Crítica: Star Wars Episodio II: El Ataque de los Clones (2002)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2002: Ewan McGregor (Obi-Wan Ben Kenobi), Hayden Christensen (Anakin Skywalker), Natalie Portman (senadora Padme Amidala), Christopher Lee (conde Dooku), Ian McDiarmid (canciller Palpatine), Temuera Morrison (Jango Fett), Samuel L. Jackson (Mace Windu), Frank Oz (voz de Yoda)

Director: George Lucas, Guión: George Lucas & Jonathan Hales

Trama: El Senado de la República está teniendo problemas con un grupo de planetas separatistas liderados por el renegado conde Dooku. A su vez, una serie de atentados golpean de cerca a Padme Amidala, convertida ahora en senadora por el planeta Naboo. Anakin Skywalker es asignado a la custodia de Padme mientras Obi-Wan Kenobi investiga la procedencia de los terroristas. Pero el rastro de Obi-Wan lo lleva hasta el aislado planeta de Kamino, en donde se prepara un masivo ejército conformado por clones. Resulta obvio que hay una conspiración en ciernes, tendiente a forzar la militarización de la República frente a la inminente insurrección de Dooku, pero ni los políticos ni los caballeros Jedi se encuentran en condiciones de anticipar la movida. Y mientras tanto Anakin se ha enamorado perdidamente de Padme, un romance ilegal para su condición de Jedi. Pero los numerosos peligros que enfrentan en el camino de combatir a Dooku terminarán por afianzar dicha relación, convirtiéndose en un noviazgo secreto y prohibido.

Episodio II: El Ataque de los Clones En los setentas George Lucas era una potencia creativa que formaba parte de una generación integrada por cineastas de lujo, como Francis Ford Coppola, Steven Spielberg, John Milius, etc. Pero el tiempo ha pasado, y tanto los millones como la inactividad creativa de todos estos años han convertido a Lucas en un señor gordo, un burócrata sentado encima de una montaña de dinero (fruto de su imperio cinematográfico) y rodeado de una corte interminable de adulones y onanistas digitales. Toda esta gente vive entusiasmada creando formidables mundos virtuales y criaturas imposibles, pero ni uno solo de ellos es lo suficientemente capaz de escribir una historia potable que justifique el uso de semejantes FX. Y, si usted ha visto algún reportaje reciente a Lucas, se topará con un individuo monumentalmente anodino, capaz de hablar durante horas sobre la nueva trilogía y analizarla como si se tratara de una obra de Da Vinci. Resulta sorprendente la capacidad de Lucas para justificar intelectualmente la mediocridad de su última obra.

Hay decisiones estúpidas que hacen historia. La de escribir una trilogía de precuelas de Star Wars es una de ellas y, lo que es peor, terminó por convertirse en moda – ahora teníamos precuelas de El Exorcista, Batman, James Bond, Alien, etc, etc -. Es cierto que en unos cuantos casos posteriores la idea de la precuela funcionó… pero en el caso de La Guerra de las Galaxias resultó en un rotundo fracaso artístico (ni los fans ni la critica ni la mayoría del público se entusiasmaron con la nueva propuesta, lo que no quita que tuviera buena taquilla). El problema fundamental de las precuelas reside en que había que acomodar con calzador un montón de pavadas y golpes de efecto con los cuales se habían despachado en la trilogía clásica – como Luke y Leia son hermanos, cómo se forma Darth Vader, quién es la madre de los Skywalker, cómo surge el Imperio y el Emperador, etc, etc -. A veces es mejor dejar los orígenes de una gran historia en la oscuridad. Y hubiera sido mucho más razonable continuar con la serie a partir de El Regreso del Jedi, viendo cómo un veterano Luke Skywalker se dedicaba a combatir a los restos del Imperio, por poner de ejemplo una de las tantas ideas posibles.

Pero no. Siguieron adelante. Y allí es donde el mismo Lucas se encargó de arruinar la mitología Star Wars, encastrándole una historia mediocre, explicando más detalles de los que debería, utilizando a los filmes como si fuera un catálogo multimedia del poderío digital de la ILM, e insertando dos millones de personajes ridículos y abominables, cuya única utilidad era generar muñequitos y toneladas de merchandising.

