Crítica: Ciencia Loca (Weird Science) (1985)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1985: Anthony Michael Hall (Gary Wallace), Ilan Mitchell-Smith (Wyatt Donnelly), Kelly LeBrock (Lisa), Bill Paxton (Chet Donnelly), Suzanne Snyder (Deb), Judy Aronson (Hilly), Robert Downey (Ian), Robert Rusler (Max)

Director: John Hughes, Guión: John Hughes

Trama: Gary y Wyatt son dos quinceañeros demasiado nerd como para tener éxito con las chicas. En una noche de delirio deciden crear su propia chica virtual en la computadora, la cual debería comportarse como una chica real y les serviría para ganar práctica en el trato con el sexo opuesto. Pero, durante el proceso de programación, el ordenador sufre un extraño desperfecto y termina por generar una infartante mujer de carne y hueso, a la cual los sorprendidos quinceañeros terminan por llamarla Lisa. Ahora Lisa ha comenzado a ayudarles con sus desastrosas vidas personales, utilizando sus superpoderes cibernéticos para darles dinero, autos y objetos lujosos; pero la chica virtual pronto comprenderá que el problema de los muchachos no pasa por lo material, sino que son demasiado tímidos para pelear por lo que quieren y hacerse respetar… razón por la cual Lisa terminará por programar una experiencia límite que hará que Gary y Wyatt jamás vuelvan a ser los mismos.

Ciencia Loca (Weird Science) (1985) En los años ochenta John Hughes era el dios de la comedia adolescente. En su haber figuran clásicos como El Club de los Cinco (1984), y Ferris Bueller´s Day Off (1986), películas que llegaron al corazón de más de una generación (entre los cuales me incluyo). En el medio hizo cosas bonitas y cosas pasables, y en los 90 la inspiración comenzó a quedársele corta, generando unos pastiches familiares que van desde Mi Pobre Angelito hasta la interminable saga de Beethoven. Y entre todos ellos aparece Ciencia Loca, el que posiblemente sea uno de los títulos menos destacados de toda la filmografía de Hughes.

Las comedias de Hughes (al menos, las de la década del ochenta) eran melodramas adolescentes en donde el protagonista de turno era algún chico / chica incomprendido, con padres ausentes y rebelde en un sentido light, ya que lo suyo pasaba por quejarse por lo que le ocurre mientras permanece en el sistema. Aún el anárquico rebelde que encarnaba Judd Nelson en The Breakfast Club era demasiado limpio y prolijo y, en los universos que pintaba Hughes, nadie era un villano en el sentido estricto de la palabra. Los malos eran caricaturas, o déspotas con autoridad, o jóvenes haciendo macanas y que después demostraban tener un corazón enorme. “Las comedias rebeldes” de Hughes eran mucho más conservadoras de lo que pintaban, y no dejaban de ser traslaciones de las rutinas de antaño de Frank Capra, sólo que matizadas con algún toque más zarpado o siniestro. Todo el mundo era esencialmente bueno, de manera más evidente o más escondida, y terminaba mostrando una naturaleza profundamente noble en algún momento del filme.

Mientras que The Breakfast Club y Ferris Bueller´s Day Off son esencialmente estudios profundos de la naturaleza adolescente (vistos desde una óptica algo almibarada), ese toque magistral brilla por su ausencia en Ciencia Loca. En general las comedias de Hughes demuestra algún punto interesante – un re-descubrimiento, una revelación, un despertar, etc – en donde el protagonista abre los ojos y descubre el mundo tal cual es… pero acá hay tantas pavadas en el medio que el climax – en donde los protagonistas caen a tierra y terminan por cambiar – se ve forzado y anodino. Es cierto que varias de esas escenas tontas funcionan, pero lo hacen como gag cómico y no como un avance en el terreno dramático. Así es como uno llega abruptamente a un final forzado en donde la ciber-chica abre un portal dimensional, invita a una horda de vándalos mutantes a este planeta (los cuales despedazan la casa en donde se hace la fiesta y que pertenece a uno de los protagonistas), los pibes se ven obligados a enfrentarse con ellos, y los malosos se retiran dócilmente, demostrando que son más buenos que Lassie con collar. Y si ésa era la lección de turno para que los chicos cambien, a los dos minutos llega el fascistoide hermano mayor de uno de ellos, el cual empieza a prepotearlos y explotarlos como si nada de eso hubiera pasado. Pero a esa altura Ciencia Loca venía rengueando en casi todos los aspectos y el humor había entrado en coma hacía rato largo.

En realidad, Weird Science es bastante mediocre. El 90% del elenco no sabe actuar o no tiene gracia (como el caso de Ilan Mitchell-Smith o Kelly LeBrock, aunque la última funciona mucho mejor cuando hace de zorra sexy), y lo único que la hace digerible es la performance de Anthony Michael Hall. Con 17 años Hall es un dínamo en pantalla – tiene una habilidad impresionante para robarse cada escena en la que aparece, y darle gracia infinita al parlamento mas soso del libreto – y tiene una parva de momentos impagables, como cuando acapara un club de morenos y comienza a fanfarronear sobre sus conquistas sexuales que inventa sobre el momento. El problema es que el guión prefiere centrarse en Mitchell-Smith, que carece del carisma de Hall y es mal actor, lo cual empieza a ralentizar el ritmo del filme hasta casi matarlo. Su relación con Kelly LeBrock es absurda – tiene a su entera disposición una mujer fatal y la respeta demasiado o sólo le roba algún que otro beso -, y todo termina funcionando de manera demasiado blanca, casi como si fuera Mi Bella Genio con algún toque de Frankensteindespertaron algún tipo de hada mágica, virgen y políticamente correcta -.

Aún con los problemas que tiene el libreto – que no sabe muy bien para donde ir, como profundizar a los personajes, o siquiera cómo crear un par de villanos convincentes -, Weird Science es divertida. Le falta enfoque, pero tiene sus momentos gracias a Anthony Michael Hall. Quítenle a Hall y posiblemente obtengan un bodrio intragable.