Crítica: Victory Through Air Power (1943)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1943: Con la conducción de Alexander de Seversky

Directores – Frank Thomas, Clyde Geronimi, Jack Kinney, James Algar, Perce Pearce, Fred Moore, H. C. Potter & Hal Roach. Guión: Basado en el libro homónimo de Alexander de Seversky

Trama: Alexander de Seversky, inventor y pionero de la aviación estadounidense, utiliza animaciones para explicar la importancia de la aviación militar en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, y por qué es necesaria la supremacía aérea para acelerar la victoria aliada en la contienda.

        Victory Through Air Power Victory Through Air Power (cuya traducción mas apropiada sería Victoria a Través de la Supremacía Aérea) es una película extremadamente curiosa. Primero, porque es una película de propaganda producida por la Disney. No es el primer esfuerzo publicitario del estudio del ratón en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial (Disney también produciría una parva de cortos patrióticos en los años 40 como Donald Gets Drafted, Education for Death o Der Fuehrer’s Face, curiosamente menos por razones nacionalistas que por el desesperado intento de tapar el enorme agujero financiero que había dejado la costosísima producción de Fantasia en 1940 – y consiguiendo a través de políticos amigos un jugoso contrato con el gobierno norteamericano -); pero sí fue el único bancado directamente por el tio Walt y poniendo de su bolsillo 1.2 millones de dólares para financiar directamente la película. ¿Y por qué semejante entusiasmo?. El mismo Disney había leído el libro homónimo de Alexander de Seversky (escrito en 1942, poco después del ataque japonés a Pearl Harbor) y estaba convencido de que el inmigrante ruso – devenido en poderoso empresario de la industria de la aviación – tenía las claves estratégicas para dar vuelta el curso de la contienda mediante una agresiva política de supremacía aérea. Es por ello que decidió hacer lobby a favor de Seversky, generando el filme bajo su propio riesgo y proyectándolo en cuanta reunión militar o política pudiera agendar.

El segundo factor inusual es que es una película que Disney ha preferido archivar. Mientras que sus otros esfuerzos propagandísticos han sido editados en video – como parte de una colección histórica -, el estudio del ratón se tomó 60 años para desempolvar este filme, poniéndolo en circulación recién en el 2004 y de manera muy discreta. La gente del estudio dijo que, mientras los otros cortos básicamente se dedicaban a ridiculizar y debatir la ideología del Eje, el filme de Seversky contenía mensajes mas fuertes y arcaicos, y que no querían alterar la sensibilidad de nadie. Imaginen a los japoneses – víctimas por toda la eternidad de los dos primeros genocidios atómicos de la historia, y devoradores seriales de cualquier tipo de animación – ver un dibujito animado donde un tipo se despacha con el argumento de la necesidad de aniquilación total del enemigo a través de miles de bombardeos sobre su suelo patrio, y al cual lo adorna con un montón de mensajes xenófobos. Eso sin contar de que el filme está plagado de imágenes de muerte y destrucción masiva, conceptos que están a miles de años luz de la imagen familiar y de correctitud política que la Disney se ha esmerado por cultivar en casi 100 años de existencia.

Como animación, Victory Through Air Power es decididamente espectacular. Básicamente su contenido es una serie de detalladas infografías formidablemente animadas, las cuales ilustran las ideas de Seversky. También es cierto que el estilo – acá hay 8 directores trabajando al unísono para terminar la película en corto tiempo – está plagado de contradicciones. Seversky comienza su relato con la historia de la aviación, la cual está plagada de personajes ñoños cuyo diseño parece salido de un episodio de Disneylandia. Acto seguido se pasa al racconto de la guerra, y todo el seudo infantilismo termina siendo aplastado por un imponente estilo art decó que no tiene nada que envidiarle a la estilizada propaganda fascistoide de la máquina publicitaria nazi. Aviones y tanques de diseño futurista se destrozan sin piedad, los mapas del globo están plagados de águilas rampantes y elegantes escudos tricolores saturados de estrellas, hay detallados planos de ciudades devastadas, y masivos ejércitos del aire cruzan la mitad del planeta para darle caña a las fuerzas del Eje en lo que sería una idealizada batalla final del bien contra el mal. Como para menguar el impacto real de semejantes conceptos, la gente de Disney decidió ilustrar la guerra como si se tratara de una batalla entre máquinas: es muy raro ver una silueta humana (y si aparece es en las sombras, despersonalizada), con lo cual el espectador no termina de asumir que las explosiones masivas de submarinos, barcos, aviones, tanques y edificios representan la pérdida de miles de vidas.