Uno percibe que los miles de puteadas que todo el mundo lanzó sobre Episodio I deben haber llegado a los oídos de Lucas, porque Episodio II recula en varios temas, y fuerza un montón de escenarios como para que todo comience a calzar con la mitología clásica de Star Wars. Por ejemplo, Padmé dejó de ser reina y ahora es senadora (porque el cargo de reina en Naboo es elegible por cuatro años… igual que en Argentina), lo cual es una pavada sideral. ¿De dónde sacaron que los reyes tienen vencimiento?. En fin; como no había otra manera de meter a Padmé en el Senado de la República el libreto tuvo que despacharse con una reforma constitucional de último momento al reino de Naboo. A esto se suma que el idiota de Jar Jar Binks ha pasado a ser senador suplente, una prueba patente de que las listas colectoras ya existían en los tiempos de la República. Y seguimos sumando porotos: Padmé ahora es una veterana calenturrienta de treinta años que no duda en comerse al pendex Anakin, el cual no llega a los 20 (está visto que no hay ley de corrupción de menores en la galaxia). Y – en una de las movidas más lamentables de la nueva trilogía – el libreto perfila a los Jedi como un cuerpo de élite conformado por bobitos e ingenuos. “No!!!! Dooku no puede haber querido matarla!” “Oh!!! Quién será el villano que quiere apoderarse de la República?“. Son tan tristes los razonamientos de los caballeros Jedi que dan ganas de llorar. Uno siempre se imaginó que se trataba de un ejército de guerreros tipo samurai, misteriosos, letales y silentes, y no un ejército de idiotas con patente y sables laser.

El perfil de los Jedi en la nueva trilogía es deleznable también por otras razones. Son superhombres indestructibles, capaces de hacer proezas físicas imposibles. En El Regreso del Jedi, Luke Skywalker saltaba unos metros y arrojaba cosas con la mente. Pero aquí esta gente se tira desde 50 pisos de altura, fanfarronea, y hace piruetas todo el tiempo. Es tan odiosa la manera en que el filme se regodea con esto, que llega al colmo de lo ridículo: tanto Yoda como Dooku son dos ancianos que usan bastón (o tienen los huesos comidos por la artritis) y se despachan con unas acrobacias hiperarriesgadas en sus duelos con sable laser … sólo para concluir los enfrentamientos y volver a renguear o a usar las muletas de siempre.

El resto del filme también falla. Nunca se explica la causa de la construcción del ejército de clones; la República tampoco los investiga demasiado y los acepta tan ciegamente que, en la primera de cambio, los manda a pelear contra los ejércitos de Dooku; tampoco se explica de dónde salieron miles de armas y naves espaciales para abastecer una fuerza militar tan multitudinaria (los aliens de Kamino eran genetistas, no la Lockheed Martin). Ah!, y por supuesto está el abominable romance. A su lado, Crepúsculo parece Lo que el Viento se Llevó. Es apurado, es forzado y no hay química entre el novato Christensen y la Portman. De los diálogos mejor no hablar. Al menos se puede decir que las performances hacen juego con los parlamentos, ya que van de lo estoico a lo terrible.

En realidad La Guerra de las Galaxias Episodio II: El Ataque de los Clones padece un único y enorme problema, y es que toda la historia suena hueca y los personajes no le interesan a nadie. Está todo mal desarrollado. Sólo hay un par de cosas que funcionan, como la cruenta venganza de Anakin por la muerte de su madre, y la batalla campal del final. Pero no hay magia, no hay heroismo que uno pueda admirar, y toda la relación con la saga clásica de Star Wars se ve forzada. Lucas se ha dado cuenta de ello y mete con calzador toneladas de referencias – el origen de Boba Fett, los soldados y los cruceros imperiales; la reiteración de frases clásicas de la trilogía; los peinados de Padme al estilo de Leia; la aparición de los tíos de Luke Skywalker en Tatooine, etc -, en un patético intento de equiparar a este bofe con los filmes originales que son claramente superiores. Pero cada referencia a la trilogía clásica sólo nos hace extrañar aún más su magia y su calidad, y eso es algo que no puede disfrazarse ni aún con toneladas de soberbios efectos especiales.

STAR WARS – LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

Precuelas: La Amenaza Fantasma (1999) – El Ataque de los Clones (2002) – La Venganza de los Sith (2003)
Trilogía original: La Guerra de las Galaxias (1977) – El Imperio Contraataca (1980) – El Regreso del Jedi (1983)
Trilogía moderna de secuelas: Star Wars: El Despertar de la Fuerza (2015) – Star Wars: Los Ultimos Jedi (2017) – Star Wars: El Ascenso de Skywalker (2019)
Filmes ambientados en el universo Star Wars: Rogue One: una historia de Star Wars (2016) – Han Solo: Una historia de Star Wars (2018)
Series ambientadas en el universo Star Wars: The Mandalorian (2019) – El Libro de Boba Fett (2021) – Obi-Wan Kenobi (2022) – Andor (2022) – Ahsoka (2023)