con su nuevo proyecto de superhéroe. Lo de Kane era un tipo con antifaz, uniforme rojo y alas fijas llamado El Hombre Murciélago. Finger le cambió el uniforme, le puso capucha, trocó los colores y le dió sustento a la idea. El lunes siguiente Kane fue a DC, presentó la idea, les encantó y firmó un contrato especificando que a perpetuidad la tira de Batman iba a estar rubricada como “creada por” Bob Kane. Bob Kane y solo Bob Kane.

El drama con esto es que el laburo de Finger no se ciñó a un puñado de sugerencias. Durante 30 años Finger construyó toda la mitología que hizo a Batman el personaje fascinante que es hoy. Inventó el Guasón, el Acertijo, Gatúbela, el Pingüino; el batimóvil y la baticueva; Robin y Ciudad Gótica; el comisionado Gordon, el origen de Bruce Wayne como vigilante (la muerte de sus padres a manos de un ladrón callejero) y hasta el título de El Caballero Oscuro. Vale decir, no era un pinche haciendo ghostwriting y siguiendo las normativas de Kane sino un tipo que inventó todo un universo con Kane ciñéndose a hacer sus horribles bocetos para ilustrar sus historias.

El problema con esto es que Kane empezó a tragar guita a lo grande, mas cuando vino el fenómeno de la serie de Batman de los años 60. En ningún lado apareció el nombre de Bill Finger y casi como un favor le permitieron escribir un capítulo de la serie. Considerando lo super retraído que era Finger, era un tipo incapaz de generar escándalo de algún tipo, razón que Kane conocía y por la cual abusó de su situación de poder durante décadas, desconociendo el aporte del creativo. En los 60’s Finger empezó a dar ligeras muestras de rebeldía, hablando en las primeras Comic Con sobre su participación en Batman, pero Kane (desde lo alto) se encargaba de torpedearlo con duras editoriales y amenazas. Y Kane se la pasaba dando conferencias de todo tipo hablando cómo él había creado al Guasón, a Gatúbela… a Batman. El, él y solo él.

Batman & Bill es la crónica de Marc Tyler Nobleman, un autor y periodista de investigación que se topó con esta historia en el año 2000, y que comenzó un largo proceso de desentierro de la verdad para hacer que Bill Finger obtuviera el reconocimiento que merecía como co creador de Batman. Gracias a Dios el proceso fue exitoso (largo pero triunfante) y Finger obtuvo el crédito oficial en todos los productos y comics de DC a partir del estreno de Batman v. Superman: El Amanecer de la Justicia en 2016.

El documental tiene varias facetas. Una es la del desentierro de pruebas y el descubrimiento de la triste vida de Finger – trabajando por algunos dólares en DC en sus últimos años; muriendo en soledad con apenas 59 años; dos matrimonios fallidos y una vida en el mas completo anonimato -. La otra es el reconocimiento de voces poderosas de la industria (desde Carmine Infantino hasta Todd McFarlane; desde Kevin Smith hasta Michael Uslan) de que la fuerza creativa detrás de Batman fue Bill. Y el tercero es la cruzada de Nobleman para encontrar un pariente vivo de Finger y convencerlo de emprender una causa judicial para que Bill obtuviera el reconocimiento que se merece. Si el accionar de Bob Kane bordea lo amoral, el de DC tampoco deja de ser cuestionable: habiendo hallado a la nieta de Finger, le ofrecen pagos esporádicos y acceso a los estrenos de películas basadas en el personaje… a cambio de que firmara una renuncia de derechos. Claro, para esa altura ya habían pasado 70 años con la rubrica de “creado por Bob Kane” en todos los productos de Batman (gracias al dichoso contrato de exclusividad) y cambiar eso podía generar no solo una oleada de juicios sino una polémica que salpicaría la imagen de la empresa.

Si hay algo que cuestionar al documental es que a veces Nobleman se pone en el centro de la escena, hablando demasiado de sí mismo e incluso comparándose con un super héroe por el hecho de iniciar semejante cruzada (y seguir con ella durante años). Pero son escenas contadas, no es un arrebato de ego como el del documentalista titular de Yo Soy Tu Padre (sobre la pelea entre David Prowse y George Lucas) que arruinaba el filme y la historia.

Batman & Bill es un filme muy muy triste. Es penoso ver como Kane vivió una vida de lujos que le negó al co autor de su personaje mas famoso. Es justicia tardía y un nombre que conocerán las futuras generaciones, pero Bill hubiera llevado una vida mejor (y hubiera sido mucho mas feliz y hubiera muerto mucho mas tarde) si le hubieran dado el reconocimiento que merecía cuando aún respiraba, pudiendo paladear un poco de la fama y fortuna que siempre le fue esquiva.