Crítica: Ultimatum (Seven Days to Noon) (1950)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB, 1950: Barry Jones (profesor Willingdon), Olive Sloane (Goldie), André Morell (superintendente Folland, Sheila Manahan (Ann Willingdon), Hugh Cross (Stephen Lane)

Director: John Boulting & Roy Boulting, Guión: Frank Harvey & Roy Boulting

Trama: Los años 50. El profesor Willingdon – experto en energía nuclear – ha desaparecido. Entre ello y una inquietante misiva dirigida al primer ministro británico – la cual amenaza con detonar una bomba atómica en pleno Londres dentro de siete días si el gobierno inglés no cesa de construir armamento nuclear cada vez mas poderoso y devastador -, el clima de pánico inunda a las altas esferas. Folland, agente de Scotland Yard, se encuentra tras el rastro de los responsables; pero enorme será su sorpresa cuando descubra que el terrorista es el mismo profesor Willingdon, quien se cree sumido en una misión divina destinada a preservar el futuro de la humanidad… y el cual amenaza con borrar a Londres del mapa si no se cumplen sus demandas en el plazo de siete días exactos.

Seven Days to Noon (1950) Es curioso ver como cambian los criterios de la gente con el paso del tiempo. En su momento Seven Days to Noon fue un considerado un filme dramático serio, ganando incluso un Oscar al mejor guión. Hoy en día es apenas un thriller pasable, correcto pero desnatado, un recuerdo gris de los feos años de la Guerra Fría. Es posible que Seven Days to Noon sea un título influencial – si uno ve como han armado el tema de la cacería humana, notará que su estructura es muy similar a otros thrillers más conocidos y posteriores a éste (sin ir mas lejos, El Dia del Chacal para comenzar entre una nutrida lista) -, pero da la impresión de haber sido armado con tanta pulcritud que la excitación y la tensión salieron volando por la ventana. Nada desentona, pero también es cierto que el libreto no toma ningún riesgo y siempre transita por terreno seguro.

Gran parte del problema es que el villano es un tipo mas bueno que el dulce de leche. El quía es un experto en armas atómicas y, de un día para otro, decide robarse una y amenaza con hacerla explotar en el centro de Londres si el gobierno inglés no declara en la prensa la cancelación de su programa de construcción de armas de destrucción masiva. Desde ya que los políticos le hacen pito catalán – sería como quedar desnudos frente a la amenaza soviética, tan cercana y aterradora en los principios de la Guerra Fría -, y el tipo sigue adelante con su plan. Como el quía es un inofensivo ratón de biblioteca, no es el clásico conspirador que asesina a sangre fría a todos los testigos accidentales con los cuales se topa en su camino, ni tiene un plan excesivamente elaborado. Cuando ve que en la pensión donde estaba alojado comienzan a sospechar de él, el tipo decide mudarse a otro hotel; cuando se levanta a una veterana a cambio de casa y comida, decide mantenerla encerrada bajo llave, y atenderla con el mejor de los modales para hacer su estancia cómoda mientras dure el secuestro. Y mientras que su causa podría haber sido objeto de un interesante debate – en el fondo, el tipo posee una enorme crisis de conciencia, lo cual lo lleva a intentar frenar la atrocidad de las armas atómicas, reflejando la paranoia que empapaba a europeos y norteamericanos en aquellos años de plomo de la década del 50 -, el libreto decide desautorizarlo, pintándolo como un desequilibrado con delirios religiosos. Se la pasa citando el Apocalipsis de la Biblia, camina sin cesar en su cuarto hasta altas horas de la noche y contempla con desolación la escena londinense, viendo la ciudad que hará desaparecer en el plazo de un puñado de días. Nunca terminamos de meternos dentro de su cabeza y, en todo caso lo que nos limitamos a ver son sus reacciones al medio ambiente. Debe de ser uno de los terroristas mas equilibrados de la historia del cine.

Desde ya todo es demasiado racional como para ser interesante. Ante la amenaza de bomba el gobierno decide vaciar literalmente Londres, lo cual lleva al escenario bastante estúpido de que el único flaco que quedó en el vecindario debe ser el terrorista. A su vez el quía decide esperar hasta el último minuto para detonar la bomba, aún cuando el jueves ya sabe (y tiene recontra confirmado) que el gobierno no le va a dar ni cinco de pelota, y que están haciendo esfuerzos sobrehumanos para cazarlo. Y, lo peor de todo, es que no pueden dar con él… y no porque sea un super maestro del disfraz (a lo sumo, se saca el bigote y se cambia el abrigo), sino porque la policía inglesa peca de incompetente.

Seven Days to Noon es un thriller antiguo y digerible. Hay varios nombres conocidos – André Morell, uno de los antiguos Quatermass televisivos; un joven Geoffrey Keen, siglos antes de ser uno de los jefazos de James Bond en la era Roger Moore; y Joss Ackland, cuando aún no era un supremacista ario sudafricano a punto de tener su trasero volado por un desquiciado Mel Gibson en Arma Mortal 2 -, y hay un buen clima de intriga de post guerra, ése que mezcla bombas nucleares, ciudades en proceso de reconstrucción, y amenaza roja al otro lado del charco. Es un filme amable e ideal para los amantes del cine clásico, pero definitivamente sabe a poco para aquel espectador moderno que quiere algo más condimentado y mucho mas excitante.