Crítica: Steamboy (2004)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Japon, 2004: con las voces de Anne Suzuki (James Ray Steam), Katsuo Nakamura (Dr. Lloyd Steam), Manami Konishi (Scarlett O’Hara), Kiyoshi Kodama (Robert Stephenson)

Director: Katsuhiro Otomo, Guión: Katsuhiro Otomo & Sadayuki Murai

Trama: Inglaterra, 1866. James Ray Steam es un joven inventor que experimenta con máquinas de vapor, tal como lo hicieran su padre y su abuelo. Un día recibe un misterioso paquete enviado por su abuelo, el que consiste en una esfera de metal. A los pocos instantes caen matones de la fundación O´Hara, con quienes se traba en pelea por la posesión de la esfera. Guiado por la nota de su abuelo, James le lleva el aparato al prestigioso inventor Robert Stephenson, quien le dice que se trata de una fuente de energía inagotable basada en el vapor y cuyo origen es desconocido. Pero la gente de la fundación O´Hara consigue apoderarse del dispositivo y rápidamente lo utiliza para motorizar un masivo ejército de alta tecnología, construído por el padre de James. Ahora el joven y su abuelo son los únicos capaces de desmantelar la formidable fuerza bélica de la fundación O´Hara, antes que arrase Londres y se dedique a conquistar el resto del mundo.

Steamboy (2004) 16 años tuvieron que pasar para que el dios del animé, Katsuhiro Otomo, lograra pergueñar algo de opulencia semejante a su megahit Akira (1988). Por supuesto el grado de shock no es, ni por asomo, el mismo; en su época Akira rompió standares y fue la gran carta de presentación del animé en el mundo. 16 años después, el animé ha inundado los mercados con numerosas producciones tan fastuosas y apocalípticas como Akira, tomando el modelo que Otomo habia creado.

Aquí Otomo decide dar un giro de 180 grados, saliendo de su temática habitual y yendo a explorar los mundos de la ciencia ficción victoriana – creada a partir de trabajos de Julio Verne y H.G. Wells -, y que actualmente se lo conoce como Steampunk. El autor invirtió 10 años y millones de dólares en un proyecto colosal que lo convirtió en la producción más cara de la historia de la animación japonesa. Y, cuando por fin salió a la luz, la gente alabó su imaginería visual pero despreció la historia. Steamboy no fue el megahit esperado, aunque se transformó en objeto de culto con el correr de los años.

El problema con Steamboy es que es una anécdota demasiado estirada. Tengan en cuenta que se trata de un filme de dos horas, en donde el gran climax empieza a los cuarenta minutos (!!), con lo cual se transforma en una obra de dos actos. Por supuesto hay una persecución tras otra, y un despliegue de destrucción masiva creciente y deslumbrante: hombres robot motorizados por vapor atacando la ciudad de Londres; tanques futuristas y planeadores cargados de bombas; edificios enteros que se transforman en fortalezas volantes armadas hasta los dientes; y así un montón de inventos delirantes. El protagonista recibe un motor a vapor de energía inagotable y medio mundo empieza a perseguirlo; y, cuando se lo roban, debe intentar detenerlos. El problema es que las facciones en pugna están divididas entre su padre militarista y su abuelo pacifista; y la gente del gobierno parece tener sus propias ideas acerca de cómo explotar el artefacto en beneficio propio.

Hay que admitir que el caos en pantalla que coreografía Otomo es sencillamente impresionante. No hay nadie como él para crear secuencias de destrucción masiva. Pero la historia es muy delgada, cargada de moralina, y plagada de personajes molestos. El mensaje es que el dinero y el poder bélico corrompen a cualquiera, aún al más honesto, pero no deja de ser un subtexto simplista si uno lo compara con las múltiples lecturas que tenía Akira (que tampoco tenía un argumento muy redondo que digamos). El libreto inserta el personaje de una niña rica y caprichosa, la que resulta tan irritante como inútil, y ni siquiera sirve como bizarro comic relief (la chica es mala como la peste y ni siquiera se redime sobre el final). Y el último acto de Steamboy bordea lo bizarro. La pelea entre el padre y el abuelo se estira más allá de lo digerible, amén de que la trama no sigue su cauce natural (por ejemplo, que todos hayan muerto, que los inventos se hayan perdido y que la historia de la humanidad siga su curso). Es como si Otomo se hubiera quedado corto con el texto y se hubiera ido al otro extremo, amén de insertar con calzador un innecesario final feliz.

Steamboy tiene momentos brillantes, pero la historia deja bastante que desear y al filme le sobra cómodamente una media hora. El despliegue de destrucción es deslumbrante, y lo convierte en un gran espectáculo; pero las ideas del guión son cortas y sin pulir. No deja de ser recomendable, aunque dista mucho de ser la obra maestra que uno esperaba de su autor.