Crítica: Argylle: Agente Secreto (2024)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2024: Bryce Dallas Howard (Elly Conway), Sam Rockwell (Aidan Wilde), Henry Cavill (Argylle), Catherine O’Hara (Ruth), Bryan Cranston (Director Ritter), Dua Lipa (Lagrange), Ariana DeBose (Keira), Richard E. Grant (Director Fowler), John Cena (Wyatt)

Director: Matthew Vaughn – Guión: Jason Fuchs

Trama: La escritora de novelas de espionaje Elly Conway tiene mucho éxito con su saga de best sellers basados en las aventuras del imaginario super agente secreto Argylle. Todo va bien hasta que sufre un bloqueo creativo a mitad del libro que está escribiendo actualmente. Mientras se toma un tiempo para distraerse, empieza a percibir que gente con actitud sospechosa la sigue. Y las cosas se van al diablo cuando una horda de asesinos pretende matarla a bordo de un tren. El que le salva las papas del fuego es Aidan Wilde, un cuarentón fuera de estado que dice ser un verdadero espía. Después de varias idas y vueltas Elly comienza a creer en Wilde y le pide que le explique por qué tanta gente quiere verla muerta. Y es que las novelas de Elly describen, con minuciosa fidelidad, operaciones ultra secretas llevadas a cabo por numerosas agencias de inteligencia en la vida real. Ahora los espías quiere atraparla y torturarla – para saber cuál es su fuente de información -… y, si eso no es posible, silenciarla para que no siga divulgando secretos en cada una de sus próximas novelas.

Crítica: Argylle: Agente Secreto (2024)

Hacía rato que no veía una película tan mala. Pero mala en el sentido que es una agonía llegar hasta el final. Al menos Madame Web tenía un grado de entretenimiento mínimo como para ver hasta dónde llegaba el nivel de bolazos. Acá, en cambio, el sufrimiento se incrementa a medida que avanza la proyección. Lo que comienza como una comedia simplona de acción se empieza a poner cada vez mas rebuscada, tomándose demasiado en serio la poco creíble historia de espionaje hasta volverse un bodrio inentendible y desesperante. El cebo es el casting de lujo y el cuidado trailer… pero que no te engañe: éste es un producto podrido en envase de lujo.

El filme arranca con el pie izquierdo cuando la secuencia inicial de acción – el equivalente al teaser en las películas de James Bond – no tiene gracia y, lo que es más chocante, está plagado de CGIs de mala calidad – al mismo nivel de las películas de The Asylum -. Los autos son CGI, los escenarios son CGI, todo es tan obviamente trucho que distrae. Uno podría poner como excusa que lo que vemos es la imaginación de la escritora de novelas de espionaje Elly Conway y que, por lo tanto, no necesita verse real sino caricaturesco… pero no. Cuando la historia vuelve a la realidad, la plaga de CGIs mediocres sigue e infecta la mayoría de los fotogramas de la película. Estén en el interior de un tren o en un departamento, visitando Londres, Grecia o Arabia, todo es pantalla verde y escenarios digitales mal renderizados. Es abominable, más considerando que este bodrio costó 200 millones de dólares.

La idea inicial es algo tipo Más Extraño que la Ficción, pero en el contexto del mundo del espionaje. Una celebrada autora de novelas de espías (Bryce Dallas Howard) está lanzando el último título de su saga basada en las aventuras del super agente secreto Argylle (Henry Cavill). Pero al poco tiempo espías reales empiezan a seguirla, revisando toda su casa e intentando capturarla. En el medio se mete un tipo petiso, pinta de vago y cuarentón (Sam Rockwell), que resulta ser un espía ultra letal – onda Jason Bourne de mesa de saldos -, el cual es capaz de abatir ejércitos enteros de asesinos con tal de salvarle el pellejo a la Howard. Al parecer las novelas de la Howard son demasiado detalladas y creíbles, coincidiendo con operaciones ultra secretas llevadas a cabo en el mundo real. Y hay gente que quiere apresarla para saber de dónde saca las ideas.

Si los CGIs son malos y excesivos, esperen a ver la edición. Las escenas se hacen eternas y no saben cuándo cortar. Cuando hay peleas, la Howard se imagina a Cavill peleando con medio mundo y, cuando pestañea, aparece Rockwell (desalineado y fuera de estado) batallando en su lugar. Mientras que la idea es que te quede claro la diferencia entre lo que idealiza la Howard y lo que es real, el tema del pestañeo / rotación Rockwell – Cavill se hace como 20 veces en una misma secuencia y te harta. No somos bobos, entendimos la idea, no hay necesidad de subrayarla hasta el cansancio.

