Crítica: Tomorrowland, el Mundo del Mañana (2015)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2015: Britt Robertson (Casey Newton), George Clooney (Frank Walker), Raffey Cassidy (Athena), Hugh Laurie (David Nix), Pierce Gagnon (Nate Newton), Tim McGraw (Eddie Newton)

Director: Brad Bird, Guión: Brad Bird & Damon Lindelof

Trama: Las cosas no son fáciles para Casey Newton. La chica es brillante en los estudios y es una empedernada idealista, enemiga de las negras (y realistas) perspectivas sobre el futuro que le dictan sus profesores en la escuela. Ahora se encuentra saboteando un sitio de lanzamiento de la NASA, ya que el mismo está programado para su demolición y la muchacha quiere demorarlo lo más que pueda – así su padre continúa en su trabajo -; pero su accionar es detectado por la policía y la chica termina pasando la noche en la prisión. Sin embargo, al salir de la cárcel, encuentra un pin entre sus pertenencias, el cual – al tocarlo – la traslada a otra dimensión plagada de inventos de última generación y ciudades futuristas. Pero el pin se ha desactivado y, buscando información en Internet, descubre que pertenecía a una expo de ciencias del año 1964, cuyos ejemplares remanentes son celosamente buscados por un comprador de Houston, Texas. Trasladándose hasta allí descubre que los compradores son en realidad robots asesinos, centinelas pertenecientes a una raza que desea exterminar a cualquier poseedor del pin transdimensional. Pero Casey es rescatada a último momento por Athena, una chica todopoderosa que pronto revela ser también un robot. Así es como Athena le confiesa a Casey que ella es la última esperanza de la humanidad, ya que su inconformista manera de pensar (y su inteligencia) pueden salvar a la raza humana de un destino de autodestrucción inevitable. Y aunque Casey no logra comprender las palabras de la androide, las cosas tomarán otro cariz cuando se tope con Fran Walker, un genio que estuvo en Tomorrowland – la ciudad futurista que ella veía cuando tocaba el pin -, y el cual logró escapar de dicha dimensión. Walker posee los medios para llevarla de vuelta y, fundamentalmente, detectar la máquina que está haciendo la cuenta regresiva hasta el juicio final de la humanidad… esperando encontrar algún modo de desactivarla (o retrotraer sus efectos) antes que sea demasiado tarde.

Tomorrowland Confusa, complicada, insatisfactoria. Considerando la racha de obras maestras que ha parido Brad Bird – El Gigante de Hierro, Ratatouille, Los Increíbles, Misión Imposible: Protocolo Fantasma -, Tomorrowland, el Mundo del Mañana es una pifia de dimensiones colosales. Hay una idea de fondo relativamente interesante (aunque muy poco comercial), hay una ejecución demasiado enredada y hay un intento de emparchar las cosas en el último acto, el cual no termina de conformar a nadie. Es imposible remontar algo cargado de negatividad y plagado de truculencias que pretenden enredar un relato que es mucho mas lineal de lo que aparenta.

A Brad Bird le encanta el retrofuturismo – El Gigante de Hierro y Los Increíbles están empapados con un profundo sentido de homenaje hacia la ciencia ficción naif de los años 50 y 60, esa en donde la ciencia era una doctrina sin maldad, un medio para mejorar la calidad de vida de las personas, conocer las estrellas y generar un ambiente de utopía sin guerras, hambrunas ni enfermedades -, lo que lo pone en la vereda opuesta de la corriente apocaliptica, ésa que hablaba pestes sobre el átomo, vomitaba invasiones del espacio y monstruos gigantes atómicos, y presagiaba el fin del mundo a través del holocausto nuclear de manera imparable e inminente. Uno puede comparar las utopías pacifistas y optimistas de Brad Bird con los caminos definitivamente transitados por el cine, la ficción y la misma realidad: por cada fantasía optimista al estilo de E.T. o El Día que Paralizaron la Tierra, encontramos miles de versiones que se revolcaban en el horror del apocalipsis, del estilo de La Guerra de los Mundos, Godzilla, o El Planeta de los Simios, en donde la destrucción está garantizada y (en la mayoría de los casos) está provocada por el poder destructivo del hombre. Sean invasiones / monstruos reales o alegóricos (representando el posible ataque nuclear de las fuerzas soviéticas durante la Guerra Fría), el hombre ha probado ser un masoquista que abraza con fervor sus visiones de pesadilla antes que sus ilusiones de pacifismo y armonía. En el fondo Brad Bird es un nene de 8 años criado en los 50’s, dotado de un arma de rayos de hojalata y un traje espacial hecho con retazos, un ingenuo que cree que la maldad puede venir del espacio pero no de los mismos hombres – y por eso es políticamente correcto matar un alienígena malvado -, y un compulsivo comprador del positivismo de la ciencia. El relato de Tomorrowland, el Mundo del Mañana no es mas que el descarnado desencanto que tuvo ese chico de 8 años cuando creció y vió que el mundo se envileció, utilizó la ciencia para depurar sus armas de destrucción masiva, y dió a luz a generaciones de cínicos que se dedicaron a explotar lo que les daba la ciencia – televisores, iPhones, etc -, pero no a crearla. Uno puede estar de acuerdo o no con la visión de Bird – en un determinado momento culpa a los videojuegos y al cine violento por patrocinar una forma de vida tolerante con la violencia -, pero considero que es un diagnóstico válido. Si usted llevara un videojuego de matar gente a un poblado alejado de la civilización y se lo mostrara a los lugareños, lo primero que le preguntarían es cómo es que usted se divierte haciendo algo tan cruel como matar personas (siquiera de mentira) en la pantalla. Yo no digo que los videogames o el cine de acción sean la causa de todos los males de este mundo (sería una visión excesivamente simplista, amén de que la locura humana es mucho mas vieja que la tecnología del siglo XX), pero creo que son un par de síntomas en una cultural global que ha tolerado, asimilado y ahora resulta indiferente a la destrucción. Las nuevas generaciones están habituadas a ver la televisión como una ventana mágica que vuelca cosas tan espectaculares, irracionales y tremendas, que uno no puede creer que sean verdad (lo que va desde chicos enrolados en ejercitos terroristas y ejecutando personas, a asesinos seriales que se han brotado y han asesinado a una docena de personas sin razón alguna, eso sin contar con desgracias de todo tipo, sean ataques terroristas, catástrofes naturales y/o provocadas por el hombre, etc). La periodicidad diaria de esa clase de noticias, la despersonalización dada por la TV y por los difusores de esas noticias – que anuncian imágenes de una masacre y, segundos después, pasan a avisos comerciales o a una sección de cocina – y, en general, la distancia que imponen todos los medios entre el receptor y la tragedia han producido un juego perverso en el cual participamos todos. Un masivo tsunami – que segó la vida de decenas de miles de personas – ha pasado a ser un tema anecdótico tocado a la hora del café en la oficina, en vez de ponernos a llorar, juntar ropa para donar o enrolarnos en la Cruz Roja. Recién tenemos conciencia de la dimensión real de las tragedias cuando una de ellas nos pegue de cerca o nos toque en carne propia.

