Crítica: 20.000 Leguas de Viaje Submarino (1954) (20.000 Leagues Under The Sea)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1954: James Mason (Capitán Nemo), Kirk Douglas (Ned Land), Paul Lukas (Profesor Pierre Aronnax), Peter Lorre (ayudante)

Director: Richard Fleischer, Guión: Earl Fenton basado en la novela homónima de Julio Verne, Musica – Paul J. Smith

Recomendación del Editor

Trama: El prestigioso biólogo marino Pierre Aronnax es invitado por el gobierno de los Estados Unidos a unirse a un buque de guerra en una expedición exploratoria con el fin de encontrar a un monstruo marino que destroza a acorazados y navíos mercantes en aguas del Pacífico. Luego de varios meses de esfuerzos en vano, el USS Abraham Lincoln presencia el hundimiento de un barco cerca de su ruta y, al ir a su encuentro, descubre al monstruo con el cual traba combate. Pero el buque es hundido y Aronnax, su ayudante, y el experimentado arponero Ned Land flotan a la deriva en el océano. Cuando la suerte parece estar echada, descubren al cuerpo del monstruo, que resulta ser un buque submarino fuertemente acorazado llamado Nautilus y está al mando del Capitán Nemo, quien decide retenerlos. Nemo es un brillante inventor y estratega, que se ha planteado a sí mismo y a su tripulación la misión de destruir todo barco de guerra y buque que transporte materiales militares que encuentren en su camino. Pero con el paso del tiempo, Aronnax descubrirá el oscuro pasado de Nemo y que detrás de su deseo de justicia se esconde una insaciable sed de venganza.

Arlequin: Critica: 20.000 Leguas de Viaje Submarino (1954) (20.000 Leagues Under The Sea)

  Julio Verne es el padre de la ciencia ficción. No es un género que hubiera creado expresamente – la narrativa de Verne siempre se orienta hacia los viajes exóticos y las aventuras -; pero cuando las vías tradicionales de explorar el mundo se le terminaron, comenzó a experimentar, con viajes por debajo de éste (al centro de la Tierra, bajo el mar) o por encima (con naves voladoras o bien, yendo a la Luna). Quien terminaría por darle forma al género sería su contemporáneo H.G. Wells.

Pero a ojos del público, Verne es sinónimo de ciencia ficción. Y desde siempre su obra más popular ha sido 20.000 Leguas de Viaje Submarino, publicada en 1870, y que había tenido dos adaptaciones muy libres en la época del cine mudo – una proveniente del mítico George Meliés – hasta la llegada de esta lujosa producción de la Disney de 1954. Posteriormente habría nuevas y cada vez más bizarras versiones para cine y TV, pero sin duda la versión de Disney sigue siendo el molde de excelencia de cómo adaptar a Verne y no ha sido superada hasta el momento.

Tanto las obras de Verne, Mark Twain, Louisa May Alcott, y otros tantos autores clásicos eran lo que antiguamente se conocía como literatura de formación para niños y adolescentes (actualmente sustituída por obras más pasatistas como las de Harry Potter, por ejemplo). En ese sentido no es raro que Walt Disney haya puesto sus ojos en esta obra, especialmente en los años 50 donde había comenzado a desarrollar un estudio dedicado íntegramente a filmes con actores – que se había iniciado cuatro años antes con la adaptación de La Isla del Tesoro -, expandiendo a su prestigioso departamento de animación. La calidad de los filmes familiares de la Disney se prolongaría hasta fines de los 60, generando una buena cantidad de clásicos, antes de empezar a caer en el disparate y lo bizarro de sus propias creaciones.

Pero lo que sí resulta extraño es el enfoque elegido para el film. Es una película mucho más compleja de lo que inicialmente aparenta. Sin duda está Kirk Douglas cantando, bailando y haciendo piruetas con una foca; pero aparte de eso tiene muy poco para ofrecer para lo más chicos. Como filme infantil es directamente aburrido; y para los adolescentes hay algunas secuencias de acción, pero hay un notorio exceso de verborragia que tampoco es demasiado excitante. En realidad es un filme bastante adulto, camuflado de espectáculo para toda la familia. Mientras que la novela fascinaba a chicos y adolescentes con su narrativa – la mayor parte de tiempo funcionaba como una enciclopedia de la vida marina, explicada amenamente -, toda esa trama educativa desaparece por completo en el film. Por momentos el viaje resulta demasiado abreviado (uno se sorprende cuando Aronnax explica que ya han viajado 10.000 leguas… y ha ocurrido muy poco en semejante transcurso); y si bien es cierto que semejante trama en realidad daría mejor pie a una miniserie, lo cierto es que 20.000 Leguas de Viaje Submarino logra entretener porque apunta al otro punto esencial de Verne, que es la aventura.

