Crítica: Black Mirror: USS Callister (2017)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

5 atómicos: excelenteGB, 2017: Jesse Plemons (Robert Daly), Cristin Milioti (Nanette Cole), Jimmi Simpson (Walton), Michaela Coel (Shania)

Director: Toby Haynes – Guión: Charlie Brooker & William Bridges 

Trama: Robert Daly es el programador en jefe de Infinity, un masivo juego online en donde uno puede comandar una nave espacial y sumirse en las mas excitantes aventuras. Pero Daly posee una copia altamente personalizada en su departamento, un Mod que convierte a Infinity en una versión funcional de Space Fleet, una antigua serie de TV venerada por millones, en donde Daly toma el rol del capitán del USS Callister, la nave mas avanzada de la flota espacial. Todo esto no sería mas que un inofensivo pasatiempo de no ser porque Daly posee un aparato experimental – capaz de leer ADN humano y convertirlo en una versión digital que es transferida al juego -, con el cual puede traspasar a todas las personas que odia en la oficina y convertirlas en sus esclavos incondicionales dentro de su Mod de Infinity. A la oficina ahora ha llegado una vivaz programadora, Nanette Cole, la cual siente admiración por Daly; pero el retorcido programador sólo conoce una manera de acercarse y es sometiéndola en su mazmorra digital instalada en la computadora de su departamento. Al despertarse en medio de la simulación de Space Fleet, la primera reacción de Cole es rebelarse,… pero Daly posee poderes secretos capaces de torturar a sus compañeros digitales de juego o convertirlos en monstruosas criaturas. Ahora Cole deberá descubrir cómo salir de la computadora de Daly y mandarse un mensaje a sí misma en el mundo real, para que su versión de carne y hueso desmantele el mundo virtual con el cual Daly se regodea todas las noches. Y para ello deberá idear una trampa, tan perfecta como improbable, para engañar a Daly y escapar… o quedar atrapada para toda la eternidad en la simulación virtual construida por una mente enferma.

Arlequin: Critica: Black Mirror: USS Callister (2017)

Confieso no haber visto mucho de Black Mirror. La serie inglesa de culto va por su cuarta temporada, y es una máquina de cosechar premios y elogios por parte de la crítica, pero quizás el formato – son prácticamente películas de 80 minutos – sea lo que me aleje de engancharme con la tira. A lo sumo vi un par de capítulos – el inicial donde el Primer Ministro es forzado a tener relaciones con un cerdo frente a millones de espectadores bajo la amenaza de un terrorista global, y el segundo donde Daniel Kaluuya vivía en unos domos y buscaba como subir de nivel en una sociedad subterránea – que me gustaron mucho, pero luego desistí. Ahora regreso a la serie tras ver la repercusión del primer episodio de la cuarta temporada, el cual está plagado de nominaciones de todo tipo y color en los premios mas importantes de la industria televisiva.

A primera vista USS Callister parece ser otra parodia de Star Trek la nave anticuada, los patéticos efectos especiales, Jesse Plemons escupiendo sus parlamentos de manera shatneresca, un cast multiracial en una nave estelar destinada a sembrar la paz en la galaxia -, pero pronto vemos que nada es lo que parece. En la vida real Plemons es un perdedor, un genio de la programación asociado con un brillante marketinero que crearon una corporación y hacen ponchada de millones con un juego online (¿alguien dijo Jobs y Wozniak?). El drama es que nadie dentro de la empresa lo respeta, y parece un tipo hosco y retorcido. Entra una nueva programadora – Cristin Milioti, una actriz con mucho salero y ojos de animé – que lo admira desde lo técnico, y pronto llama la atención de su mirada depredadora. Porque el tipo, en la computadora de su casa, tiene una versión altamente modificada (y offline) del juego on line que fabrica, el que tiene un Mod instalado que simula ser una serie vintage de ciencia ficción a lo Star Trek. Lo que lo diferencia de un mero pasatiempo es que el tipo se fabricó un retorcido juguete, un aparato capaz de escanear tu ADN, digitalizarlo y de ese modo construir un bot casi real dentro de la simulación – apareces como el Señor Spock de la nave, pero conservando tu personalidad, tus recuerdos (hasta el dia en que robaron tu ADN y lo digitalizaron) y tus conocimientos -. Como Plemons es el programador maestro, el se suple de todas las armas y poderes, y procede a bardear – de manera diaria e incansable – a los tipos que lo detestan en el trabajo. Es como tenerlos encerrados en una mazmorra digital, obligarlos a que jueguen con vos a lo que se te cante, y torturarlos de manera periódica para satisfacer tu resentimiento interior. El problema es que Plemons gusta de la Milioti, y la mina no es ni por asomo lo sumisa que aparentaba. Pronto empieza a armar una conspiración dentro de la simulación, y a orquestar un plan para liberarse, si no del juego, al menos del sádico Plemons.

Quizás lo mejor de todo es que USS Callister va contra tus expectativas. Uno esperaba algo tipo Galaxy Quest y de pronto estás navegando en el interior de una mente enferma, en donde el escenario a lo Star Trek es solo una mera excusa para verlo en acción. Ciertamente el plan de Milioti tiene cosas brillantes y otras traidas de los pelos, y hay un par de momentos de humor (como la asexualidad de los bots del juego), pero todo el capítulo es ampliamente satisfactorio. Jesse Plemons – que siempre me pareció una versión de Matt Damon pasado de pastas – sigue demostrando que es un gran actor, sobre todo para esos papeles de tipos inexpresivos, brutos, que esconden una oscuridad interior – como en Game Night o en la espectacular segunda temporada de Fargo (incluso se dió el lujo de engancharse a Mary Jane Watson, ¿alguien lo puede creer?) -. Y si todo el cast está genial, la que descolla por lejos es Cristin Milioti, la cual me parece injustamente olvidada en el reparto de nominaciones que recibió el capítulo. En todo caso USS Callister es una espléndida tarjeta de presentación para quienes no están familiarizados con la serie.. o, como yo, para quienes no le hemos dedicado el tiempo suficiente a un producto que es inteligente y que a todas luces es ampliamente superior a la media.