Crítica: Viaje al Fondo del Mar (Voyage to the Bottom of the Sea) (1961)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1961: Walter Pidgeon (Almirante Harriman Nelson), Robert Sterling (Capitán Lee Crane), Barbara Eden (teniente Cathy Connors), Peter Lorre (Comodoro Lucius Emery), Joan Fontaine (Dra Susan Hiller), Michael Ansara (Miguel Alvarez), Frankie Avalon (Chip Romano)

Director: Irwin Allen, Guión: Irwin Allen, Musica – Paul Sawtell & Bert Shefter

Trama: El almirante Harriman Nelson se encuentra en el polo norte, realizando pruebas con su submarino experimental SeaView. Pero al emerger, descubre que la atmósfera se encuentra en llamas, y la temperatura del planeta comienza a ascender rápidamente. Nelson y su tripulación se dirigen a las Naciones Unidas, donde científicos de todo el mundo debaten el fenómeno. Nelson cree que el cinturón Van Allen se ha prendido fuego – una franja de materia espacial que rodea al planeta -, y que la única solución es detonar un misil nuclear sobre el mismo. Pero con la reticencia de la comunidad científica, además de una férrea oposición por parte de un sector de la tripulación, la misión desesperada que emprende Nelson puede fracasar y culminar con el abrasamiento total de la Tierra.

Viaje al Fondo del Mar De principio a fin, la sci fi de Irwin Allen – el maestro del cine catastrofe – es decididamente idiota. No se precisa ser un científico nuclear para aceptar que algunas teorías y conceptos que ha volcado en sus numerosos films y series de TV no dejan de ser disparates de una mente febril.

Ello no quita el reconocer a Allen como un showman inteligente. Si bien es cierto que sus espectáculos tienen guiones francamente bizarros, sin dudas es un individuo que sabe captar la atención de las masas. Si uno quiere, podría comparar a Allen con Aaron Spelling – otro productor de pastiches televisivos como Los Angeles de Charlie, Charmed, e infinidad de series -, que generan cantidades industriales de productos basura, pero que tienen cierto feeling que los hace consumir de forma masiva. Tanto Spelling como Allen cuentan con algunos productos de calidad, pero son los menos. Son, a lo sumo, el epitome del productor serie B que ha recogido fortuna y éxito sin incrementar la calidad final de sus productos.

Irwin Allen tuvo comenzos promisorios como documentalista (llegó a ganar un Oscar), y después pasó a la ficción. Todas las obras de Allen se caracterizan por bajo presupuesto, exceso de pretensiones, ciencia ficción delirante y falta de rigurosidad en los guiones. Son productos definitivamente adolescentes y altivos. Pero si bien hay bastantes obras de otros autores que podrían comparársele – por ejemplo, la ciencia ficción japonesa o los productos de Roger Corman -, el problema de las producciones de Allen es la soberbia que destila en los libretos. Otros filmes clase B se ocupan en entretener, o en generar situaciones constantes que mantengan el tiempo ocupado. Allen se empecina en predicar y en exacerbar su sentido de gran espectáculo como si se trataran de films serios. Desde sus primeros filmes, como La Historia de la Humanidad (1957) hasta su época de oro con La Aventura del Poseidón (1972), pareciera que Allen se regodeara en realizar productos serie B y Z con presupuestos de filmes de clase A. Vale decir, despliegue multitudinario de estrellas recitando algunos de los peores parlamentos de su carrera en medio de decorados de cartón pintado; reciclado salvaje de efectos especiales de otras producciones; guiones totalmente disparatados – que sólo resultan rescatables cuando no provienen de ideas de Allen, o Allen no está en la dirección -; falta de calidad en todos los aspectos de terminación del producto.

El primer film realmente popular de Irwin Allen es Viaje al Fondo del Mar (1961). Sin dudas la suma de estrellas más efectos especiales debió resultar atractiva para el público, pero es un film terrible. Al menos como se enfoca la historia, el argumento de fondo no resulta excitante – y es un problema del guión, que no sabe encarar alternativas -. Entonces, para mantener la tensión, Allen se dedica a sacar de la galera recursos cada cinco minutos, la mayor parte de ellos disparatados y sin sentido. Recogiendo a Michael Ansara en medio del polo (¿que estaba haciendo allí?;¿había ido de picnic?), que a la legua se nota que se va a transformar en el villano de la historia. Después la pedantería general de los personajes, comenzando por el almirante Nelson, que se cree dueño de la verdad. Toda la necedad de la comunidad científica frente a los 5 minutos de teoría que expone Nelson; y después el bombardeo constante de situaciones propias de seriales – pulpos gigantes, minas enredadas alrededor del submarino, motines a bordo, etc. -. Sobre el minuto final todos los posibles traidores salen a flote y son detenidos a tiempo, cuando uno se pregunta si sabotear la misión no hubiera sido mejor a lo largo de toda la duración de la travesía.

Es obvio que la influencia sobre el argumento pertenece a 20.000 Leguas de Viaje Submarino (incluso está Peter Lorre aquí, en algo que parece ser un cameo extendido y no un verdadero papel). Allen copiaría ideas a clásicos de Julio Verne y H.G.Wells, y esta no es la excepción. Los personajes están perfilados de la manera más estoica posible, y toda la película merecería nuestro voto negativo si no fuera por Walter Pidgeon. Si bien el almirante Nelson es pedante, al menos posee carisma y cierta simpatía que lo hacen potable, pero es el único personaje pintoresco (y con vida) en una galería multitudinaria de clisés que inunda la producción.

A raíz del éxito del film, Allen comenzaría su reino televisivo con la serie Viaje al Fondo del Mar (1964 – 1968), y siguiendo con Perdidos en el Espacio (1965 – 1968), El Tunel del Tiempo (1966 – 1967), y Tierra de Gigantes (1967 – 1970), antes de regresar a la pantalla grande con Poseidón (1972). Todas las series de Allen son terribles con excepción de Viaje al Fondo del Mar, que resulta algo más potable. Lo que nadie reconoce – ya que todos nos dedicamos a abuchearlo -, es que al menos Allen terminó por cuajar cierto molde que sería el utilizado en la mítica serie Star Trek. El almirante, el segundo al mando, algunos personajes satelitales, el esquema de la aventura semanal de turno son los patrones básicos de la serie de Gene Roddenberry, que también sería influenciado por Forbidden Planet (1956). No es muy disparatado trazar paralelos entre las correrías del SeaView y las aventuras del Enterprise, si bien la serie de Roddenberry está mucho mejor perfilada y es más consistente en términos de libretos.