Crítica: Space Station 76 (2014)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2014: Patrick Wilson (capitán Glenn), Liv Tyler (Jessica), Marisa Coughlan (Misty), Matt Bomer (Ted), Jerry O’Connell (Steve)

Director: Jack Plotnick, Guión: Jennifer Elise Cox, Sam Pancake, Jack Plotnick, Kali Rocha & Michael Stoyanov

Trama: El espacio… en una versión setentista del futuro. El capitán Glenn – comandante de la estación espacial Omega 76 – se encuentra en un pozo depresivo después que su compañero de trabajo decidiera irse, pidiendo el urgente traslado a otra nave. Angustiado, inmerso en la bebida y al borde del suicidio, Glenn descubre que su nuevo copiloto es una mujer, Jessica Marlowe, la cual pronto atrae las miradas de la ociosa tripulación, sea la de la adicta a las pastillas Misty, el sexópata Steve, el reprimido Ted o la delirante Donna. Todos ellos se enfrascarán en extensos diálogos para matar el tiempo, ya que en el espacio nadie puede escuchar tu bostezo de aburrimiento.

Space Station 76 Vamos a inaugurar una pequeña sección que denominaremos “las reviews de los 45 minutos”: películas tan insoportables que uno hace el esfuerzo sobrehumano de mirarlas hasta los 45′ – algo así como media película – y después las archiva de manera definitiva y eterna, jurando nunca más volver a clavarse con semejante bodrio. Pasó con Push, y ahora vuelve a pasar con Space Station 76. La próxima candidata parece ser The Giver, esa fallida utopía con Jeff Bridges que nadie vió en el cine y que me resulta imposible remontar mas allá de la mitad de su desarrollo.

Space Station 76 es una comedia indie (o sea, realizada por un tipo ajeno a la maquinaria industrial de Hollywood, hecha con dos mangos, y que toca temas atrevidos, diferentes o poco comerciales), la cual parte de una idea inspirada: utilizar el look de las cintas de ciencia ficción de los años 70 para parodiar el género. Toda la pelicula parece filmada en un set abandonado de Cosmos 1999aquella serie de la base lunar Alfa rodando por el espacio, comandada por Martin Landau y Barbara Bain, y producida por Gerry Anderson -, sea la estación espacial, el uniforme de Patrick Wilson o los corredores saturados de iluminación indirecta. Si hay algo que resulta irreprochable es su reproducción de época: todo está saturado de acrílico, los comandos son botones y palancas, los relojes usan diodos iluminados en vez de leds o pantallas de cuarzo, y todos los tableros parecen más los comandos de una planta industrial que los controles futuristas de una nave espacial. Hasta los televisores son de tubo y la gente se entretiene viendo videocassettes. Eso si que es tecnología de punta setentista.

El drama con Space Station 76 es que, mas allá de la originalidad de la idea y la fidelidad de la recreación de los sets, el filme no tiene ni la mas minima idea de qué hacer con el resto. La historia es un divague, y se reduce a ser un puñado de escenas hiladas por un grupo de personajes comunes a todas ellas. Es un montón de gente aburrida viviendo en un condominio (enclavado en el espacio) y, para colmo, sus conflictos no son ni dramáticos ni graciosos. La chica que se acuesta con el mejor amigo de su marido y es adicta al Valium, su hija que le encanta hacer preguntas raras, la recién llegada – que es deseada por todos y no puede tener familia -, el marido insatisfecho – adicto a los porros de marihuana y que tiene una bizarra mano ortopédica plagada de palancas y botones, la cual parece una Commodore 64 atachada con cinta a su muñeca -, y el capitán de la nave, el cual parece ser un gay reprimido enamorado de su antiguo compañero y el cual ha quedado devastado tras su partida, sumiéndose en una depresión fronteriza al suicidio. Toda esta gente habla y habla y habla sin decir nada y, lo que es peor, con unos parlamentos tan extensos como opacos. No sólo toda historia podría haberse seteado en cualquier otro escenario sin hacer el mas minimo cambio – un condominio, un barrio, etc – sino que no hay un maldito chiste que haga blanco. Al menos hay que admitir que, dentro de su performance reprimida, Patrick Wilson tiene buen timming cómico – hace burradas de manera imperturbable, y uno se da cuenta que es un tipo con serios problemas emocionales escondidas bajo su fachada de calma aparente -. El único gag cómico efectivo de la primera hora es una intentona de suicidio en donde Wilson arroja un radio reloj – vetusto, de esos que bajan chapitas con los numeros pintados, bien setentista – en la bañera en donde se encuentra reposando, y la computadora de a bordo corta la electricidad automáticamente. El frustrado Wilson retira el aparato del agua, vuelve la luz… y el radio reloj vuelve a pasar música como si nada hubiera pasado. Ja.

Space Station 76 es un brutal desperdicio de recursos. Arruina una idea prometedora, desperdicia un gran cast, y sólo parece una hilera de ideas deshilachadas generadas a partir de una improvisación no muy inspirada. Imposible recomendar algo que no se deja ver y lamentablemente ése es el caso aquí. Es una macana, ya que en manos de otra gente podría haber terminado en un producto medianamente interesante.