Crítica: La Tempestad (2010)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2010: Helen Mirren (Prospera), Felicity Jones (Miranda), Djimon Hounsou (Caliban), David Strathairn (rey Alonso), Tom Conti (Gonzalo), Alan Cumming (Sebastian), Chris Cooper (Antonio), Ben Whishaw (Ariel)

Director: Julie Taymor, Guión: Julie Taymor, basada en la obra teatral homónima de William Shakespeare

Trama: Luego de la muerte de su marido, el Duque de Milán, Próspera es acusada de hechicería por su hermano Antonio como parte de una intriga para arrebatarle el trono. Como castigo ella y su hija Miranda son lanzadas al mar, y su maltrecha barcaza termina por encallar en una isla desierta en donde permanecen durante años. Ahora Miranda se ha convertido en una hermosa adolescente y los poderes mágicos de Próspera han crecido hasta transformarla en una hechicera formidable. Pero el destino parece haberle dado la oportunidad de vengarse a Próspera, trayendo hasta las costas de su isla al navío que transporta a Antonio y su séquito de regreso a Milán. Aprovechando la ocasión, la hechicera desata una tempestad que destruye el barco y lanza a sus tripulantes hacia las playas de la isla. Y con la ayuda de espíritus y monstruos, Próspera comienza a maquinar una elaborada revancha contra todos aquellos que mancillaron su honra y la mandaron al destierro.

La Tempestad Hay películas malas y hay películas indignantes. La Tempestad 2010 entra en ambas categorías. Es posible que éste no sea el texto más virtuoso de El Bardo, pero lo cierto es que la puesta en escena es un asco. Son tantos los factores que fallan, que resulta difícil dar un orden a la lista y comenzar por alguno de ellos.

A mi me gusta Shakespeare. No soy un experto pero he leído Macbeth, he disfrutado de su prosa, y me he deleitado con un par de adaptaciones cinematográficas – incluyendo la excelente Ricardo III (1995) con Ian McKellen, la que espero comentar aquí dentro de poco -. Shakespeare maneja los tiempos de la tragedia con gusto, y siempre ha desarrollado intrigas palaciegas con toques sobrenaturales. También es cierto que, para poder apreciarlo, uno tiene que estar con el humor apropiado. Pero desde hacía tiempo que me venía preparando para disfrutar de esta adaptación, la cual me generaba expectativas desde el momento que vi el poster. No sólo por el carisma de Helen Mirren, sino porque prometía darle un giro de tuerca a una trama clásica de Shakespeare potenciando la espectacularidad de la historia.

Debo admitir que no conozco La Tempestad, a excepción de haber leído algún resúmen sobre la obra y de haber visto Planeta Prohibido (1956), la cual es una adaptación muy liberal. Así que llego a esta versión de Julie Taymor con absoluta virginidad sobre el tema. Pero uno no precisa ser un experto en Shakespeare para darse cuenta, en menos de cinco minutos, que un filme como éste apesta. Basta con ver las muecas exageradas, los primerísimos planos y la avalancha de efectos especiales para empezar a sepultar las expectativas creadas.

Los problemas con la versión 2010 de La Tempestad no pasan por convertir a Próspero en una mujer. Las obras de Shakespeare han sufrido mutaciones de todo tipo y color y, en muchos de los casos, han sido exitosas – desde convertir a Romeo y Julieta en hijos de bandas mafiosas rivales hasta transplantar a Ricardo III a un escenario neo nazi, sin contar alguna versión perdida que se animaron a hacer los sicodélicos creativos de los estudios Troma -, con lo cual el detalle que el papel principal quede a cargo de Helen Mirren es realmente muy menor. En cambio lo que torpedea al filme es la visión de Julie Taymor sobre la obra. Desde el punto de vista visual, está recargada de efectos especiales desprolijos y distrayentes. Si bien es cierto que la obra trata sobre un mago, uno espera una secuencia visualmente impactante (la exhibición de poderes) y una pausa de exposición en donde el diálogo escrito por Shakespeare se luzca en labios de actores de reconocida trayectoria. Pero acá los FX inundan todo – incluyendo los momentos tranquilos – , amén de que todo está plagado de cortes rápidos y efectos kitsch, en especial en las apariciones del espíritu Ariel que parece la versión andrógina de Campanita. Y es esa saturación visual la que termina de arruinar por completo el espíritu de las escenas.

Pero quizás lo peor de todo es que La Tempestad no se condice con las expectativas que uno tiene sobre una obra de Shakespeare. Uno espera intrigas, revanchas, poderosos discursos … pero aquí no ocurre nada de eso. En cambio hay un par de espantosas (y eternas) secuencias cómicas – que involucran a Calibán, Stefano y Trínculo – que yo las habría podado de una si hubiera sido el director. Mientras que Julie Taymor le dedica un tiempo precioso a toda esa pavada – que estarán en el original pero no le agregan nada a la historia -, por contra le retacea oxígeno a los personajes principales. Cuando se llega al climax – en donde Próspero se rehabilita y prefiere el perdón a la venganza – se siente abrupto, anti natural y carente de impacto. Yo no sé si todo lo que figura en pantalla es la obra de Shakespeare, o si falta algo o si sobra algo. Como sea, creo que está mal armado y no es efectivo. La Tempestad 2010 se siente como una obra castrada, que carece de punch en las escenas en donde debería tenerlo.

La culpa no es de los actores. Mirren tiene sus momentos de lucimiento. Alan Cumming parece un convidado de piedra y no llega a tener 10 líneas en todo el filme. La mitad de los actores yanquis se ven demasiado vulgares para sus papeles, pero tampoco es que sean execrables. Se le podría recargar las tintas a Russell Brand y Alfred Molina, pero no es su falta que las escenas cómicas sean abominables. Como Calibán, Djimon Hounsou está desperdiciado. Y los más flojos son, sin duda, los actores más jóvenes – que dicen sus líneas sin convicción -, pero sería injusto culparlos por algo que viene mal parido desde el vamos.

Es posible que la obra original, en sí, sea mediocre – decir que todas los títulos de un autor reconocido son obras maestras es una hipocresía propia de adulones cortos de mentes -; pero lo cierto es que esta versión de Julie Taymor termina por masacrarla. Es superficial y distrayente, como si fuera Shakespeare adaptado por Jess Franco, y termina siendo doblemente lamentable debido al enorme desperdicio de talento de todos los involucrados.