En muchos sentidos Tomorrowland, el Mundo del Mañana suena como un manifiesto de Brad Bird contra la apatía de la civilización moderna. El mundo ha perdido enfoque y no se ha volcado a lo mejor – como en los 60’s los mas ingenuos imaginaban: un gobierno mundial conformado por científicos y sabios de todas las naciones -, sino que se ha revolcado en sus propios sentimientos autodestructivos: el odio a un enemigo (real o imaginario), el uso de la ciencia para la guerra (y producir armas cada vez mas letales), el comercio (muchas veces perverso) que se hace de la ciencia (dígánselo a la industria farmacéutica, la cual factura disparates medicinas y tratamientos para combatir enfermedades letales), y la falta de un enfoque progresista unificado, el cual ha derivado en un egoismo infestado de nacionalismos e intereses creados. La solidaridad y/o las ambiciones de paz y progreso brillan por su ausencia.

Ciertamente los temas que toca Brad Bird son interesantes, pero me parecen más el punto de desarrollo de alguna película indiecentrada en ideas – que el objetivo de una superproducción con aspiraciones de blockbuster. Si Tomorrowland es un filme basado en una atracción temática de los parques Disney y con aspiraciones a ser una nueva Piratas del Caribe -, el enfoque es completamente equivocado. Por otra parte, el discurso de Bird también es enredado y discutible. Estoy de acuerdo con que la gente ha perdido la visión idealista de la ciencia como medio para mejorar el standard de vida de las personas… pero la propuesta de Bird tampoco es lo que se dice políticamente correcta. Bird termina abrazando una utopía separatista y supremacionista al estilo de La Rebelión de Atlas, siendo David Nix un pichón de John Galt. El personaje de Hugh Laurie ha reclutado mentes brillantes de todas partes del mundo, y ha creado una utopía basada en la genialidad, lo cual ha alejado a esos hombres de las perversiones producidas por la política – léase, no construyen armas para la Guerra Fría – pero, en un determinado momento, se ponen en el papel de dioses y terminan considerando que la humanidad es un proyecto que no vale la pena. En el medio de esto hay baches enormes – ¿por qué Tomorrowland ha quedado vacío?¿cómo es que Nix se erigió en una dictadura al mando de un ejército de robots? -, lo cual es una visión simplista para poner todas las bazas en un único villano, cuando en realidad debería ser una visión corporativa de las mas grandes mentes alojadas en la ciudad del futuro. Del mismo modo, la utilidad de Tomorrowland es cuestionable: si crean los avances mas impresionantes (y los gadgets mas cool), ¿qué sentido tiene si solo lo van a usar en una comunidad de unos pocos miles, y no lo van a compartir con el resto de la humanidad para mejorar su nivel de vida o, incluso cambiar su mentalidad?.

Es una lástima ya que los valores de producción de Tomorrowland, el Mundo del Mañana son realmente altos. El casting es de lujo – y con palmas para Britt Robertson, la cual es un prodigio de carisma y expresividad – pero la visión negativa del mundo – que se produce con la aparición del personaje de George Clooney – pone al filme en un bajón dificil de recuperar, y en donde la explicación final no termina de convencer a nadie. Lo hubieran dejado en términos mas simples, como que una raza de robots se apoderó de Tomorrowland y ahora quieren eliminar a aquellos que puedan parar su intimación al exterminio, en vez de las entreveradas explicaciones de niños enamorados de chicas androide, científicos paranoicos y desencantados con el mundo, naves espaciales ocultas en monumentos históricos parisinos, y sermones empapados de un idealismo a todas luces impráctico, el cual dejará satisfecho a Bird pero a nadie más del resto del planeta, convirtiendo al filme en una isla con pretensiones intelectualoides, un producto demasiado raro para ser masivo o incluso festejado.