Crítica: Zulu (1964)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB, 1964: Stanley Baker (teniente coronel John Chard), Michael Caine (teniente Gonville Bromhead), Jack Hawkins (pastor Otto Witt), Ulla Jacobsson (Margareta Witt), James Booth (soldado Henry Hook), Nigel Green (sargento Bourne), Patrick Magee (cirujano Reynolds)

Director: Cy Endfield, Guión: Cy Endfield & John Prebble, Música – John Barry

Recomendación del Editor

Trama: Sudafrica, 1879. La nación Zulú ha entrado en guerra con el ejército colonial británico, y el 22 de enero obtiene una arrasadora victoria contra 1.500 soldados ingleses en la batalla de Isandlwana. Al mediodía de esa misma jornada la noticia de la masacre llega a oídos del teniente coronel John Chard – un ingeniero apostado para construir un puente en el pequeño puesto de Rorke’s Drift -, quien presiona al oficial militar al mando para que tome medidas. Pero el teniente Bromhead es joven e inexperiente, y decide confiar en las decisiones de Chard. Sabiendo que una fuerza de 4.000 zulúes se dirigen a Rorke’s Drift, Chard monta un improvisado fuerte y se prepara a resistir con menos de 150 soldados – la mayoría de ellos, enfermos y heridos que yacen en la enfermería -. Y en cuestión de escasas horas, los ingleses deberán enfrentarse a un ejército temible, masivo y brillantemente dirigido que se preparar a reducir Rorke’s Drift a sus cenizas.

Zulu (1964) Hablemos de historia. ¿Recuerdan o han oído nombrar de la miniserie Shaka Zulu?. Pues Shaka era un guerrero africano del siglo XIX, que en 1816 unificó y erigió a la nación Zulú en una de las más poderosas de Africa. Shaka introdujo una enorme cantidad de reformas y creó una revolucionaria escuela militar dentro de los zulúes. Pero 1828 fue asesinado, y el imperio Zulú comenzaría una serie de luchas internas entre hijos y sobrinos de Shaka. Para 1872 Cetshwayo – hijo del medio hermano de Shaka – se había hecho con el poder, y reprimía las luchas intestinas de su nación, especialmente con su hermano Umtonga, quién había hecho alianzas con las fuerzas coloniales para deponerlo. Como consecuencia de ello, en 1879 Cetshwayo se lanzaría contra los aliados de su hermano – los Boer y las fuerzas coloniales inglesas – en una guerra que no llegaría al año de duración y terminaría con el fin de la independencia del imperio Zulú.

Una de las escaramuzas iniciales de la guerra anglo – zulú fue la masacre de Isandlwana, acaecida en la mañana del 22 de enero de 1879. La masiva derrota de los ingleses llegó a oídos del destacamento de Rorke´s Drift – un puesto misionero, en donde los británicos estaban realizando tareas de mantenimiento -, quienes asumieron que una batalla en campo abierto contra la impresionante fuerza de 4.000 zulúes sería un suicidio en masa. Inmediatamente montaron barricadas y se prepararon para un largo asedio, combatiendo hasta sus últimas fuerzas.

Zulu es el filme épico que ilustra el sitio de Rorke´s Drift. Es un proyecto personal del actor Stanley Baker, quien se encontraba fascinado con el libreto que había desarrollado Cy Endfield – un director americano exiliado en Londres debido a la cacería de brujas del Macarthysmo -. Entre ambos crearon una de las películas épicas más memorables de todos los tiempos; para tener una idea de su influencia, basta decir que toda la expansión que Peter Jackson pergueñó sobre el segmento de la batalla del Abismo de Helm – que en el libro de El Señor de los Anillos ocupa un puñado de páginas, y en el celuloide abarca prácticamente el 70% del segundo filme de la trilogía – está inspirada en la obra de Cy Endfield.

En sí Zulu no es un filme antibélico. Ciertamente hay algunos personajes que sirven como pregoneros de la locura de la guerra – el cirujano, el pastor -, pero la película apunta hacia otros objetivos. En todo caso, Zulu es un canto al heroísmo y a la inteligencia militar. Uno puede observar que los personajes no están desarrollados de manera tridimensional – el genero épico no los precisa – pero tampoco son individuos estoicos. Son estereotipos con sus debilidades y sus fortalezas pero, sobre todo, con una enorme convicción que sale a flote en los momentos cruciales. El pastor de Jack Hawkins no es un demente sino un individuo fervientemente religioso que quiere salvar vidas humanas a toda costa ante la inminencia de la masacre – sacando a los heridos, espantando a los nativos aliados que permanecen con los ingleses -; el cirujano de Patrick Magee es un hombre que debe trabajar con la miseria que provoca la guerra y se lamenta de la carnicería a la que se ven empujados. El teniente de Michael Caine es un típico hijo de familia adinerada y algo snob, que reconoce sus límites y sabe cuando alguien tiene el talento y la inteligencia que precisa para lidiar con la situación y cederle el cargo; y el ingeniero de Stanley Baker es un improvisado pero brillante estratega, que conoce que lo suyo son los planos y las fortificaciones pero no el mando de los hombres.

El perfil de los personajes está delineado con pocos trazos pero sirven para identificarlos de cuerpo entero. Hay algún cliché que otro, como el ladron cobarde que termina siendo el héroe del día, o el sargento estricto que demuestra tener corazón bajo la chaqueta roja. Por el otro lado, los zulúes son una fuerza anónima, masiva y letal. Es un villano colectivo y carismático que mantiene el enigma en cada una de sus apariciones.

Si bien el clima es excelente y cada una de las escenas son formidables de por sí, Zulu en realidad termina resultando fascinante por la ilustración didáctica de las estrategias de la guerra. Es tan brillante la explicación paso a paso de las tácticas de ataque y de defensa, que resulta ejemplar. Es una película de guerra en donde la batalla se entiende; y si bien las tácticas son ilustrativas, el filme se reserva una enorme cantidad de sorpresas – el grupo de tiradores que funciona como líbero dentro del fuerte, conteniendo las brechas de seguridad; el equipo de fusileros que disparan a tres filas de manera sincronizada; los asaltos por la retaguardia de zulúes armados con rifles mientras que otros embisten por uno de los costados – como para resultar en un espectáculo fascinante. Además de que el ejército zulú es tan impresionante en cada una de sus incursiones – el temblor provocado por su avance, que Michael Caine confunde con un tren; los cantos de guerra – que termina por conformar un show digno de aplauso.

Zulu es una película excepcional por donde se la mire. Un espectáculo insuperable montado de manera impecable. Existe otro filme – la mediocre Zulu Dawn de 1979, con Burt Lancaster -, escrito también por Cy Endfield y que funciona como precuela, narrando la masacre previa de Isandlwana. Pero no le llega ni a los talones de este enorme clásico.