Ciertamente el filme es muy didáctico. Seversky no descubre nada nuevo – la guerra no se gana por las armas sino por la economía; el vencedor es el que tiene su industria intacta o menos devastada – y establece estrategias para bombardear de manera masiva las industrias alemana y japonesa. Lo que no entiende Seversky es que se trata de una estrategia simplista – el poder aéreo, aún siendo descomunal, no alcanza para decidir por sí solo el destino de la guerra, y la prueba está en que los alemanes (dotados de tanques de avanzada y una gigantesca fuerza aérea en el albor del conflicto) no pudieron invadir Gran Bretaña basándose en su política de bombardeos masivos -. El ataque aéreo es en realidad un respaldo del ataque terrestre, y la guerra se gana ocupando territorios. Y si Alemania y Japón no pudieron ganar la guerra – a pesar de la eficiencia de su ejército y de su industria – fue (entre otros motivos) que las masivas fuentes de recursos que precisaban para alimentar su industria militar se encontraban fuera de sus fronteras. Al no tener fuentes propias de acero y petróleo, ambas potencias terminaron por caer cuando los aliados le cortaron el acceso a las mismas. El caso ejemplar de esto es el Japón de principios de 1945, en donde los nipones (habiendo perdido las fuentes de recursos de China y las Filipinas) no tenían ni una gota de combustible para hacer despegar su flota de aviones y defender su espacio aéreo y, mucho menos, fabricar y reponer los pertrechos destruidos por el masivo bombardeo diario de los aliados. Al final los bombarderos pasaban impunes sobre las ciudades japonesas sin que nadie les pudiera tirar siquiera un balazo (lo cual no significaba que la derrota nipona estuviera ni remotamente cerca; tan solo la idea de una invasión masiva a Japón – un archipiélago de geografía complicada poblado por millones de fanáticos dispuestos a morir por su Emperador y por su patria, atacando siquiera con palos y espadas – le daba escalofríos a los aliados y hacía presagiar una carnicería de tal magnitud que el Dia D se vería como un picnic).

Ciertamente la estrategia de Seversky para derrotar a los alemanes es lógica – destruir industrias y presionar todos los frentes para agrietar las defensas – pero, a la hora de explicar cómo vencer a los japoneses, el ruso termina metiéndose en una sarta de explicaciones traídas de los pelos, muchas de las cuales implican inventos que parecen salidos de una película de ciencia ficción. Mientras que Europa se trata de un único territorio – y sólo basta con avanzar y ocupar terreno -, la guerra en el Pacífico es un caos de logística debido a lo fragmentado de la geografía y al hecho de que los japoneses habían establecido un masivo escudo aéreo ocupando cientos de islitas. Como terminaría pasando en la vida real, los aliados tendrían que pelear centimetro por centimetro, isla por isla y hacer cientos de invasiones y traslados en una epopeya agotadora. En cambio Seversky se manda con la visión de un bombardero futurista, capaz de volar desde Alaska hasta Japón y destruyendo territorio nipón sin dramas debido al poderío de su armamento y blindaje. La realidad es que la distancia era gigante, el clima de Alaska era demasiado hostil para una operación aérea de semejante tamaño, y un bombardero intercontinental como el descrito por Seversky no aparecería sino hasta una década mas tarde (el inestable B-47, que terminó debutando en 1951). Quizás por eso las proyecciones de Seversky – que aparecen en el filme; recordemos que el ruso está hablando de una guerra convencional y el concepto de la bomba atómica y el bombardero jet eran solamente teóricos al momento que hicieron la película – sugieren que el conflicto con los nipones se tomará por lo menos una década mas y no terminará antes de mediados de la década del 50 (!).

Entre la excelente animación (la secuencia final en donde el águila estadounidense pelea con un gigantesco pulpo negro que representa el dominio japonés en el Pacífico es épica), la visión de destrucción masiva (es como ver un blockbuster de Michael Bay con el estilo de animación Disney de la década del 40) y lo instructivo del enfoque, Victory Through Air Power es una película recomendada para los estudiosos de la Segunda Guerra Mundial. Y no solo por la data sino por el espectáculo, convirtiendo al filme en una rareza difícil de clasificar pero fácil de disfrutar.