Crítica: La Venganza de la Diosa de Fuego (The Vengeance of She) (1968)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB, 1968: John Richardson (Killikrates), Olga Schoberová (Carol / Ayesha), Edward Judd (Philip), Colin Blakely (George), Jill Melford (Sheila)

Director: Cliff Owen, Guión: Peter O’Donnell, basado en la novela She de H. Rider Haggard

Trama: Una joven amnésica es hallada a bordo de un yate, justo cuando éste se dirige al norte de Africa. Philip – un sicólogo amigo del magnate propietario del yate – comienza a tratar a la muchacha y logra averiguar que se llama Carol y que es atormentada constantemente por pesadillas en donde extraños hombres quieren apresarla. Al llegar a tierra la joven escapa, y Philip decide ir tras ella. Así es como ambos – siguiendo el rastro trazado por la chica de acuerdo a las señales que capta en sus sueños – llegan a la ciudad perdida de Kuma, en donde el rey Killikrates y su séquito los aguardan. Y allí Killikrates les dice que Carol es la reencarnación de Ayesha, la inmortal reina de Kuma y que pereciera por amor hace varias centurias. Y mientras el ejército del rey se prepara para la ceremonia que los unirá de nuevo, Philip intenta denodadamente trazar un plan para escapar de allí con vida, llevándose consigo a la muchacha antes de que sea demasiado tarde.

La Venganza de la Diosa de Fuego Es muy triste cuando uno sigue viendo una película insoportable sólo por el placer de ver los paisajes en donde fue filmada. Las espectaculares aguas del Mediterráneo, las desoladas planicies del norte de Africa… y ahí se terminó el show. El resto es un viaje de ida a un estado comatoso irreversible, fruto de un aburrimiento feroz. Eso es lo que pasa con La Venganza de la Diosa de Fuego, un producto muy deslucido de los estudios Hammer.

En 1965 la Hammer había adaptado She, una novela de H. Rider Haggard – el padre de Las Minas del Rey Salomón -, con Christopher Lee, Peter Cushing y Ursula Andress. Por supuesto, nadie fue a ver la película por los gerontes de Lee y Cushing sino para pispear a la Andress en paños menores, y el filme tuvo su buena taquilla. La novela (y el filme) trataba sobre una reina inmortal que había estado esperando la reencarnación de su antiguo amante, al cual matara hace siglos en un ataque de celos. La película terminaba con la Andress convertida en una milenaria pasa de uva, ya que le caían todos los años de golpe luego de pasarle toda su inmortalidad a su reencarnado amante.

Yo no he visto She, pero he tenido la desgracia de ver esta secuela, la cual no está basada en los libros posteriores de Rider Haggard sino que es un licuado original hecho por la Hammer. Tomaron el argumento del original, le cambiaron el sexo a los personajes, y trasladaron la acción a la época actual. Como salía caro traer a la Andress de vuelta, decidieron contratar a un clon barato: una checa petisita, polentosa y parecida de cara a la diva suiza – siempre y cuando la enfoquen siempre en el mismo ángulo -. El problema es que Olga Schoberova es peor actriz que la Andress, lo cual es decir demasiado.

En sí, decir que La Venganza de la Diosa de Fuego tiene argumento es ser optimista. La insufrible Schoberova se pasea por todos lados y mete a todo el mundo en problemas. Como hay un poder invisible que la guía y la protege hasta que llegue a la ciudad oculta de Kuma, todos los que se quieren hacer los vivos con la chica terminan de manera muy desgraciada. Uno perece arrollado por su propio camión, el otro sufre un infarto en alta mar. Como Edward Judd está re … entusiasmado con la chica (por poner un término decoroso), la sigue y persigue a todos lados, aunque tenga que agarrarse a las trompadas con traficantes de esclavas y deba caminar 500 leguas en el desierto sin un Gatorade a mano. Mal día para enamorarse de una sicópata que se cree una diosa inmortal.

Si la gente de la Hammer pensaba que con esto se iban a llenar de plata, la pifiaron feo. Acá faltaba un director de cine arte, alguien que hiciera planos inusuales y le diera misticismo a la trama – por ejemplo, un Antonioni o un Losey, gente a la que le gustaran los personajes raros y las situaciones extrañas -. Por el contrario, todo es demasiado corriente e insipido (comenzando por la protagonista). Ni siquiera el reencuentro de los amantes inmortales produce algún impacto, simplemente porque a esas alturas uno ya está roncando de lo lindo.

La Venganza de la Diosa de Fuego es mal cine. No porque haga algo espantoso, sino porque no entretiene. Son imágenes sin propósito, proyectadas en la pantalla, y estirando situaciones mas allá de lo tolerable. Todo el libreto podría haberse comprimido en un cortometraje de 20 minutos y, aún así, le sobraba tiempo. Y los 101 minutos empleados en ver si había algo potable aquí… nadie me los ha de devolver.