Es una película realmente bien construída en tal sentido; hay alguna exposición de los hechos, pero en menos de 10 minutos ya estamos a bordo del USS Abraham Lincoln, peleando contra el monstruo. Y la llegada de los náufragos al Nautilus es fascinante, con la visión del entierro en alta mar. Sorprende que un filme de Disney muestre la muerte como un tema esencial de la trama (en ésta y otras escenas posteriores).

Donde comienza a perder algo de efectividad la película es en el desarrollo de los personajes. Aronnax es realmente un papel secundario aquí, cuando en el libro tenía un protagonismo indiscutible. En el filme, los protagónicos van a parar – por una cuestión de cartel – a James Mason como Nemo, y a Kirk Douglas que transpira carisma como Ned Land. Pero Land, que en la novela era un papel al margen – como el catalizador que detona los hechos y el escape del Nautilus – roba demasiado tiempo de cámara, que debería haber correspondido al enciclopedismo marino de Aronnax. Además Aronnax actuaba como un par intelectual de Nemo, proveyéndole un grado de consciencia y juicio que aquí resulta muy light (además de que la interpretación de Paul Lukas es muy blanda).

Pero es precisamente en el caracter de Nemo en donde el libreto realiza un perfil complejo, y por lo cual nos atrevimos a decir previamente que se trataba de un filme adulto disfrazado de espectáculo familiar. En un principio Nemo es mesiánico, un hombre destinado a cumplir una misión rodeado de fieles seguidores; es una mente brillante, genial inventor adelantado a su tiempo – en otro toque de clase, el filme muestra que el Nautilus posee propulsión nuclear en plena era victoriana -; es un abnegado misántropo, renegado de la sociedad y convencido de los viles propósitos militares que posee la humanidad; pero también es un personaje idealista y trágico, que fuera esclavizado en su momento por los hombres, y por cuya ambición militarista – descubrir los inventos de Nemo – terminara por perder a esposa e hijo a causa de la tortura. Es una nota sorprendentemente oscura para una cinta Disney.

Es interesante ver como la historia muestra a Nemo como una personalidad de múltiples caras, pero incapaz de redimirse. Hasta el final continúa con sus propósitos, y semeja ser un persona absolutamente fría, carente de consciencia. Sólo en una escena intermedia – cuando desata sus emociones en el órgano del submarino mientras el Nautilus destroza a otro barco – parece tener un espasmo de sentimientos humanos. Y si bien la película no explora en profundidad en un personaje tan fascinante, lo poco que muestra está bien hecho. ¿Es Nemo realmente un asesino o un hombre justo?. ¿O se trata simplemente de otro ciego idealista?. Uno puede juzgar que, por el rumbo que toma el libreto – la caída de Nemo y el Nautilus, que difiere del libro ya que el mismo personaje regresaría en la obra de Verne La Isla Misteriosa con una actitud más humanitaria – Nemo es un villano y paga las acciones que ha cometido con su muerte. Pero Nemo es un personaje demasiado gris para caer en semejantes juicios.

Lo que subliminalmente el filme procura demostrar es otro de los tópicos habituales de la ciencia ficción de los 50, y es que la ciencia es una caja de Pandora. Esto lo hemos explicado previamente; como resultado de la invención de la bomba atómica en 1945, el concepto popular acerca de los científicos era que resultaban ser monos con navajas, dispuestos a comprobar ciegamente todas sus teorías aunque pudieran poner en riesgo a la humanidad. Y para ello siempre contaban con el infinito financiamiento de fuerzas militares. En ese sentido 20.000 Leguas de Viaje Submarino se suma a dicha movida; con las palabras finales de Aronnax, existe una suerte de redención para Nemo – destruyó la tecnología atómica futurista que había creado a costa de su vida -, y también un nuevo mensaje de advertencia: ¡Cuidado con los científicos! ¡Lo que desarrollan puede destruirnos a todos! ¡No corresponde a ésta época la tecnología nuclear, simplemente porque no estamos capacitados para manejarla!.

Es un filme bellamente orquestado; en escenarios y efectos especiales el despliegue es impresionante e impecable. La figura del Nautilus es sencillamente hermosa, y es una de las más inconfundibles creaciones que ha dado el cine (otras podrían ser el Enterprise o la Estrella de la Muerte). Es una historia contada con mano diestra por Richard Fleischer, que excede en mucho a sus simples aspiraciones de filme familiar. Las actuaciones están bien; y los puntos flojos del guión están compensados con su visión adulta del tema tratado, y en especial, por una sucesión interminable de escenas excelentes: desde el entierro en el mar, pasando a los ataques del Nautilus, hasta el excepcional ataque del calamar gigante, y el gran clímax en la isla secreta de Nemo. Por supuesto hay detalles (como la orden final de Nemo, en donde la tripulación aguarda lentamente a la muerte en sus camarotes) que no tienen demasiada lógica (salvo simplificar el escape del trío central), pero la cantidad de virtudes del film terminan por opacarlas. Sin dudas es un clásico imprescindible.