Pero todo el resto del filme es igual de indulgente. Las apariciones imaginarias de Argylle / Cavill ocurren a cada rato y desesperan. Probado el punto, abandoná esa historia y concentráte en los peligros que pasa la escritora – llena de mañas, alergias y fobias – para evadir asesinos en el mundo real. Como la cifra que le pagaron a Cavill era demasiado alta para un cameo, tuvieron que justificar la plata gastada rodando más secuencias con el británico, las cuales son innecesarias y arruinan el ritmo del filme. Y si la historia era de a ratos simpática, a mitad de camino se va al garete cuando pasamos de Más Extraño de la Ficción a El Largo Beso del Adiós. No solo es un abrupto cambio de vías, sino que el estúpido libreto se empeña en hacerse el creativo, metiendo a cada rato vueltas de tuerca que no tienen sentido. Cuando uno llega al final, ya ni siquiera sabe por qué los villanos perseguían a la escritora, en qué momento resucitó tal o cual personaje, o por qué diablos el cuartel central de los villanos está en un gigantesco buque petrolero.

El problema con Argylle no es que tenga agujeros de lógica gigantescos, sino que no entretiene en ningún sentido. La historia de espionaje es incoherente, como comedia no funciona, la acción carece de gracia. Y es que Argylle tiene una personalidad bipolar – no se decide entre ser una comedia pura y dura o un denso thriller de espionaje -. Ese problema se nota en el casting. Bryce Dallas Howard es adorable y atractiva – aunque esté tan rellena que corre riesgo de transformarse en Lena Dunham en cualquier momento… bah, la seguiría amando igual! – y va bien como escritora modosita; pero cuando entra en modo Terminator, no sólo no es creíble sino que uno siente vergüenza ajena por la actriz, ya que se pone a pelear usando unos escotes y unas faldas que no le van y que muestran demasiado. También es cierto que la comedia no es el fuerte de la Howard. Ahora todo esto hubiera resultado muchísimo mejor si hubieran reclutado a Melissa McCarthy en el rol – otra mujer plus size, con mucho más talento cómico, y que se exhibiría con mucho más gracia incluso en las secuencias de acción -. Algo parecido pasa con Cavill, que sigue siendo un tronco hasta cuando intenta emular a James Bond (lo mismo pasaba en El Hombre de CIPOL). Cavill no tiene humor, va bien para papeles estoicos pero no sirve para reírse de sí mismo. Ahora, reemplazá mentalmente a Cavill con John Cena (que acá hace de sidekick de Cavill) y vas a ver que las escenas hubieran tenido otro tono y un resultado superior. Vos te das cuenta que el actor hace al personaje y puede inyectarle vida a un libreto chato o mediocre, porque es lo que pasa acá con el casting de Sam Rockwell. Hay momentos en que parece que Rockwell puede salvar la película él solito… hasta que se ve obligado a vomitar todas las gansadas conspirativas y sin sentido que se le ocurrieron al libretista. A mitad del filme Rockwell se da por vencido y sigue en piloto automático. A lo sumo revive en un par de batallas finales (como el absurdo tiroteo en el corredor de la base de los villanos, donde usan humo de colores y parece salido del tiroteo de Harley Quinn en la comisaría en Aves de Presa) pero no puede hacer milagros para salvar al Titanic.

Con Argylle Apple ha entrado a la arena de bodrios carísimos insalvables cuyo monopolio estaba en manos de Netflix. El proceso de producción coincide en todo: libretos sin control de calidad, directores trabajando a media máquina porque se trata de streaming (aunque Argylle se estrenó en cines y recaudó menos de la mitad de su presupuesto; ¿por qué no la mataron antes de estrenarla como hizo David Zaslav con Batichica, Coyote vs ACME y tantos otros títulos de HBO / Warner?), y proyectos aprobados sólo en base a la cantidad de estrellas reclutadas. Un quemadero infernal de plata para dar a luz películas infumables. Lo peor es que Matthew Vaughn (que era un director muy respetable, pero últimamente viene en declive y éste definitivamente es el punto más bajo de su carrera) pretende hacer una trilogía con Argylle y enlazarla con la saga de Kingsman (como figura en la secuencia post créditos que casi nadie alcanzó a ver porque ya había escapado corriendo de la sala), la cual cae en un exceso de confianza. ¿Apple se timbeará otros 200 palos verdes con una secuela que nadie pidió ni quiere ver?. Estimo que no, con lo cual Argylle quedará como otro de esos filmes del DCEU, fracasos con promesas truncas de secuela ya que, al final,  a nadie le importaba un comino cómo seguía esa historia.