Crítica: Cuando el Destino nos Alcance (Soylent Green) (1973)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1973: Charlton Heston (Detective Frank Thorn), Edward G. Robinson (Sol Roth), Leigh Taylor-Young (Shirl), Chuck Connors (Tab Fielding), Brock Peters (Hatcher), Paula Kelly (Martha), Joseph Cotten (William Simonson)

Director: Richard Fleischer, Guión: Stanley R. Greenberg, basados en la novela Make Room, Make Room de Harry Harrison, Musica – Fred Myrow

Trama: Nueva York, año 2022. El crecimiento de la población mundial ha explotado, y las ciudades se encuentran abarrotadas de personas. Los recursos han menguado, y los alimentos naturales cuestan montos exorbitantes. El millonario Simonson es asesinado en su departamento, y el recio detective Frank Thorn es enviado a investigar el hecho. Poco a poco Thorn comienza a descubrir una conspiración tras la muerte del magnate, relacionada con sus vinculos con la corporación Soylent, la que produce alimentos artificiales para la población. Tanto el jefe de la policía como sus conocidos le piden que abandone la pesquisa, debido a las múltiples presiones políticas – un director de Soylent se postula para la reelección como Gobernador -. Pero ayudado por su amigo y especialista Sol Roth, Thorn irá develando el terrible secreto que se esconde tras la muerte de Simonson y que tiene que ver con el último producto que la corporación lanzara al mercado: el Soylent Green

Arlequín: Crítica: Cuando el Destino nos Alcance (Soylent Green) (1973)

“Soylent Green está hecho de gente… Nos están criando como ganado!”

A principios de los 70, ya fuera por un cambio de rumbo en lo artístico o presintiendo el declive de su carrera, Charlton Heston se embarcó en una serie de proyectos de ciencia ficción que son memorables. No todos los filmes de esa época son buenos, pero sin duda han dejado una marca imborrable en la memoria de los espectadores de todo el mundo. Y aunque las películas fueran dispares, se las arreglaron para generar una serie de imágenes que perdurarán para siempre en la historia del cine: Heston arrodillado en la playa frente a la Estatua de la Libertad en El Planeta de los Simios; correteando con su convertible rojo en un Nueva York desolado en The Omega Man; y gritando con todos sus pulmones la frase reseñada en Soylent Green.

A decir verdad, Soylent Green fue un proyecto personal de Heston durante muchos años. Le costó un triunfo poder concretarlo debido a la renuencia de estudios e inversores, pero cuando el tema del crecimiento de la población mundial se puso de moda en los 70, pudo obtener luz verde. Este film se suma a otros tantos de temática similar como La Fuga de Logan o Edicto Siglo XXI: Prohibido Tener Hijos, y entra dentro de la categoría de los futuros apocalípticos – de la cual el ejemplo más acabado es Mad Max -. La suma al equipo del veterano Richard Fleischer (20.000 Leguas de Viaje Submarino) le añade una cuota de gran calidad al filme.

Y es que se trata de una película realmente bien hecha. Es una de las escasas ocasiones en que Heston demuestra el rango actoral que posee, y tiene la virtud de congraciarse con el público – dejando atrás, por un momento, su clásica figura estoica -. Su Frank Thorn es realmente rastrero, vividor, corrupto, y termina por resultar simpático. Además forma un equipo formidable con Edward G Robinson (la dupla de Los Diez Mandamientos reunida aquí) donde realmente se transpira química en la pantalla cuando esos dos se juntan en escena.

Pero si las performances son notables, la dirección de Fleischer es impecable. Este es un excelente ejemplo de que buena ciencia ficción no precisa rayos lásers, personajes estrafalarios, ni costosos efectos especiales. Basta cambiar un poco las actitudes de los personajes (algo que fallidamente intentó Godard en Alphaville) para que se trate de un mundo anormal, alienígena. Las imágenes de Thorn esquivando a las decenas de personas que duermen en el piso de la escalera de su edificio; la gente viviendo en los autos o tirada por las calles; las iglesias abarrotadas de personas. O la cara de asombro y placer cuando Thorn prueba un jabón, siente el aire acondicionado, o prueba una fruta. Es realmente genial.

Hay muchos otros detalles que son formidables, como los mobiliarios humanos (prostitutas que forman parte de los departamentos que se alquilan, reservados a los ricos) o el desbande de las manifestaciones mediante camiones excavadores que literalmente sacan paladas de gente. La atmósfera opresiva, la impresionante marabunta de gente peleándose por los escasos recursos… es un universo angustiante excelentemente logrado.

La investigación policial no es demasiado densa; en realidad el filme estira lo poco que hay sobre ese aspecto para ilustrar en detalle todas las características de ese mundo sobrepoblado. La parte cerebral le corresponde a Edward G. Robinson, quien es el que realmente lleva a cabo la investigación. Es un anciano que añora el pasado, y que no puede afrontar la verdad, por lo cual decide ir a El Hogar, una clínica de exterminio voluntario. Sus últimos momentos son una secuencia onírica prodigiosa (y un buen momento en la actuación de Robinson y Heston, especialmente porque ambos conocían que Robinson padecía cáncer en la vida real y fallecería 9 días después de terminado el rodaje).

Y por supuesto, está la verdad del Soylent Green. Soylent es una palabra compuesta de Soja y Lentejas (en inglés), y teóricamente es un alimento hecho de bayas chinas. Lo que Thorn descubre – siguiendo el rastro del cadáver de Sol – es que los muertos son procesados y convertidos en alimento. Según Richard Scheib, esto no debería resultar un sacrilegio – a fin de cuentas, es una medida necesaria para paliar la hambruna mundial -. Lo que no tiene en cuenta Scheib es el resto de la frase final de Heston: en algún momento los escasos recursos naturales perecerán, y sólo quedará que los hombres se alimenten de los hombres. La manera de mitigar la población mundial se volverá en un punto en el exterminio de parte de la población para alimentar a los restantes. “Criados como ganado”. Es una verdad shockeante, si bien la fama y publicidad del filme prácticamente revela el secreto de la trama desde el vamos.

Fue uno de los filmes más taquilleros de la década; en mi opinión, es un genuino clásico con una construcción impecable de la trama. Es una película que merecería un reconocimiento mucho mayor del que actualmente posee.