Crítica: Las Vacaciones de Mr. Bean (Mr. Bean´s Holiday) (2007)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorGB, 2007: Rowan Atkinson (Mr. Bean), Max Baldry (Stephan), Emma de Caunes (Sabine), Willem Dafoe (Carson Clay)

Director: Steve Bendelack, Guión: Hamish McColl sobre una historia de Simon McBurney, basado en los caracteres creados por Rowan Atkinson y Robin Driscoll, Musica – Howard Goodall

Trama: Mister Bean gana un concurso donde el premio es un viaje a Cannes. En el transcurso del viaje le suceden mil contratiempos, entre ellos, hacerle perder el tren a un chico y separarle de su padre. Bean queda a cargo del joven Stephan, pero su torpeza le hace perder sus documentos y dinero, con lo cual los apuros se incrementan. Entrometiéndose en la filmación de una película del soberbio director Carson Clay, Bean encuentra a una joven francesa llamada Sabine, de la cual se enamora. Con la ayuda de Sabine, Bean intentará llegar a Cannes – donde también están el padre del chico, que es jurado del festival de cine, y el director Carson Clay, que presenta una de sus películas y mantiene un pronunciado odio en contra del torpe turista inglés -.

Las Vacaciones de Mr. Bean Mr. Bean (el señor poroto) es un personaje cómico de culto, creado por Rowan Atkinson y Robin Driscoll, para una serie de TV inglesa que se proyectó entre enero de 1990 y octubre de 1995, y que emitió tan sólo 18 episodios (o especiales). Atkinson hasta ese momento era una figura conocida sólo en la isla británica, especialmente con su comedia Blackadder, pero salvo algunas participaciones menores en el cine no había hecho nada memorable. De más está decir que Mr. Bean es la creación por la cual obtuvo reconocimiento a nivel internacional.

El humor inglés está plagado de cómicos excepcionales – desde Benny Hill hasta los Monty Python -, pero una cualidad interesante es que muchos de ellos han sobresalido en la comedia silente. Desde las correrías musicales de Benny Hill hasta las monigotadas de The Baldy Man, Mr. Bean no hace más que reflejar esa tendencia. Y es un género extremadamente difícil – el gag físico, el chiste visual – pero maneja un lenguaje universal y por ello suele ser rápidamente muy popular a nivel internacional. La influencia más obvia es la de los cómicos del cine mudo – Buster Keaton, Harold Lloyd, y obviamente Chaplin entre tantos otros -. Pero a diferencia del gag americano – tendiente a lo espectacular -, el humor visual inglés es mucho más minimalista. No se trata de hombres colgados de edificios, sino simplemente de torpes individuos corrientes con la mano trabada en una máquina expendedora de gaseosas. Es un humor más cercano, uno con el cual la platea se identifica rápidamente.

La química de Mr. Bean se basa en una premisa simple: es un individuo que no tiene idea de cómo funciona el mundo, por lo cual cada acción – siquiera la más mínima y corriente – que quiera emprender es una gigantesca tarea de resolución casi imposible, y que sólo es superada mediante ingeniosos – y bizarros – recursos. Lo común se transforma en algo anormal y es resuelto por medios anormales. Obviamente Atkinson añade mucho de pimienta al personaje para darle cierto caracter: es un individuo terriblemente egoísta y necio, ajeno a todos los perjuicios que ocasionan sus acciones, y que suele triunfar a cualquier costo. Es el MacGyver de la torpeza.

Sin duda la serie es memorable, y no faltaría quien quisiera llevar el personaje al cine. En 1997 llegaría Bean: The Ultimate Disaster Movie, que si bien haría una taquilla considerable, sería considerada como un film terrible. El problema de Bean es que el personaje había perdido su esencia, estaba envuelto en una trama complicada y no muy interesante, rodeado de personajes y, para peor sacrilegio, hablaba. Considerando que la gracia de Mr. Bean es su accionar en solitario y su guerra personal contra cualquier tipo de tecnología, el film terminaba por ser bizarro – cuando no, con partes soberanamente aburridas -. Como la taquilla manda, en el 2007 llega esta segunda entrega.

Las Vacaciones de Mr. Bean, considerando la factura de la primera película, es considerablemente un mejor filme. Al menos el director Bendelack entiende los códigos en los cuáles basaba su éxito la serie. Es cierto que la trama es casi inexistente, y que posiblemente hubiera funcionado mejor como un especial para la TV que como cinta para la pantalla grande – hay algunos tiempos estirados, cuando no escenas con escasa gracia -, pero la película se redime ni bien Bean sale del TGV y empieza a deambular solo en la campiña francesa. Allí es Mr. Bean puro y clásico: desde el momento en que empecina en alcanzar el boleto de autobús, la llegada a la granja, o los impagables gags en la carretera – el del motociclista es memorable -, la película alcanza su ritmo. A partir de allí todo funciona: las metidas de pata en la filmación del comercial, el encuentro con Sabine, la llegada al festival de Cannes. No deja de ser un episodio de TV filmado a todo lujo, pero consigue muchas y buenas carcajadas.

Considerando el nivel chato de las últimas comedias en cartel, Las Vacaciones de Mr. Bean es entretenimiento efectivo. Es cierto que sólo medio filme funciona, pero cuando lo hace es muy eficaz. Rowan Atkinson demuestra que nació para el personaje; y si ésta es la despedida del mismo, al menos lo hace con bastante esplendor para ser recordado.